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India se indigna por una violación, pero ¿camina hacia proteger a la mujer?

EFE

Nueva Delhi —

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La muerte de una joven tras ser violada en un autobús ha indignado a la India, donde hay voces que se plantean si el crimen puede conducir a cambiar realmente de manera positiva una sociedad en la que la mujer es muy vulnerable.

El gigante asiático puede presumir de haber sido una de las primeras naciones en tener una primera ministra (Indira Gandhi), y de que hoy, por ejemplo, su capital y dos de sus regiones más importantes -Bengala y Tamil Nadu- estén gobernadas por mujeres.

También son mujeres quienes presiden la principal fuerza de la coalición gubernamental y la Cámara Baja, mientras que destacados puestos en ámbitos como el académico, las artes o la justicia son ocupados por féminas, que pugnan codo a codo con los hombres.

El país tiene, sin embargo, mucho que lamentar en asuntos como el millar de muertes anuales en crímenes de honor, el ostracismo de las viudas, los frecuentes feticidios femeninos o la baja integración de la mujer en el mundo laboral por su obligado rol familiar.

La paulatina migración de población a las emergentes ciudades desde zonas rurales está llevando a un aperturismo, aunque los cambios son lentos en un país de arraigadas tradiciones sociales, culturales y religiosas.

Las violaciones son solo la punta del iceberg de la discriminación que sufre la mujer en este gigante asiático y la falta de datos fiables en un país de 1.210 millones de habitantes hace difícil conocer su verdadera incidencia.

Pero la realidad es que las agresiones sexuales suscitan mucho revuelo, especialmente entre la clase media-alta urbana, y el caso ha detonado inusitadas protestas.

Ahora bien, ¿hacia dónde impulsa a la India este clamor popular?.

“La respuesta de la sociedad está siendo muy alentadora, pero la de las instituciones públicas ha sido escasa”, afirmó a Efe Sonali Khan, de la ONG Breakthrough, que lucha por la defensa de los derechos de las mujeres.

Según Khan, muchos sectores de la sociedad han coincidido en exigir “responsabilidades” por el crimen, por el que cinco hombres están imputados en un tribunal -el sexto implicado es menor- y podrían ser castigados con la pena de muerte.

Algunas personalidades han pedido la horca para los acusados y las autoridades, que se plantean rebajar la mayoría de edad para juzgar delitos sexuales, han anunciado mayor seguridad para las mujeres en espacios públicos como metros o autobuses.

“Esperamos que, a resultas del incidente, el Gobierno indio se mueva y apruebe más leyes de protección a las mujeres”, señaló Khan. La activista admitió que la mayor democracia del mundo arrastra un problema endémico en la aplicación y cumplimiento de sus numerosas leyes y valoró que, de momento, la violación ha despertado básicamente “rabia”.

“Confío en que tras esta ira inicial la gente se volverá más introspectiva”, dijo.

A los imputados, el Colegio de Abogados adscrito a la corte que instruye el caso les ha querido negar el derecho a la defensa, algo impropio de un Estado de derecho.

Además, líderes políticos y espirituales han radicalizado sus discursos con declaraciones que atribuyen las violaciones a la occidentalización de las ciudades, a la actitud de algunas mujeres liberales o a los atrasos de las áreas rurales.

“Los políticos han hecho mucho ruido... ¿pero garantizarán que sus partidos no presenten a las elecciones a candidatos contra los que hay demandas de crímenes contra las mujeres?”, preguntó a Efe retóricamente la reputada escritora Pinki Virani.

Virani, autora de un libro sobre el incesto que sufrió de pequeña, dudó que la industria del entretenimiento deje a partir de ahora de emitir “canciones vulgares” o “anuncios con mujeres vestidas con ropas medievales sirviendo a sus maridos”.

Para muchas mujeres indias consultadas a pie de calle, acabar con los estragos que produce en su colectivo una mentalidad patriarcal y machista, a menudo asumida con resignación por las propias féminas, es una empresa casi imposible.

“Solo la ley no traerá la transformación. Hay que educar para que no haya diferencias entre niños y niñas”, argumentó Lakshmi Ratta.

Ratta, que pidió para los acusados “un castigo ejemplar”, estaba con su marido, quien pese a no ser interpelado por el periodista asumió la iniciativa de la respuesta, una actitud que el varón acompañante repitió en muchas de las entrevistas. Igor G. Barbero

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