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José Javier Esparza: “La yihad moderna es una guerra civil del Islam”
La yihad moderna no es una guerra del Islam contra Occidente u otras religiones sino una guerra civil, advierte el escritor José Javier Esparza, quien considera que la respuesta ante la violencia debe proceder de aquellos a quien más le perjudica: los musulmanes.
En entrevista con Efe, el autor de “Historia de la Yihad. Catorce siglos de sangre en el nombre de Alá” entiende que a los musulmanes les pueda indignar que se vincule su religión con la violencia, pero considera que esa irritación “es fruto de un problema interno del Islam, que tienen que solucionar ellos, solo ellos”.
“No estamos ante una religión que ha de hacer frente a una secta herética, sino ante una civilización que ha de hacer frente a una manifestación permanente de una de las cosas que Mahoma dejó sin atar: el uso de la violencia”, afirma.
Y es que como explica en su libro, la gran novedad de la yihad contemporánea es que se aplica como acusación de apostasía a los propios musulmanes, es decir, es el argumento empleado por el terrorismo yihadista contra los gobiernos musulmanes.
“Por eso el yihadismo contemporáneo no es una guerra del Islam contra otras religiones sino una guerra del Islam contra si mismo, una fitna, una guerra civil”, asevera el autor, quien apunta a los musulmanes, “que en su inmensa mayoría es gente pacífica e inmensamente normal”, como los grandes perjudicados de la violencia.
Al respecto, sostiene que los países musulmanes se ven enfrentados a una “tensión interna insoportable” ya que la violencia no permite a estas naciones construir un proyecto común. Aunque la situación es aun más dura en las familias “donde las divisiones internas son dramáticas”.
Preguntado por la solución, lo tiene claro: “como los poderes políticos son parte de las tradición musulmana, deben demostrar que la autoridad religiosa también son ellos, no hay otra opción”.
“Si fuera un ulema (sabio musulmán) les diría a los presidentes lo siguiente: no tenemos heredero de Mahoma pero vosotros debéis de cumplir esa función y hacer frente a estos hermanos desviados”.
En este sentido, apunta a Marruecos, Argelia y Túnez como los países que más luchan contra el yihadismo, que se ha disparado con la llegada de las primaveras árabes porque “se ha roto el armazón del Estado y lo que ha salido de ahí es imprevisible”.
Ahora bien, Esparza asegura que la solución política tiene que ir acompañada necesariamente de una reinterpretación de los textos sagrados puesto que “el yihadista, por como está concebido el Islam, no es un hereje ya que solo aplica literalmente los textos originarios de su religión”.
“El Islam sigue vinculado a la literalidad de los textos del siglo VII y eso les ata a la hora de inventar interpretaciones actualizadas de normas como la yihad violenta”, explica el escritor que recuerda que este término, “convertido ya en una marca para los yihadistas”, designa genéricamente cualquier tipo de lucha o esfuerzo por la fe “sea pacífica o violenta”.
Eso sí, considera que Occidente ni debe echarse la culpa por la Yihad global ni tiene responsabilidad en ella ni es parte de la solución salvo en aquello que le afecta directamente, “pero jamás del problema originario del Islam respecto a su relación con el mundo moderno y las sociedades secularizadas”. Y apunta una de las claves.
“El Islam por su propia estructura mental es muy difícilmente compatible con el mundo moderno, tal como se ha ido construyendo en los últimos 200 años y no ha sido capaz de producir las herramientas capaces para convivir de forma pacifica con la modernidad global”, asevera.
Reconoce que algunos países han tratado de adaptarse a esa modernidad bajo la constante amenaza del salafismo. “Es que le estás diciendo a tu gente que vive en pecado y esa conciencia de vivir traicionando la propia fe siempre da lugar a expresiones violentas”, agrega.
Pese a todo, descarta que el Islam ni ninguna otra religión sean un caldo de cultivo para la violencia. “Las guerras que más muertes han causado en la historia han sido las del siglo XX emprendidas por doctrinas políticas. La religión no es una fabrica de sangre”, concluye.
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