“¿Si tú has preparado la comida, cómo no vas a saber lo que hay en la olla?”, se pregunta de forma metafórica un policía de Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo (RDC), mirando de soslayo a la sede de la Comisión Electoral.
El agente lo dice en declaraciones a Efe sin esconderse, en la víspera de unas elecciones presidenciales para elegir al sucesor del jefe del Estado, Joseph Kabila, que dirige desde 2001 este vasto país africano rico en minerales pero con una población muy pobre.
El hartazgo de unos comicios pospuestos tres veces en dos años se nota en las calles, a pesar de que el día antes de la votación reina la calma y la normalidad.
“Aunque nieve o llueva, iremos a votar. Incluso si estamos cansados y hartos, votaremos”, asegura a Efe Marc Makelele, un joven buscavidas.
En cuanto se pregunta a alguien en la ciudad sobre las elecciones, la respuesta suele incluir frases como “Elecciones libres de verdad” o “Resultados reales”.
Se trata de los mismos eslóganes que se han escuchado en los mítines de la oposición, pero que ahora se oyen en las calles.
A pesar de que la campaña acabó el viernes 21 de diciembre y toda propaganda electoral está prohibida, aún quedan vallas electorales y carteles en las paredes, sobre todo del candidato oficialista, el designado por Kabila para sucederle en la presidencia, el exvicepresidente Emmanuel Ramazani Shadary.
Pero para muchos el delfín de Kabila no es su preferido. “Durante toda la campaña y en todo el país, hemos sabido quién es el candidato más popular, no queremos desventuras y que la CENI (la Comisión Electoral Nacional Independiente) publique otro candidato”, comenta Makelele.
Se refiere, sin decir ningún nombre -porque toda crítica social se hace hablando bajito- a Martin Fayulu, el candidato de la coalición opositora Lamuka.
Fayulu cuenta con gran reconocimiento en la capital por no faltar a casi ninguna manifestación contra Kabila durante los últimos años, pero que pudiera recabar tanta popularidad como le da la última encuesta -un 44 % de intención de voto- ha sorprendido a más de uno.
“El candidato más popular es conocido y esperamos que la CENI lo publique. Si la CENI anuncia a otro, tememos que traiga problemas postelectorales”, confiesa Patow Bokende, un trabajador de una ONG en Mbandaka (noroeste) que pasa las vacaciones navideñas en Kinshasa y lo aprovechará para votar.
Bokende alude una vez más, a Fayulu, pero de nuevo sin mencionar su nombre.
La credibilidad de las elecciones no está solo en el punto de mira de organismos y potencias internacionales, sino también en el de estos congoleños que quieren votar desde hace dos años, como manda la Constitución, tras acabar el segundo y último mandato de Kabila en 2016.
Pero, además, están cansados de cuestiones como la inseguridad, los juegos del poder o la mala gobernanza.
“Estamos en un país democrático, no hace falta que la Policía traumatice a la gente en todo momento pasando con sus armas. ¡Queremos ser libres en nuestro país!”, declara a Efe Kalambay Efraín, un agente de seguridad en una tienda de teléfonos.
Todos ellos hablan en Gombe, uno de los barrios céntricos de Kinshasa, flanqueado al norte por el legendario río Congo y al sur por el Bulevar del 30 de Junio, una de las principales arterias de la capital.
Esa zona acoge los principales edificios gubernamentales, entre ellos el Palacio de la Nación, residencia oficial en la que vive desde hace 17 años Joseph Kabila, tras llegar al poder en 2001.
Nadie dice su nombre. Nadie pronuncia ningún nombre, pero todo queda claro.
Kabila “ha cumplido su tiempo -zanja Efraín- y se le ha acabado. Tiene que irse y otro vendrá a sustituirle”.
Irene Escudero y Prince Yassa