“Valió la pena por ustedes, por España y por los españoles”, fueron las últimas palabras de Ana Pastor en su despedida de los diputados que dicen adiós al Congreso. Este martes se disuelven las Cortes y el Parlamento da el finiquito una bronca legislatura, que ha dado giros de 180º varias veces en menos de tres años, y en la que se han vivido momentos políticos de máxima tensión hasta el último minuto.
Visiblemente emocionada, la presidenta del Parlamento puso fin a una legislatura que ella misma reconoció había tenido “momentos complicados”. En la retina se quedan la abstención del PSOE para dejar gobernar a Mariano Rajoy, la declaración de independencia de Catalunya, el 155, la moción de censura, el fracaso de los Presupuestos... Pero el periodo que se abrirá tras los comicios no se prevé más tranquilo ante la inminente irrupción de Vox en un Congreso que no ve a la extrema derecha en sus escaños desde hace décadas.
Esa novedad ha protagonizado los últimos coletazos de la legislatura desde que el partido de Santiago Abascal consiguió doce escaños en Andalucía. Desde entonces se ha producido una recolocación de las piezas del complicado puzle en el que se ha convertido la política española en los últimos años. La hegemonía de la derecha está en disputa mientras que el PSOE ve por primera vez en una década que puede ser la primera fuerza política. El ciclo que comenzó hace cinco años con el golpe en el tablero de Podemos, que emergió con un millón de votos en las europeas, se enfrenta a un nuevo episodio en las generales anticipadas del 28 de abril y las autonómicas, municipales y europeas del 26 de mayo.
“Cuentan con mi respeto político y aprecio personal”, se despidió Sánchez en su última intervención en el hemiciclo en un Pleno de fin de ciclo que terminó entre lágrimas de los que se van y abrazos. En el Congreso hay veces que el fair play se hace hueco en medio de la bronca. Sin embargo, ese rato fue una tregua en la campaña en la que se ha convertido el Congreso desde hace tiempo. Vox y Catalunya han protagonizado la antesala de las elecciones.
“La extrema derecha no necesita alcanzar el poder para condicionar la agenda política. Le basta con condicionar a otros actores para que sean estos los que renuncien a sus principios. Le basta con inocular el virus en otras formaciones”, avisó Sánchez en un referencia velada a Pablo Casado y Albert Rivera sobre la radicalización de sus discursos ante el auge de Santiago Abascal. “Con la ultraderecha no se puede ir ni a la vuelta de la esquina”, sentenció el presidente.
El PSOE está aprovechando el temor al crecimiento de Vox como arma electoral para movilizar a los suyos, por un lado, y para atraer al centro que considera que el resto de formaciones han dejado libre. A las puertas de la huelga feminista del 8 de marzo, Sánchez advirtió de la intención de la extrema derecha de “dinamitar en meses consensos que costaron décadas forjar”. La advertencia implícita se refería al cuestionamiento de la ley de violencia de género.
La táctica de PP y Cs: atacar a Sánchez por Catalunya
Los socialistas cargan especialmente contra los de Abascal por el uso que han empezado a hacer de los instrumentos parlamentarios a los que tiene acceso con su representación institucional en Andalucía, como la persecución a los funcionarios que hacen informes sobre los casos de violencia machista. El PSOE considera que ese discurso de Vox está empujando a Casado a cuestionar derechos de las mujeres, como el aborto.
Frente a un Sánchez que acusa a Casado y Rivera de echarse en brazos de la extrema derecha poniéndole incluso un “cordón sanitario” al PSOE, PP y Ciudadanos le han atacado, también en su última sesión parlamentaria, con el argumento recurrente de la “claudicación” ante los independentistas. Las dos formaciones siguen acusando a Sánchez de haber alcanzado pactos con Quim Torra a pesar de la ruptura del diálogo que se escenificó con el rechazo a los Presupuestos.
Sánchez también aprovechó su último Pleno para recordar a ERC y PDeCAT que rechazaron unos Presupuestos que incrementaban considerablemente las inversiones para Catalunya, cumpliendo por primera vez con lo que establece el Estatut. Las fuerzas independentistas, por su parte, le han tendido la mano para posibles entendimientos tras las generales. El socialista no lo ha descartado y evita hablar de pactos postelectorales, a pesar de la presión de la derecha, que le insta a que despeje esa incógnita también como baza electoral.
Unidos Podemos marca distancias en plena crisis
La convocatoria de las elecciones también ha provocado un distanciamiento de Unidos Podemos, a quien Sánchez agradece la ayuda prestada en estos meses y su número dos calificó de “socio leal”. Sin embargo, los de Pablo Iglesias insistirán en lo que queda hasta las elecciones en que el PSOE “no es de fiar” y que para hacer verdaderas políticas sociales y de izquierdas requieren de su control. El grupo confederal, sumido en una importante crisis por las alianzas para concurrir a las elecciones y que tienen su máximo exponente en Madrid con el abandono de Iñigo Errejón, trata de situar a Sánchez en un pacto con Albert Rivera tras las elecciones, como ocurrió en 2016.
Ese acuerdo parece imposible en este momento en el que todas las formaciones se tiran los trastos a la cabeza. De hecho, la legislatura acaba con la cuadratura del círculo: el PSOE ha pedido amparo al Tribunal Constitucional por el bloqueo al que PP y Ciudadanos han provocado en el Congreso con la prórroga sistemática de la tramitación de iniciativas que ha causado que decenas caigan en saco roto. Esa artimaña la han conseguido gracias a la mayoría que articularon PP y Ciudadanos en la Mesa del Congreso en el inicio de la legislatura con la connivencia del PDeCAT, que apoyó el pacto que consagró a Ana Pastor como presidenta. “He intentado ser la presidenta de todos”, les dijo en su despedida.
La configuración de la nueva Mesa será la primera batalla tras las elecciones y los partidos desvelarán sus cartas a pocos días de que se celebren las elecciones autonómicas, municipales y europeas.
La legislatura también comenzó con los socialistas acudiendo al alto tribunal por la negativa del Gobierno de Mariano Rajoy, entonces en funciones, a someterse al control parlamentario. El PSOE ganó esa partida por lo que Sánchez tendrá que rendir cuentas el tiempo que siga en Moncloa mientras se forma un nuevo Ejecutivo.
La legislatura de las primeras veces
Rajoy mantuvo la presidencia –después de que tuvieran que repetirse las generales por primera vez– con una de las situaciones inéditas que se han vivido en esta legislatura: la abstención del PSOE para permitir que su partido rival gobernara y sacara a España del bloqueo. Esa decisión de los socialistas les costó su mayor crisis en la etapa contemporánea y acabó con Sánchez dimitido y fuera del Congreso.
Con su Manual de Resistencia aún sin escribir, Sánchez venció a Susana Díaz en unas primarias y, con ella, a la mayoría del aparato y del viejo PSOE. Por primera vez un líder descabalgado tomaba de nuevo las riendas de un partido. Como secretario general, Sánchez apoyó a Rajoy en la aplicación del 155 en Catalunya. En esta legislatura también se intervino por primera vez la autonomía de una comunidad, al igual que por primera vez un gobierno autonómico se declaraba independiente. El grueso de ese Ejecutivo catalán está hoy en prisión y otra parte en el extranjero fugado de la Justicia.
Pero cuando Sánchez y Rajoy habían llegado a su máxima sintonía, la sentencia de la trama Gürtel volvió a dar un giro a los acontecimientos: el PSOE ganó la primera moción de censura de la democracia y, con ella, Sánchez se hizo con la presidencia contra todo pronóstico. Comenzó entonces la última etapa de la legislatura, nueve meses de máxima tensión.
Sánchez comenzó a gobernar y el PP se renovó. Pablo Casado se hizo con el liderazgo frente a Soraya Sáenz de Santamaría gracias al inestimable apoyo de su rival, María Dolores de Cospedal, y desde entonces la oposición al Gobierno ha sido total. El Ejecutivo retomó el diálogo con la Generalitat, pero la exigencia del derecho a la autodeterminación desbarató la posibilidad de que el Gobierno se prolongara ante el fracaso presupuestario.
El convencimiento en Moncloa de que era el momento idóneo para convocar elecciones –una decisión en la que pesó el auge que Vox demostró en Andalucía, donde los socialistas han perdido por primera vez en 36 años la Junta– llevó a Sánchez a anticipar las generales. La campaña ya había empezado para entonces con todos los partidos mirándose de reojo y un futuro incierto en el que el Congreso puede volver a vivir una etapa sin mayorías claras.