Desde que empezó esta crisis, provocada, no lo olviden, por los excesos cometidos en el libérrimo mercado financiero -y en el inmobiliario en el caso español-, la patronal y la derecha político-mediática no han parado de recetar no solo bajadas salariales, que han conseguido con la reforma laboral, sino algo peor: trabajos a 400 o 450 euros. Como en Alemania. Ese país que fue ejemplo y envidia y ahora les aplica el austericidio incluso a sus ciudadanos.
¿Qué es mejor, estar parado o trabajar? ¿No es mejor trabajar aunque sea por poco dinero?, inquieren los defensores del trabajo barato -para el resto, no para ellos-. Y claro, quien se atreve a poner un pero a esas preguntas-trampa es inmediatamente tildado de vago, antisocial, antiguo o insolidario, por mucho que el de los peros se desgañite argumentando que salarios como esos condenan a la pobreza ahora y a la miseria en la vejez, porque ahora con ese dinero no se pueden pagar los mínimos vitales y porque la ausencia o la pequeñez de las cotizaciones sociales solo dará derecho a una pensión asistencial.
No son estos argumentos que esgrimen esos izquierdistas a los que, según Rajoy, “los prejuicios trasnochados” les impiden ver la recuperación económica de la que tanto alardea el Gobierno. No. Es el mismísimo ministerio de Trabajo de Alemania el que señalaba, en marzo de 2012, que casi la mitad de los siete millones y medio de germanos que tienen empleos en esas precarias condiciones pueden caer en la pobreza cuando se jubilen. Un dato que avalaba también el Instituto Alemán de Investigaciones sobre el Mercado Laboral, adscrito a la Agencia Federal de Empleo, que precisó unos meses después que quienes viven de un minijob “están condenados a la pobreza en la vejez”.
Y eso que en el motor de Europa a los jubilados con pensiones por debajo del umbral de la pobreza, el Estado les redondea el subsidio con ayudas sociales que compensan su situación. Habrá pocos en esa situación, pensarán muchos. Pues se equivocan. Esos mismos organismos calculan que en 2015 -o sea el año que viene- los jubilados con una pensión por debajo del nivel de la pobreza en Alemania representarán el 10% del total.
Ese modelo de ganar competitividad por la vía de achinar los salarios es el elegido por el Gobierno. Así que no se entiende su entusiasmo por el descenso del paro en el mes de marzo. Un dato positivo, porque con que se cree un solo trabajo ya es para celebrarlo. Pero se han creado tan poquitos frente a los casi 6 millones de parados que, según los expertos, para llegar a la situación anterior a la crisis harán falta al menos diez años.
Porque a la dificultad de crear puestos de trabajo en España se une la baja calidad de los mismos. Empleos precarios, contratos que se inician y se finalizan el mismo día, trabajos a tiempo parcial, solo un 9% de indefinidos... y en muchos casos con unos salarios insuficientes para garantizar una vida modesta pero digna. Hay personas que encuentran un empleo pero el sueldo que les pagan, aunque trabajen a jornada completa, no les da para pagar el alquiler, la luz, el gas, la comida... Es decir, que siguen en la pobreza. Hasta hace unos años eso pasaba en el sudeste asiático y con los trabajadores menos cualificados de Estados Unidos, pero no en la Europa que presumía del estado del bienestar.
Son las consecuencias de esas políticas antisociales que se han puesto en marcha con la excusa de la crisis y que afectan directamente a quienes no han tenido responsabilidad en lo que ha ocurrido, mientras que quienes jugaron en el Monopoly mundial siguen haciéndolo y forrándose con beneficios o salarios millonarios.
¡Vamos!, que con la excusa de la crisis se le ha dado la vuelta a la tortilla y se han caído de la sartén los más desfavorecidos y las clases medias. Y, sin embargo, los que más tienen o más ganan miran para otro lado sin recordar que una sociedad más igualitaria, que tiene salarios dignos, que protege a sus ciudadanos en la adversidad del paro, de la enfermedad, de la vejez, no solo es más justa, es incluso una sociedad más productiva y más segura.