“Tenemos un proyecto autónomo que no vamos a hipotecar por acuerdos más o menos comunicables con el PSOE”
Manolo Monereo es uno de esos referentes de la izquierda española que entró en el Congreso por primera vez en el 26J, cuando contaba con 66 años recién cumplidos. El diputado de Unidos Podemos por Córdoba, ex dirigente de IU y el PCE, es miembro del Consejo Ciudadano Estatal de Podemos desde Vistalegre 2 y uno de los insipiradores intelectuales de Pablo Iglesias y de buena parte de los dirigentes del partido.
En esta entrevista, Monereo analiza los cambios en el PSOE y las nuevas relaciones entre el partido de Pedro Sánchez y Unidos Podemos, ante las que se muestra favorable y escépctico a la vez.
¿Puede ser el PSOE un aliado?
Ha cambiado el PSOE y la percepción social que hay sobre el PSOE. Las dos cosas no son simétricas. Puede ocurrir que la percepción social sea que el cambio es más grande del que es, sea igual o sea menor. Las dos cosas están relacionadas porque se ha producido un hecho histórico en el PSOE: que por primera vez desde la Transición el equipo dirigente de Suresnes ya no dirige el PSOE. Es más, se ha construido una mayoría contra el equipo de Suresnes, contra el felipismo y lo que eso significaba. Para mí el PSOE hasta ahora era el partido del régimen, mucho más que la derecha, porque conseguía hacer una cosa que no podía hacer la derecha: servir a los intereses generales del sistema y los poderes fácticos empezando por la monarquía, pero a la vez conseguir el consenso de las capas populares. E impedir que surgiera a su izquierda una fuerza lo suficientemente grande como para disputarle la hegemonía.
Eso es lo que hemos vivido hasta el presente, y ese escenario ha cambiado. Ha cambiado la percepción y el PSOE.
Ante eso, las fuerzas políticas españolas tienen que reaccionar. En este caso, Podemos y Unidos Podemos tienen que reaccionar. Hay una percepción social de que con este PSOE se pueda conseguir un proceso unitario frente a las políticas de la derecha. Eso existe. Y se crea más o menos en esa posibiidad, hay que agotarla porque la gente, los sufrimientos sociales, la falta de perspectiva, el bloqueo de la juventud... Todo eso necesita de unidad para cambiar, y para la gente sería una buena noticia que el PSOE y Unidos Podemos llegáramos a un acuerdo.
¿Es posible o no es posible un acuerdo entre ellos y nosotros? Sobre el papel parece más posible que antes. Ahora bien, eso todavía está en el aire y yo creo que hay enormes problemas para resolverlo, fundamentalmente por dos razones: una es que de nuevo el propio Pedro Sánchez y parte de su equipo dirigente vuelvan a ese juego de Ciudadanos. Cuando metes en esta relación a dos una tercera pata que es la pata de los nuevos neoliberales o de la nueva derecha, por mucho que ellos hablen de centro, lo que está diciendo es que no es posible la unidad para hacer un programa de cambio en el país.
Cada vez que hablan de Ciudadanos en el marco de un acuerdo de las fuerzas del cambio, eso plantea que no hay propuestas serias para cambiar el modelo económico y político vigente en el país. Y de ahí también mi cierto escepticismo ante la posibilidad de un acuerdo real contra el neoliberalismo y a favor de políticas democráticas que es lo que la sociedad necesita.
Hay una percepción social de que es posible la unidad, esa percepción social hay que asumirla bravamente sabiendo que el centro de todo el debate será si se van a hacer políticas más allá del liberalismo o no.
¿Entonces el PSOE ya no sería esa especie de partido orgánico del régimen del 78 del que habla?
Yo eso no lo sé. No sé todavía hasta dónde está dispuesto a cambiar el PSOE. Si el PSOE está más cerca de Melénchon que de Macron; más cerca de Corbyn que de Renzi. Eso yo no lo sé. Eso tiene que verse en sus propuestas económicas, políticas, cómo se van a resolver y qué soluciones le da a los problemas de las clases trabajadoras, al modelo territorial del Estado, a las relaciones con la UE, al tipo de política económica a realizar... Eso todavía está muy en el aire, y cuando eso se concrete veremos qué posibilidad hay.
Yo soy escéptico porque el PSOE tiene que resolver tres problemas históricos.
El primero es si realmente está dispuesto a enfrentarse con todas sus consecuencias a la trama, al núcleo duro del poder económico, político y mediático del país, que ejerce un doble veto: no son asumibles políticas que cuestionen el modelo neoliberal y que Unidos Podemos no puede estar en el Gobierno. Es el primer asunto que tiene que resolver el PSOE para que su cambio sea verosímil.
El segundo asunto puede parece un poco excesivo por mi parte, pero no lo es: la pretesión que tiene el PSOE de ser la única izquierda y de ser la única fuerza del cambio. Yo considero legítimo que uno pretenda ser una fuerza hegemónica en el país. Ahora bien, este no es un país cualquiera, ha vivido un sistema electoral que fomenta el bipartidismo y un partido que ha hecho del bipartidismo su seña de identidad. Es un partido que ha jugado la carta del bipartidismo para impedir que surjan fuerzas políticas a su izquierda que cuestionen sus políticas centristas y neoliberales. Eso es muy importante para nosotros, porque pudiera dar la sensación –lo ha dicho el responsable de Organización del PSOE, José Luis Ábalos– que el problema de ellos es irse a la izquierda y una vez que conquistes la izquierda, irse al centro, que es una vieja táctica de la socialdemocracia. No es sólo una cuestión de hegemonía en la izquierda, sino perpetuar o no el sistema bipartidista como eje de la nueva restauración que hay en curso.
Y luego hay una tercera cuestión, que es muy del anguitismo, que tiene importancia: el programa. Se puede estar hablando durante años de unidad y no decir en base a qué. Lo que Unidos Podemos va a defender es una unidad para un programa democrático, socialmente avanzado, que reconquiste derechos históricos que han sido de una u otra manera barridos por el huracán neoliberal y que defina políticas al servicio de las mayorías sociales.
Por tanto, esas tres grandes cuestiones son las que tiene que resolver el PSOE. Si no las resuelve, la unidad será mucho más compleja, teniendo en cuenta que hay muchas formas de unidad: una cosa es llegar a acuerdos parlamentarios para leyes, que es lo que se ha acordado y será una prueba del 9 de hasta donde estamos dispuestos a llegar. En segundo punto, hay posibilidades de convergencia más o menos programáticas en un supuesto Gobierno del cambio, y luego está la posibilidad de un programa común democrático, de alternativa, que eso está muy lejano de lo que piensa el PSOE.
De esas tres posibilidades, hoy estamos en una fase muy primitiva de acuerdos parlamentarios para cambiar las leyes fundamentalmente que ha venido aplicando el PP y que han supuesto un retroceso de libertades y derechos sociales para la mayoría.
¿Cómo ve el acuerdo de Castilla-La Mancha?
Creo que el acuerdo de Castilla-La Mancha es muy problemático por tres razones. Porque tiene mucho más que ver con debilidades que con fortalezas. Detrás del acuerdo de Castilla-La Mancha está la parte más conservadora del PSOE, la más antiunitaria, la más ligada a los poderes fácticos, a la tradición felipista, a José Bono... Por tanto, que un señor que ha perdido frente a Pedro Sánchez y que está en el lado de los barones que furibundamente han perdido frente a Sánchez, de golpe y porrazo dé un giro de 180 grados y acabe pactando con Podemos me parece significativo.
La otra es nuestra propia debilidad: tenemos dos diputados, y por tanto yo quiero ver la letra pequeña de esos acuerdos; la gestión de esos acuerdos, porque de una u otra forma no es el escenario que uno pensaba que tendría que darse en un momento como este. Lo veo más como convergencia entre debilidades que entre fortalezas. Quiero ver qué programa es, qué propuestas concretas se van a hacer y cómo se va a gestionar todo eso, teniendo en cuenta que la experiencia que hemos tenido en IU con los gobiernos del PSOE son muy problemáticas. Están muy acostumbrados a usarlo tácticamente y tres días antes de las elecciones te echan. Yo no creo que sea el modelo de lo que viene sino más bien una excepción.
¿Se confía demasiado en la hipótesis de gobernar desde el Parlamento, cuando el gobierno puede vetar proposiciones por motivos presupuestarios y dilatar los trámites en el Senado?
Es evidente que el control que ejerce el Ejecutivo sobre el Parlamento es enorme. Y se da más el control que ejerce el Ejecutivo sobre el Parlamento que al revés. Es una experiencia clarísima.
La hipótesis de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias no es tanto viabilizar la posibilidad de una mayoría parlamentaria sino ver qué posibilidades reales hay en las grandes cuestiones sociales de llegar un acuerdo duradero entre Unidos Podemos y el PSOE. Y, en segundo lugar, mostrar a la sociedad que hay alternativa a las políticas del PP cuyo elemento central es que no hay alternativa, el síndrome TINA (There is no alternative).
Esa es la doble cara que tiene la propuesta. Medirse a sí mismo en las grandes cuestiones sociales, pensiones, reforma laboral, políticas de juventud, reforma fiscal, modelos territoriales, financiación autonómica, políticas municipales... Cosas muy serias en las que tenemos posiciones a veces más distantes, muy distantes o más cercanas que se van a ir midiendo, y dando la sensación real de que se puede llegar a acuerdos o si las distancias siguen siendo insalvables.
A mi juicio debemos ir con prudencia aceptando los riesgos y los retos. Para mí la clave es lo que podríamos llamar una dialéctica entre tres cosas que no se han discutido bien en Podemos ni en Unidos Podemos. La dialéctica autonomía-proyecto-unidad.
¿Qué quiere eso decir?
Precisamente porque estás propiciando un proyecto unitario tienes que hacer un esfuerzo más grande de ser autónomo y tener un proyecto propio y visible. Cuando tú vas a negociar con un partido como el PSOE, que ha sido la pata central del régimen, no puedes ir como si fueras a cualquier otro partido, como pudo ir Podemos a negociar con IU. No, no, tú vas a un terreno minado, a una guerra de posiciones, a un cerco mutuo que es un abrazo del oso y lo que tienes que conservar en ese proceso no es sólo ir a negociar tu programa, sino a defender la autonomía de tu proyecto, que puede tener distintos grados de convergencia.
A mayor cercanía al PSOE, mayor necesidad de tu propia autonomía, mayor fortaleza en tu proyecto, mayor unidad orgánica y mayor autonomía en la sociedad. No es incompatible la unidad con el proyecto autónomo; y a mayor proceso de unidad, más proyecto autónomo. La unidad no es ir rebajando los dos para encontrarse en un punto, sino defender tu propio proyecto autónomo y ver en qué ámbitos puedes llegar a acuerdos.
La clave de Unidos Podemos es hacer los deberes en paralelo a cuando se habla de unidad. ¿Cuáles son los deberes fundamentales? Profundizar en la unidad de Unidos Podemos: tiene que ser algo mucho más que una coalición, algo que está parado. La segunda es construir comités de UP en todos los barrios, en todos los centros de trabajo, convertir la unidad popular, la unidad de Unidos Podemos, en una estrategia política en la sociedad. Para mí es lo fundamental: hacer una nueva convocatoria a la sociedad, volver a politizar la sociedad en un momento en el que corremos el riesgo de que la sociedad se retire de la política.
Eso no significa un solo partido, sino una verdadera unidad popular, por arriba, en medio y por abajo, donde se pueden hacer tareas comunes en la sociedad. Tenemos que reconquistar la sociedad en un proyecto, precisamente porque estamos negociando con el PSOE. Lo teníamos que hacer de todas maneras, pero aún es más urgente.
La tercera cuestión sería ir a una constituyente para una Constituyente. Todo esto que estoy diciendo es iniciar allá por septiembre u octubre una gran propuesta unitaria de Unidos Podemos con la base de 12-13 puntos para definir los cambios constitucionales que consideramos fundamentales, y volver a una constituyente popular donde digamos: “Vamos a propiciar ya unas elecciones Constituyentes”. Esto es muy importante: si de lo que se trata es de que el PSOE nos reduzca a la más mínima expresión, para luego desde esa debilidad pactar con ellos o dejarles que gobiernen con Ciudadanos, yo creo que se equivocan absolutamente. Más bien les devuelvo la pelota en el siguiente sentido, por eso hablo de elecciones Constituyentes. Hay que ir a una constituyente para la Constituyente, como una gran asamblea de masas impulsada por Unidos Podemos.
¿Por qué? Se ve en las encuestas: el 20% de Unidos Podemos y el 25% del PSOE dan para construir una mayoría absoluta en las dos Cámaras, para iniciar reformas constitucionales profundas. No sé si una revisión completa de la Constitución y un proceso constituyente genuino, pero ¿por qué no somos capaces de situar que las próximas elecciones tienen que servir para cambiar 8-9 temas centrales de la Constitución, como garantizar los derechos sociales, atacar a fondo la Constitución, ir hacia un Estado federal, avanzar en serio en las políticas medioambientales y feministas?
En cuarto lugar, creo que hay que profundizar en que Unidos Podemos genere un gobierno en la sombra: un gobierno con carteras, con grupos de trabajo, con secretarías, un gobierno que demuestre que somos capaces de gestionar este país con equipo y capacidades.
En quinto lugar, todo esto debe de servir para repolitizar a la sociedad. Creo que estamos en un momento muy significativo donde para una parte no pequeña de la sociedad, eso se ve en las encuestas, hay una especie de desencanto, desangelamiento, porque los cambios que se esperaban no se han conseguido. Hay el peligro de que eso se convierta en una frutración duradera y acabamos teniendo un escenario antipolítico. Es decir, un tipo de escenario en el que pasado mañana emerja un Macron que dirija la vida pública del país, quien sí que representa el populismo de verdad, es el mayor populista que conozco, que ha hecho populismo del sistema. Esta capacidad del sistema de mutar en posiciones populistas no se debe nunca de despreciar.
¿Por qué las encuestas reflejan un desgaste de Unidos Podemos?
Hay muchos factores. El primero, creo que la retórica de la recuperación ha hecho su trabajo. Hay estudios que dicen que el 70% de las personas no lo notan, como el de Foessa.
La retórica vale mucho en política: de pronto tienes salarios de miseria y trabajo precario. Y te da la sensación de que algo está cambiando en la sociedad. Hay una campaña sistemática de que se está recuperando la economía y la ministra habla de que se suben los salarios.
Se está generando una cultura, una coalición en favor del crecimiento. El crecimiento está generando una coalición con ganadores y perdedores, y el peligro más grande es que se rompa el bloque que ha apoyado a Unidos Podemos, que es un bloque entre clases trabajadoras y capas medias.
Yo creo que la retórica del crecimiento y de la recuperación ha marcado muchísimo lo que podríamos llamar el final de un ciclo de movilización. Se ha acabado un ciclo de movilización como paso previo a la política. Pero la política no ha ganado con esa movilización. Se ha conseguido transformar el mapa político, que el bipartidismo tenga problemas serios y que el PSOE cambie aparentemente. Pero no se han conseguido los cambios que se necesitaban: pensiones más altas, empleo fijo frente a precario, mejoras salariales y un poquito de futuro. Eso no se ha conquistado, y la corrupción sigue golpeándonos. Y el peligro es una pasividad que lleve al cinismo, al retorno a la privacidad, a votar o no votar, a retirarse.
Y luego hay una tercera cuestión que no se puede infravalorar: el conflicto de Podemos ha sido muy duro. Durante meses ha habido un desgaste interno muy grande. La mayoría en torno a Pablo Iglesias ha sido clara, pero el proyecto ha salido desgastado de esta lucha. Además, una buena parte de la gente no sabía muy bien qué tipo de lucha era, donde los elementos políticos se han atisbado pero donde había una componente de lucha por el poder muy ensalzada por los medios.
Si una fuerza política que emerge planteando una regeneración por la política entra al poco tiempo en una guerra vista como guerra por el poder, a mi juicio orgánicamente Podemos ya no es lo que era, ha perdido frescura política y militantes, afiliados y elementos no pequeños. Eso ha ocurrido siempre en todo conflicto interno.
Esas tres cuestiones han tenido mucho peso. Por eso yo no me rindo nunca y lo que hay que hacer es tomar nota y tomar las medidas para superarlas rápidamente y no caer en una especie de vacío donde la gente pueda entender que ya no sabemos donde vamos y que vamos a un acuerdo con el PSOE más por nuestra propia debilidad que por nuestra fortaleza.
¿Y hay riesgos de quedar subalternos o dejar de aparecer como alternativa?
Yo creo que el problema fundamental que tenemos es que el debate de la unidad, el relato de la unidad, es fundamental. Es lo que hemos aprendido con el proceso anterior. Hoy hay quien dice lo que nos dice el PSOE, una especie de historia contrafactual: “Si hubiérais aceptado el gobierno de Ciudadanos y nosotros, esto no existiría”.
Pero tampoco existiría el cambio del PSOE. Eso tiene su importancia: la política que hizo Pedro Sánchez fue una política tradicional en el PSOE, que era desgastar a Unidos Podemos, y para eso usó a Ciudadanos. Haber aceptado eso era la derrota definitiva de Unidos Podemos. Ahora, bien, la demostración de que no estábamos equivocados era que a Pedro Sánchez lo echaron y que ha tenido que luchar, irse a la izquierda, y hablar bien de Podemos y de Unidos Podemos para poder ganar.
Eso ayuda a una percepción de unidad pero también demuestra que Unidos Podemos no va a dejar su programa y alternativa tirado por el suelo. Si antes fuimos al combate unitario y demostramos que no estábamos dispuestos a comprometer nuestro proyecto por sillones, ahora tenemos la posibilidad de ir a por el relato unitario, unos con más especticismo y otros con menos, sabiendo que si hay posibilidad de hacer políticas alternativas de izquierdas favorables a las mayorías, nosotros vamos a estar detrás de esa posibilidad. Y eso es nuestro compromiso político. Pero lo que no vamos a hacer nunca es hipotecar nuestra autonomía; autonomía del proyecto y unidad van de la mano; y cuando más unidad, más autonomía de nuestro proyecto.
Todo el tiempo de la campaña interna de Pedro Sánchez, con toda la razón del mundo, dijo: “Queremos un proyecto autónomo”. ¿Autónomo de quién? De los poderes fácticos, de El País y los medios de PRISA; autónomo de Felipe González; de los barones y autónomo de la trama, de los que mandan y no se presentan a las elecciones.
Esa autonomía es la autonomía que va a defender siempre Unidos Podemos: la autonomía frente a los poderes fácticos y frente al PSOE, porque tenemos un proyecto autónomo, configurado por nosotros, hecho por la gente y que no vamos a hipotecar por llegar a acuerdos más o menos visibles o comunicables con el PSOE.
Es interesante la evolución sobre la percepción de Pedro Sánchez. En las primarias de 2014 parecía el menos de izquierdas de los tres.
Pedro Sánchez lleva en su seno esta doble cara: entre Melénchon y Macron. La renovación del país en un sentido democrático o es simplemente ser el protagonista de la restauración. En el fondo, y no quiero hablar de psicología, ¿pero qué es lo que tenía en la cabeza Pedro Sánchez cuando llega a secretario general? Yo creo que Pedro Sánchez lo que vino a decir fue: “Soy el único que puede derrotar a Podemos y a Unidos Podemos, por eso me tenéis que dar cancha”. ¿Y a quién le pedía cancha y apoyo? A los poderes fácticos. Por eso, cuando Felipe González y los propios poderes fácticos, la trama, planean un gobierno de gran coalición, Pedro Sánchez con una visión felipista del primer Felipe que tenía que derrotar al PCE dice: “Si voy a la gran coalición dejamos toda la oposición a Unidos Podemos y se pone en peligro el régimen del 78. Por tanto, la condición para que ese rágimen se renueva sin romper con él es apostar por mí para derrotar a Podemos y a Unidos Podemos y, desde ahí, generar una nueva mayoría”.
El primero Pedro Sánchez hizo la política de Felipe González desde Suresnes hasta 1982, definir bien una izquierda y una opoisición a la derecha para impedir que Unidos Poddemos avance y disputar a Unidos Podemos la hegemonía. Eso se ha roto, porque no creyeron en él como alternativa los poderes fácticos. Ahora, ¿Pedro Sánchez qué va a hacer? ¿Ha aprendido de eso? ¿Ha aprendido que hay que gobernar en España contra los poderes fácticos si quieres cambiar el país de verdad? ¿Ha aprendido como decía el otro día un dirigente importante de Pedro Sánchez, que para hacer una tortilla hay que romper los huevos? ¿Ha aprendido que un Gobiernod de progreso de verdad desde un marco político más allá del neoliberalismo va a tener un enfrentamiento importante con ellos? Eso es lo que está en juego y vamos a calibrar hasta dónde está dispuesto a llegar Pedro Sánchez.
Llegamos a todos los acuerdos necesarios con el PSOE; pero nosotros, nuestro camino: fortalecer Unidos Podemos, crear comités de apoyo a Unidos Podemos, una constituyente para la Constituyente, avanzar en un gobierno en la sombra alternativo, fortalecer nuestro propio proyecto. La unidad no es más que la continuación del conflicto por otros medios. El conflicto ideológico, político, cultural, programático, será permanente entre una fuerza como el PSOE y nosotros. La unidad no es el cese del conflicto, sino un nuevo método de organizar el conflicto.
No vamos a entregarnos, a crear una cosa conjunta. Esto no es Podemos e IU; Podemos y En Marea; Podemos y En Comú. Esto es negociar con una fuerza política entroncada en el régimen que aparentemente ha cambiado, que hay una percepción de que ha cambiado y que nosotros queremos, ante eso, mostrar qué posibilidades reales hay para cambiar el país.
Pero mientras vamos a hacer nuestro trabajo, y no vamos a dedicar nuestro tiempo a discutir todos los días con el PSOE. Tenemos que tener nuestro propio proyecto, nuestro propio camino. ¿Que se suma el PSOE, que se puede converger con el PSOE? Perfecto. Pero vamos a seguir nuestro camino, porque corremos el riesgo de estar empantanados en un debate mientras nos vamos diluyendo en lo cotidiano. Hay muchas cosas que hacer de aquí al año que viene.