El PSOE se acomoda en un ideario ajustado a la coyuntura de Sánchez sin margen de debate ni propuestas
Nada es como antes. “Estamos en otro tiempo”, sentencia un veterano socialista para solemnizar lo que salta a la vista. Y no es que la añoranza haga acto de presencia para aferrarse a ella y soslayar el presente, que nunca es igual que el pasado. Es que en el caso del PSOE resulta palmario que todo ha cambiado.
Entre noviembre de 2013 y enero de 2024, hay algo más que una línea temporal. El partido que lidera hoy Pedro Sánchez ha pasado en una década de ser oposición a ser Gobierno, ha tenido dos secretarios generales, una gestora, ha vivido algún que otro convulso proceso orgánico y ha celebrado dos conferencias políticas para poner a punto su ideario. Entre la última y la que se celebra este fin de semana en A Coruña, a mayor gloria de su candidato a las elecciones gallegas, hay notables diferencias. La de antaño se preparó durante nueve meses, contó con la participación de medio millar de expertos en diferentes materias y elaboró una ponencia en la que se introdujeron propuestas de calado como un cambio en el sistema tributario, la revisión de los acuerdos con la Santa Sede y hasta una reforma de la Constitución.
Aquello no fue un salir al paso, ni un lavado de cara, ni un cónclave para aupar o cerrar filas con alguien. Hubo debate. Muy intenso. Incluso a cara de perro entre las distintas federaciones y las diferentes sensibilidades de la socialdemocracia. 12.000 enmiendas al documento marco dieron buena cuenta de la trascendencia y la implicación de todo el partido en aquella cita que, como la de ahora, también se celebró en medio de un profundo debate sobre el encaje de Catalunya en España como telón de fondo. Claro que entonces el PSOE y el contexto eran otros. España vivía una crisis económica, política y social sin precedentes en democracia. Y con Alfredo Pérez Rubalcaba de secretario general, después de la derrota electoral de 2011, el partido bullía. Un día el PSC pedía la abdicación del rey; al siguiente, las Juventudes Socialistas reclamaban la apertura de un proceso constituyente del que surgiera una república “laica y federal” y al otro, Carmen Chacón pedía que la monarquía se sometiera sin excepción alguna a la ley de transparencia.
La de este fin de semana, sin embargo, pasará sin pena ni gloria por la historia de los cónclaves estratégicos o ideológicos de un partido mucho más que centenario. No ha habido durante la redacción de su documento marco ni aportación de los militantes ni inspiración alguna en recomendaciones de expertos internacionales. Mucho menos posibilidad de debate interno o de enmiendas a un texto que los 1.200 delegados recibieron pocas horas antes de aterrizar en Galicia e, incluso, algunos ni siquiera eso porque nadie tuvo a bien enviárselo. Para cuando algunos pudieron leerlo, ya hacía días que la prensa lo había trillado sin encontrar novedad alguna, más allá de la reivindicación de lo hecho por el Gobierno de Sánchez y la reafirmación en todas y cada una de sus políticas. También en la defensa de la amnistía, las relaciones con el independentismo catalán, las políticas económicas o la alerta contra la ola ultra y neofascista que recorre el mundo.
Zapatero, el más atractivo reclamo para la militancia
El PSOE se acomoda por tanto a un ideario ajustado a la coyuntura de Sánchez y su dependencia del independentismo catalán hasta el punto de que ni los cuadros se plantean hacer la más mínima autocrítica ni las federaciones o la militancia exigen ajustes por mínimos que sean. El conformismo, la desidia y la abulia se han impuesto al sempiterno alma crítica e inconformista que en otros tiempos todo lo cuestionaba, con más o menos contundencia. Será por aquello de que cuando un partido gobierna desaparece de un plumazo la disidencia y cuando pasa a la oposición, todo es objeto de crítica.
El programa de este fin de semana se ha limitado a nueve paneles temáticos (cerrados a los medios de comunicación) con participación de un nutrido grupo de ministros y tres foros abiertos en los que Zapatero, María Jesús Montero y José Ramón Besteiro y el vasco Eneko Andueza junto al asturiano Adrián Barbón han sido los platos fuertes de un cónclave que este domingo clausurará Pedro Sánchez. El ex presidente del Gobierno entre 2004 y 2011 se ha convertido en uno de los más atractivos reclamos del socialismo. Su implicación en la campaña del 23J le ha valido el reconocimiento de cuadros y militantes que, tras su salida de La Moncloa, no siempre le tuvieron en cuenta. Hoy eso también es distinto.
Habla Zapatero y el auditorio del Palexco (Palacio de Congresos) aplaude su ofrecimiento para implicarse en la campaña de Besteiro, su manera de ironizar con las manifestaciones que Feijóo convoca contra Sánchez “porque tiene miedo a que Ayuso las convoque contra él”, su disertación sobre el diálogo, la palabra y su cerrada defensa de la amnistía o su lamento de que en lo que respecta a los medios de comunicación “la cancha esté inclinada” siempre hacia el mismo lado, y no precisamente al de la izquierda ideológica.
Entre los organizadores de esta descafeinada convención no hay preocupación, como sí la hubo en 2013, por que alguien levante la voz o lance una bomba de neutrones cuya onda expansiva pudiera provocar que el debate se desvíe de lo que interesa a la dirección federal y que en este momento es situar a Feijóo a la cabeza de la coalición reaccionaria que integra con Vox, dar a la denominada Operación Catalunya y la utilización de los resortes del Estado para perseguir al independentismo catalán durante los mandatos de Mariano Rajoy la trascendencia que merece en una democracia y poner en valor la investigación periodística de elDiario.es y La Vanguardia que ha aportado la documentación que acredita todo ello.
“No hay mayor ataque contra el Estado de Derecho”, dijo la vicepresidenta María Jesús Montero en su diálogo con el candidato del PSdG a la Xunta, tras referirse al asunto como “el Watergate del PP” y cargar contra Feijóo por pasar de puntillas sobre este escándalo de presunto espionaje político y acoso contra los dirigentes independentistas. “Desde Aznar no encontramos un líder del PP que tenga menos pudor a la hora de mentir”, sentenció entre grandes aplausos del plenario de la convención política del PSOE.
Montero, que compartía cartel de uno de los foros abiertos con el candidato del PSdG a la Xunta, puso en pista a Besteiro al pedir que los “gobiernos autonómicos remen en la misma dirección” que Europa y el Gobierno de España para que el gallego defendiera que “una Galicia mejor es posible” a partir de las elecciones autonómicas del próximo 18 de febrero. Y defendió la fórmula Sánchez para que la economía crezca al tiempo que se amplíen los derechos y se den soluciones para “la inmensa mayoría” y “no solo para unos pocos”. Todo en contraste con un Gobierno gallego que, a su juicio, mira para otro lado, ha perdido “cinco de cada diez euros” de los fondos europeos por incapacidad de gestión y “ha mentido” con la gestión del vertido de los microplásticos que afecta a la costa gallega. “Nosotros limpiaremos las playas, pero también tenemos que limpiar la contaminación del PP, que es la contaminación de las mentiras”, afirmó.
Y eso fue todo lo que dio de sí la tormenta de ideas o la puesta a punto del ideario socialista en un año cargado de citas electorales. Al menos, de lo que los plumillas escucharon en los foros abiertos, porque los paneles sectoriales pudieron ser muy interesantes y estar cargados de aportaciones de los ponentes, como sostienen desde la dirección federal, pero nada de ello trascendió. Bueno, algo sí: que la defensa de la ley de amnistía pactada con los partidos independentistas queda incorporada al ideario socialista sin que nadie haya puesto un pero al respecto porque supone “una apuesta por mejorar la convivencia, porque es constitucional y porque los indultos tuvieron antes resultados incuestionables”, Pilar Alegría dixit.
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