El PSOE muta del alivio al desánimo por la falta de implicación de Gobierno y partido en la decisión de Sánchez
¿Y ahora qué? Es la pregunta que sobrevuela entre los socialistas. Gobierno y PSOE han respirado con alivio, sí, tras la decisión de Pedro Sánchez de permanecer en el cargo y marcar un punto y aparte, pero no ocultan una profunda sensación de desánimo tras el último giro de guion del jefe del Ejecutivo. Y eso que lo que transmitió en el último Consejo de Ministros el presidente fue un mensaje de tranquilidad y una firme determinación a actuar para renovar el Consejo del Poder Judicial y poner coto a la desinformación y los bulos.
El decaimiento que transmite la dirigencia e incluso algunos ministros no tiene que ver con los debates ni con las iniciativas que impulsará el Gobierno, sino con la gestión personal “y personalista” que el presidente y secretario general ha hecho de una decisión institucional y política que, de haber acabado en dimisión como se temió hasta el último momento, hubiera tenido consecuencias inimaginables en el ámbito gubernamental y en el orgánico.
Y es que, más allá de la empatía y sensibilidad que merece la situación por la que el presidente ha pasado durante estos cinco días, lo que subyace de todo ello, a ojos de un miembro de la dirección socialista, es que una decisión política e institucional “no puede resolverse por motivaciones personales”. “Si ante una depresión, colapso o estrés emocional, las decisiones se toman desde el ámbito personal y no de acuerdo a una estrategia política, tenemos un problema”, añade el mismo interlocutor. “Que no haya mecanismos, ni equipos en el Gobierno o en el PSOE para parar o gestionar la decisión que adoptó el presidente consigo mismo es aún más grave”, añade el mismo interlocutor.
El eterno debate sobre el hiperliderazgo
La reflexión aviva, sin duda, el debate sobre el hiperliderazgo en los partidos y las consecuencias de las primarias, que aun siendo un incuestionable avance en la democracia de las organizaciones políticas, también han servido para construir liderazgos personalistas y destruir los contrapesos internos con los que antaño tenían que lidiar los líderes políticos. Pedro Sánchez impuso un modelo de PSOE basado en la relación directa del secretario general con los militantes, eliminó el papel de los barones territoriales y se reservó para sí el control de las listas. Una situación que, por paradójica que resulte, ha dado más poder al líder que a las bases.
“En este último movimiento, se ha ido, ha vuelto y quién sabe si se volverá a ir. El caso es que no comparte las decisiones, algo que de algún modo siempre había sido así, si bien esta vez lo ha hecho a ojos de todo el mundo”, lamenta un miembro de la dirección socialista que estuvo en la génesis del proyecto político del secretario general del PSOE desde sus primeras primarias en 2014.
“Estos días hemos visto las consecuencias más negativas de las primarias y de un determinado modelo de partido”, añade otro dirigente socialista, que tampoco alcanza a dar con una respuesta concreta sobre si esto debería llevar al PSOE a un reflexión interna sobre el futuro y si es Sánchez, después de haber amagado con la dimisión, la persona que debe trazar la hoja de ruta de un posible relevo cuando llegue el caso. Coincide, eso sí, con varios de sus compañeros en que “ni la dirigencia ni la militancia están exultantes, tras lo ocurrido, sino más bien preocupadas”.
Más de una docena de voces consultadas por elDiario.es tanto en el ámbito gubernamental como orgánico convergen en preguntarse: ¿dónde ha estado el PSOE en todo este episodio? ¿Si vuelve a pasar mañana, qué hacemos? Y esto es el debate que entienden que el propio Sánchez ha querido cortocircuitar al declararse fuerte ante los micrófonos de la Ser para los próximos siete años. Si fuera lo contrario, tampoco lo diría, pero en los socialistas han entendido que lo que buscaba con estas palabras era zanjar el debate sobre posibles relevos o posibles liderazgos futuros.
Lo que nadie duda es que hoy, aún después del giro de guion del presidente tras sus cinco días de reflexión, el PSOE es Pedro Sánchez y “así seguirá siendo mientras él lo decida”. Cuestión distinta es el latido de la dirigencia e incluso de algunos ministros. Uno de ellos habla de un “fin de ciclo que tardará más o menos en llegar, que veremos en seis meses o en tres años, pero que después de todo esto tiene que haber algo distinto”. Y no se refiere a Sánchez, sino al desconcierto provocado en la organización y en el Gobierno durante los días que todos creyeron que el presidente dimitía. Es el mismo que admite que le faltan claves y muchas respuestas sobre lo ocurrido en la última semana y que reconoce fallos evidentes en la gestión de todo ello. Coincide, así, con otros de los consultados en que el problema ha sido “la decisión de Sánchez de no compartir con absolutamente nadie la decisión de la carta con la que anunció que paraba unos días y en la que se preguntaba si merecía la pena seguir”. Porque, concluye: “Que no comparta una decisión de calado político más que consigo mismo, y no con su gabinete, el gobierno o la secretaría de Organización del PSOE ha estado a punto de llevarnos al abismo”.
En efecto, Sánchez no informó más que a su jefe de gabinete, Oscar López, después de haber redactado la carta de su puño y letra para que la subiera a las redes sociales. Y, después, tampoco compartió la decisión de seguir al frente del cargo con nadie hasta las 10 de la mañana del lunes, una hora antes de hacerlo público y tras regresar de su audiencia en Zarzuela con Felipe VI. Más tarde, sólo lo compartió con López, María Jesús Montero y Félix Bolaños y el 'número tres' del partido, Santos Cerdán.
“Las decisiones ya no se toman siquiera con el equipo más cercano, lo que desactiva a todo el partido”, añade resignado otro miembro de la dirección socialista que, en referencia, al debate sucesorio y a qué hay después de Sánchez admite que durante los días de reflexión del presidente, “todo el mundo pensó en alguien”, pero que el relevo natural hubiera recaído en María Jesús Montero, tanto para una hipotética investidura, como para la secretaría general, ya que es también la segunda en el escalafón del partido.
Una vez investida, y si ella se hubiera querido quedar, después de ostentar la presidencia del Gobierno, “nadie se hubiera opuesto a que fuera la próxima cabeza de lista”, añade.
Cuando el relevo viene señalado por un derrotado...
Y más a futuro, dependerá de si el debate se abre “cuando hayamos perdido las elecciones o si, antes de perderlas, Sánchez anuncia que no se volverá a presentar”, señala alguien que conoce bien la organización socialista por dentro. Si después de una derrota electoral, “el relevo viene señalado por el derrotado será un fracaso, como lo fue Almunia cuando fue ungido por Felipe González, y Rubalcaba, cuando lo decidió Zapatero”, augura un ferviente defensor de las primarias que no es ajeno a las voces que pretenden que el futuro pase por la ministra de Educación, Pilar Alegría.
La de Zapatero es una de ellas, si bien coinciden con su apuesta algunos dirigentes hoy en primera línea que se mofa de quienes, desde montañas no tan lejanas, han aprovechado esta semana para salir del ostracismo, reactivar sus redes sociales, pedir paso en los medios de comunicación y clamar que estaba a disposición de lo que pida el partido. “Fue anunciar el presidente que no se iba y regresar a su sarcófago”, ironizan sobre quien no hace falta dar nombres ni muchas más pistas.
Sin duda, hay un antes y un después del último movimiento de Pedro Sánchez. El debate sucesorio no ha arrancado, pero sí existe un análisis compartido sobre el hiperliderazgo, el modelo de partido y, sobre todo, sobre las consecuencias de haber tomado decisiones institucionales y orgánicas desde un ámbito absolutamente personal en las que ni el Gobierno ni el PSOE han podido participar porque “Sánchez sigue siendo Sánchez”, sentencia uno de sus más estrechos colaboradores.
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