Pesimismo socialista
No hay buen ambiente en las filas del PSOE. La encuesta del CIS –cuyos resultados relativos a ese partido coinciden bastante con los que publica eldiario.es- y la actuación de Pedro Sánchez en el debate de Atresmedia han generado una ola de pesimismo entre muchos de sus militantes y votantes. Desde las generales de 2011, los socialistas no han dejado de caer electoralmente. También en municipales y autonómicas, en las que solo conquistaron importantes parcelas de poder gracias que el PP cayó aún más que ellos. Frente a esa realidad, la dirección del partido había logrado últimamente trasmitir a su gente la sensación de que el 20D las cosas podían ir mejor, de que se podía invertir la tendencia. Los sondeos más recientes y el hecho de que Pedro Sánchez no consiguiera contrarrestar su efecto en el citado debate han sido dos jarros de agua fría, tal y como reconocen no pocos de los afectados.
El hecho de que el PP, aunque también Ciudadanos y Podemos, hayan aprovechado esas circunstancias para golpear aún más al PSOE ha contribuido a aumentar ese efecto. La entrada en escena de Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero –este de manera fugaz- y Alfredo Pérez Rubalcaba hayan salido a la luz pública para defender a Pedro Sánchez y a su partido, puede haber satisfecho a más de un militante, pero no parece que vaya a revertir la tendencia. Entre otras cosas, porque son los exponentes máximos del antiguo PSOE, el mismo que es el objeto central de las críticas de Podemos y de Ciudadanos. Pero también porque su protagonismo in extremis contradice la idea de renovación que la nueva dirección socialista ha alzado como bandera y viene a dar la razón a Pablo Iglesias cuando asegura que Sánchez querría renovar, pero que los “viejos” no le dejan.
A nueve días de las elecciones, esta situación podría evolucionar en dos direcciones totalmente opuestas. O bien el pesimismo se convierte en una bola de nieve y lleva al PSOE a resultados aún peores que los pronosticados por los sondeos, o bien el mal momento provoca una reacción de orgullo partidario que atraiga a votantes que en las últimas semanas habían desistido de optar por el Partido Socialista.
El atentado y Rajoy
Las explicaciones que sobre la marcha y desde Orihuela ha dado el presidente del Gobierno sobre el atentado de Kabul han generado alguna confusión. Primero, porque ha dicho que la bomba de los talibanes “no iba dirigida contra el edificio” de la embajada española, sino contra un hostal situado junto a ella. Pero otras informaciones apuntan a que la mayoría de los huéspedes del citado establecimiento son justamente funcionarios o empleados de la embajada, un edificio demasiado pequeño para alojarlos. Con lo cual, en caso de que Rajoy estuviera en lo cierto, el objetivo seguiría siendo el mismo. Es decir, personal español.
El hecho de que Rajoy haya añadido, muy en su estilo de confundir las cosas sin que se sepa muy bien para qué, que la embajada no era el objetivo “pero podía haberlo sido perfectamente” sólo añade perplejidad en un momento en el que lo que pide es claridad. El presidente del Gobierno también ha asegurado que no hay españoles heridos, para minutos después confirmar que había un policía muerto.
Puestos a pensar mal, se diría que el atentado de Kabul, salvadas las enormes distancias, ha despertado en Rajoy el recuerdo de lo que ocurrió el 11 de marzo de 2004, y, sobre todo, lo que le pasó a él, tres días después, en las elecciones del 14M. Y que ese recuerdo le ha llevado, por encima de cualquier otra cosa, a tratar de negar, como sea, que España esté en la mira del terrorismo islámico. No vaya a ser que la gente le eche a él la culpa de ello.