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Los grupos que auparon al PSOE al Gobierno tumban votaciones en el Congreso para recordar a Sánchez que les necesita

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Aitor Riveiro / Irene Castro

Menos de dos meses han bastado para que se ponga en evidencia la debilidad parlamentaria del Gobierno de Pedro Sánchez. La rocambolesca renovación de RTVE, lograda solo de forma parcial y tras ocho votaciones, y el fallido primer intento de aprobar la senda presupuestaria del Ejecutivo, han desinflado la ilusión del PSOE de gobernar de forma autónoma. Los 84 diputados que apoyan a Sánchez y su Gabinete se han demostrado insuficientes para dirigir la actividad parlamentaria. Y los grupos que le auparon al Palacio de la Moncloa le han lanzado un aviso definitivo en forma de abstención este viernes: o el Gobierno negocia o sus propuestas embarrancarán, una tras otra, en el Congreso.

“No han negociado nada”. “Los temas, antes de traerlos a la Cámara, hay que trabajarlos”. “No hemos venido a bailar el agua a nadie. Hemos venido a defender los intereses de la mayoría social”. “Actúa como una ministra con mayoría absoluta, pero tiene 84 diputados”. “No solo valía con ganar la moción de censura”. “El Gobierno sabe lo que tiene que hacer”. Así han explicado los grupos, desde la tribuna del Congreso, su rechazo a las cifras macroeconómicas planteadas por el Gobierno.

Con las cámaras apagadas, el enfado de los diputados se expresaba de forma mucho más evidente y sin tener en cuenta en el decoro parlamentario. Diputados nuevos, parlamentarias veteranas, de izquierdas, de derechas y de la autodenominada “nueva política” han coincidido en señalar la gestión del Gobierno como errónea, en el mejor de los casos.

De la moción “gratis” a la pérdida de confianza

“Yo quiero votar a favor, pero tienen que ofrecer algo”, resumía a eldiario.es un veterano portavoz parlamentario este jueves a primera hora de la mañana. Palabras similares se escucharon durante los días previos a la moción de censura.

Sánchez contó entonces con el apoyo inestimable del rechazo transversal que había acumulado Mariano Rajoy desde que accedió al Gobierno en 2011. La sentencia del ‘caso Gürtel’ hizo el resto. Solo el PNV logró negociar su sí a la investidura de Sánchez. Fue a cambio de mantener los acuerdos que había alcanzado con el PP para apoyar sus presupuestos de 2018. El Gobierno del PSOE hizo suyas unas cuentas que había rechazado, mientras el PP votaba en contra de los números que había negociado unas semanas antes.

El principal aliado del PSOE, por números, es el grupo confederal. Unidos Podemos apoyó “gratis” la moción de censura. Después, propusieron a Pedro Sánchez un Gobierno de coalición que permitiera que los números de salida del Ejecutivo fueran los 151 diputados que suman socialistas y Unidos Podemos-En Comú-En Marea.

El espacio que lidera Pablo Iglesias obtuvo el ‘no’. El secretario general de Podemos ya advirtió en el debate de la moción de que “con 84 diputados no se puede gobernar”. Unos días después, cuando ya era evidente que su grupo no iba a integrar el Gobierno de Sánchez, zanjaba: “El PSOE tenía que elegir. Ha elegido gobernar en solitario. Les deseamos buena suerte. Estar en La Moncloa va a ser un calvario para Pedro Sánchez”.

No era una amenaza, sino la constatación de las dificultades que iba a tener el Gobierno del PSOE. Se pusieron enseguida de manifiesto cuando Pedro Sánchez abrió la negociación para la renovación de RTVE. Un proceso que debió ser rápido, en el que la mayoría del Congreso estaba de acuerdo y reclamado por los trabajadores de la Corporación. Pero el Ejecutivo ha tenido que esperar ocho votaciones, quemar varios nombres por el camino y laminar la confianza que sus aliados tenían en Sánchez.

Después llegaron las 20 medidas que Iglesias propuso a Sánchez en forma de pacto de legislatura. La respuesta, señalan desde el grupo confederal, fue el silencio.

ERC y PDeCAT, supeditados a la cuestión catalana

La suma de PSOE y Unidos Podemos en el Congreso es insuficiente para sumar la mayoría de la Cámara. La senda presupuestaria fue rechazada el viernes por 172 votos y ambos grupos tienen, juntos, 151 diputados.

Ante el rechazo absoluto de Ciudadanos, Pedro Sánchez necesita, sí o sí, a ERC y PDeCAT. 17 votos que dependen casi en exclusiva del conflicto territorial, político y judicial que vive Catalunya. La nueva dirección del PDeCAT, con Míriam Nogueras como mujer fuerte en Madrid, lo circunscribe todo a la cuestión de los políticos huidos y en prisión. También ERC supedita su apoyo a Sánchez a la negociación de cuestiones como el derecho a decidir, una línea roja para el PSOE, pero que el simple hecho de permitir hablar en la comisión bilateral de la próxima semana da munición a los de Albert Rivera y Pablo Casado.

Por último, los cuatro diputados de Compromís hacen valer su peso en Madrid y su relación preferencial con el PSOE, con quien gobiernan en coalición en la Comunidad Valenciana. El consejero de Economía de Ximo Puig ya dio una pista de que algo no iba bien en la negociación cuando se abstuvo en el Consejo de Política Fiscal y Financiera previo a la aprobación del objetivo de déficit en el Consejo de Ministras.

El Gobierno responsabiliza a los demás

Sin embargo, el Gobierno niega que el fracaso en la votación –la segunda si se tiene en cuenta la elección fallida del Consejo de Administración de RTVE– sea un síntoma de fragilidad: “No reconocemos ninguna situación de debilidad, sinceramente”, ha dicho la portavoz, Isabel Celáa. Lejos de hacer autocrítica, Sánchez traslada toda la presión al resto de formaciones:

En los últimos días el Gobierno ha trabajado sin éxito para evitar la situación que se ha producido, pero no ha tenido éxito. Ahora recompone el argumentario con el que tenía pensado atacar al PP por bloquear la senda en el Senado y lo extiende al resto de formaciones –acusándolas de impedir “oxígeno” a las comunidades, a la Seguridad Social y a la administración central–, pero cojea en una de las patas que es que la votación en el Congreso ni siquiera ha salido adelante.

Además, desde el Consejo de Ministras niegan que la dificultad haya residido en la falta de negociación, a pesar de que las cifras del techo de gasto las ha elaborado en solitario. “Si algo hace este Gobierno es negociar, hablar con las fuerzas políticas y los agentes sociales –ha expresado la portavoz–. Entendemos que las negociaciones siempre son perfectibles, pero no pensamos que haya sido una ausencia de negociación lo que nos ha traído este resultado que no nos gusta para los ciudadanos”. “Es una excusa”, ha dicho la portavoz socialista, Adriana Lastra.

El Gobierno tampoco tiene previsto cambiar de estrategia para sacar adelante la senda de estabilidad en el plazo de un mes que le permite la normativa. Presentará la misma propuesta emplazando a los grupos a ceder. No obstante, en el Ejecutivo son conscientes de que las posiciones están enconadas por lo que comenzará a trabajar en los Presupuestos Generales del Estado para 2019 con la capacidad financiera aprobada el pasado año. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha reconocido que los 1.200 millones de euros de flexibilidad que iban a parar a la administración central no suponen un cambio sustancial con respecto a los 125.000 millones que constituyen los gastos totales del Estado reflejados en sus cuentas públicas anuales.

En Moncloa tratan de restarle importancia a esta votación y creen que los partidos de han dejado llevar por el “dogmatismo” y los “cálculos electoralistas”. No obstante, son conscientes de que estas dificultades siembran dudas sobre la gobernabilidad. Sánchez y su equipo se esfuerzan por zanjar el debate sobre el adelanto electoral con la consigna de que el objetivo es tener presupuestos en “tiempo y forma”; pero será ese debate precisamente la prueba de fuego para el Gobierno. El fracaso en la senda de estabilidad ha marcado el camino –“marca como expectativa que la legislatura va a durar poco”, confiesa un alto cargo socialista“–, pero con el horizonte electoral de mayo las estrategias y piezas van a ir recolocándose. En el Gobierno confían en conseguir aire de los que fueron sus aliados e incluso un cambio en la beligerante posición de Ciudadanos.

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