Las elecciones generales de 2019 marcarán para la historia la peculiaridad de ser las únicas en las que los principales candidatos habrán tenido que pasar por dos debates consecutivos en televisión en los últimos días de la campaña. El primero de esos cara a cara entre los aspirantes coincide este lunes con la fecha límite marcada por ley para la publicación de encuestas, por lo que nada de lo que suceda en esas citas televisivas se verá reflejado en la publicación de sondeos. Hasta el día de las elecciones no se conocerá la influencia de los debates en unas elecciones con las tasas de indecisión más altas de la historia, que se sitúa por encima de un 20% según varios sondeos.
La ley que regula el funcionamiento electoral da por hecho que las encuestas tienen un efecto en el voto y por eso prohíbe su publicación en los cinco días previos a las votaciones. Se trata de una prevención sobre la que algunos sociólogos como el presidente de Gad3, Narciso Michavila, se muestran escépticos. Michavila segura que “cuanta más información tenga el elector mejor podrá decidir su voto”.
Los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) señalan que una parte importante de los votantes decide su opción con una mirada en los sondeos. Según el estudio postelectoral realizado por el CIS en Andalucía, el 10% de los encuestados declararon que su voto estuvo muy o bastante condicionado por los estudios demoscópicos“. En la postelectoral del CIS tras las elecciones de 2016, un 8% se manifestaba en los mismos términos.
El politólogo Antón Losada cree que la influencia de las encuestas sobre el voto “no se limita a las encuestas en sí”, ya que éstas traen consigo un efecto arrastre con enfoques informativos, artículos de opinión y la propia reacción de los partidos aludidos. Losada asegura que “tenemos abundantes evidencias de que las encuestas han sido utilizadas para influir en el electorado” por lo que propone revisar la regulación para que los criterios técnicos de estos estudios estén garantizados: “No podemos seguir tolerando que se publiquen encuestas sin ficha técnica o en malas condiciones”, asegura.
Uno de los principales efectos sobre los que reflexionan los sociólogos es el que genera la condición de favorito, que en estas elecciones es patrimonio del PSOE. El consultor político norteamericano Joseph Napolitan (1929-2013), que participó en un centenar de campañas electorales, concluyó en sus publicaciones que el “voto al ganador” no opera en las decisiones de sufragio. El presidente de Gad3, Narciso Michavila, comparte esta convicción y señala que la existencia de esa ventaja “es un falso mito”. A pesar de ello, los partidos políticos españoles “siempre se preocupan porque sus siglas aparezcan las primeras en los pronósticos”, tal y como asegura José Ramón Lorente, director de Celeste-Tel. Para este sociólogo, “la posición de favorito es la preferida por todas las formaciones políticas en nuestro país”.
La limitación sobre encuestas que marca la legislación española solo hace referencia a su publicación pero no impide que estas se sigan realizando durante toda la campaña. Los partidos manejan sondeos hasta el mismo día de las votaciones. Como cuenta Lorente, “las encuestas de los últimos días cada vez son más importantes, a causa de la importante masa de indecisos. La última semana de campaña tenemos encargos de trackings para entregar cada 24, 48 o 72 horas, según el cliente”.
Debates en la sombra
En esta campaña se da la paradoja de que el momento clave no será medido de forma pública: no habrá ninguna encuesta que analice la influencia que los debates podrían tener entre indecisos o abstencionistas.
El sociólogo Antón Losada reflexiona sobre los efectos del apagón demoscópico en una recta final de campaña con dos citas televisadas para los candidatos: “Al que le haya ido bien en el debate, le perjudicará que no haya encuestas que refrenden ese éxito”. Narciso Michavila cree que ese apagón le pone las cosas más difíciles al votante: “Han metido los debates cuando no se puede medir el impacto de los debates. Esto lo pone más difícil para que la gente sepa lo que va a pasar”.
Hasta el domingo de elecciones no tendremos una medición clara de qué cosas han cambiado con respecto a lo que dicen las encuestas que ya conocemos y que podrían haberse convertido en papel mojado en cuestión de días. Todos los que trabajan en el mundo de las encuestas advierten de la dificultad añadida que supone realizar previsiones acertadas ante un nuevo fenómeno que parece haberse instalado en la política española: cada vez los electores deciden más tarde. Según la encuesta postelectoral elaborada por el CIS tras las Andaluzas, dos de cada diez votantes tomaron su decisión unos días antes de las votaciones. El 10% lo hizo de camino al colegio electoral.