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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Última tarde en el mausoleo del dictador

Tumba de Franco en el Valle de los Caídos

Constanza Lambertucci

A las tres de la tarde, la noticia les tomó por sorpresa. Después de que este viernes la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, anunciara que el Valle de los Caídos permanecerá cerrado desde el sábado hasta que se exhumen los restos de Francisco Franco, algunos nostálgicos y otros curiosos han salido para allí. Frente a la tumba del dictador, se han llegado a reunir unas 60 personas. Son los últimos visitantes de la tumba de Franco en el Valle de los Caídos.

“Hemos venido porque el Caudillo es el estadista más grande que ha tenido España desde los reyes católicos”, se lanza Eduardo García junto a la tumba del dictador, cubierta por completo de flores rojas y amarillas. Su esposa, Amparo, que prefiere no desvelar su apellido, entra al templo llorando detrás de unas gafas de sol. Apunta con su móvil a la lápida para llevarse un recuerdo de estas últimas horas en el mausoleo del dictador. Pero un vigilante de seguridad lo impide en un primer momento. “Sí que voy a hacer fotos, que me detengan si no”, ha dicho la mujer, que por fin ha disparado.

Otro de los visitantes aprovechan la sorpresa del guardia de seguridad ante la respuesta de la mujer y posan para la cámara de Amparo con una bandera que llevaba inscrito “viva la unidad de España”, una de las pocas que asoman durante la tarde en el Valle de los Caídos.

—¿Te importa que te salga la cara?

—Todo lo contrario, un honor.

El diálogo resume el espíritu de los últimos visitantes.

Franco fue enterrado aquí el 23 de noviembre de 1975, tres días después de su fallecimiento y bajo una lápida de 1.500 kilos de piedra. Ahora, el Gobierno ha comenzado a tomar las “decisiones técnicas y de seguridad” pertinentes para la exhumación de sus restos y el traslado al cementerio de El Pardo que se llevará a cabo antes del 25 de octubre. El Valle de los Caídos permanecerá cerrado al público hasta después de la exhumación, que el Gobierno prevé entre el 18 y el 22 de octubre. Solo podrán acceder los huéspedes de la hospedería Santa Cruz, que se encuentra dentro del recinto y este fin de semana tiene las 120 habitaciones reservadas por los miembros del movimiento católico 'los kikos'; por los familiares de los niños que acuden a la escolanía del Valle de los Caídos y por los trabajadores, según explica una agente de la Guardia Civil a la entrada del recinto.

Este viernes era la última oportunidad para visitar la tumba del dictador en el mausoleo que él mandó construir bajo una cruz de 150 metros de altura. María José Gil ha acudido con su madre, Pepi, y sus tres hijos desde Segovia. Tenían pensado venir el fin de semana porque querían que lo vieran los niños, pero han tenido que adelantarse: “Son unos sinvergüenzas. Ya lo habían enterrado aquí, qué más da”. “Mi madre era franquista”, ha confesado Pepi. “Yo también soy franquista, cómo no. Si viviera Franco…”, ha dicho en voz baja y su hija la ha callado: “No es que sea fan”.

Poco a poco, van llegando más visitantes. Un grupo de 20 personas guiadas, en inglés y en español, por un hombre vestido de amarillo ha rodeado la tumba de Antonio Primo de Rivera, primero, y de Franco, después. Juan y Sabrina, dos alicantinos de 46 y 44 años que no han querido decir su apellido, lo visitaban por primera vez; confundidos, han preguntado a una guía de Patrimonio Nacional:

—Hemos visto la tumba de Franco y de Primo de Rivera. ¿Y eso que dicen que hay mucha gente enterrada?.

—Están ahí detrás de los altares, son como nichos colectivos.

Ellos esperaban encontrarse un cementerio.

Pasadas las cinco y media, cuando falta poco para que se cierre la Basílica, los visitantes desde la explanada aprovechan para hacerse los últimos 'selfies'. Tres hombres, que no se quieren identificar, se turnan para hacerse fotos. Verticales, horizontales, individuales, de los tres juntos: “Que salga la cruz, que no se tuerza”.

Unos metros más allá, Arturo y Ana, que también se reservan sus apellidos, han llegado cuando faltan minutos para cerrar el acceso. Agitados, han subido las escaleras que llevan hasta la Basílica con tres carritos de bebé. “Van a profanar la tumba del Caudillo. Quiero que mis hijos lo conozcan mientras está en su sitio”.

Algunos han seguido hacia la confitería del recinto, que también permanecerá cerrada desde este sábado, donde miembros de la Asociación de Defensa del Valle de los Caídos reparten pulseras con la bandera de España. Daniel, uno de los miembros que tampoco se quiere identificar, se resiste a aceptar lo que el Tribunal Supremo ya ha autorizado.

—¿Irá a visitar la tumba de Franco a El Pardo?

—Confío en que no lo van a sacar porque por encima de las leyes del hombre están las leyes de Dios.

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