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Un muerto y masivo rechazo en la calle debilitan al presidente Merino
Lima, 14 nov (EFE).- La zozobra política en Perú alcanzó este sábado un punto álgido con una nueva y masiva movilización contra el gobierno de Manuel Merino, cuya dura represión dejó un muerto que abona tanto el sólido rechazo a su figura como su cada vez mayor debilidad.
Decenas de miles de peruanos marcharon por calles y avenidas de todo el país en una movilización de rechazo espontánea, coordinada tan solo a través de redes sociales, sin líderes ni portavoces, muy diversa, mayoritariamente joven y con una dominante presencia femenina.
En Lima, la marcha desató crudas escenas de violencia y represión que se saldaron con un fallecido, un joven de 25 años con una herida por arma de fuego en la cabeza, según confirmaron fuentes hospitalarias a la emisora de radio RPP.
Merino, muy duramente criticado y expuesto como el ejemplo de la política que los peruanos quieren desterrar del país y por su pésima gestión de las protestas, tendrá que responder ahora ante una tragedia que sólo servirá para solidificar la masiva oposición en su contra.
Aún sin el joven fallecido, y más allá de los números, esta marcha marca un hito en la vida política del país y ya hubiera supuesto una presión extra sobre Merino, que ha visto también cómo sus aliados en el Congreso que lo auparon a la presidencia comienzan a distanciarse de su Gobierno.
MAYOR FUERZA
La movilización fue, si cabe, mayor que la que el jueves último, y en Lima volvieron a verse las mismas imágenes de apoyo masivo a las protestas en la céntrica plaza San Martín, donde se congregaron más de 15.000 personas a las que añadir varios miles más que marcharon en otros lugares de la capital.
Tal y como en ocasiones anteriores, hubo graves disturbios en el entorno de la sede del Congreso de la República, protegido por un muro de policías, con disparos de perdigones y bombas de humo.
Uno de esos disparos fue el que causó la muerte del joven.
Además, hubo varios heridos, algunos de gravedad, según pudo verse en las transmisiones de televisión y a través de las redes sociales.
A falta de valorar aún el alcance de la represión, que la Defensoría del Pueblo calificó como “uso indebido de fuerza”, todo parece indicar que las escenas vividas en el corazón de la capital peruana tendrán consecuencias para un Ejecutivo muy cuestionado por su manejo con mano dura e intransigente de esta situación.
El carácter descentralizado y acéfalo de la protesta dejó también marchas y concentraciones menores, pero también muy nutridas, en prácticamente todos los distritos de la capital, donde los incidentes brillaron por su ausencia.
En el quinto día consecutivo, que la movilización congregara a un número mayor de personas parece ir en contra de las previsiones del Gobierno, cuyos responsables estimaron que la gente “ya se cansaría” de protestar y que sin embargo acudió en masa pese a la amenaza de represión.
“CONSTITUCIONALIDAD”
Antes del inicio de las marchas, el nuevo presidente y su primer ministro Ántero Flores-Aráoz salieron a defender la “constitucionalidad” de su Gobierno de transición, que surgió tras un juicio político contra Vizcarra que contó con el apoyo de 105 de los 130 diputados del Congreso.
En su primera, y muy breve, aparición ante un medio de comunicación peruano Merino insistió en la tesis del Ejecutivo de no dar credibilidad a la movilización y no asumir los reclamos de la población.
Así, llegó a indicar que él prestaba “respaldo a la juventud” que protestaba, si bien interpretó de forma un tanto forzada que el clamor popular era por la situación económica y social causada por el covid-19.
Nada en la movilización de esta jornada permite sostener esa tesis, pues el principal reclamos, ha sido la preocupación por la situación de la democracia en el país y subrayar la ilegitimidad del gobierno de Merino.
“Merino, NO eres mi presidente”, “Merino, el pueblo te repudia”, “No me representas”, “Merino usurpador” o, más crudamente, “Me orino en Merino” y “Fuera, mierda”, han sido los lemas recurrentes de estos días que se repitieron en la jornada de hoy.
RENUNCIA Y ESCISIONES
La presión hacia Merino y su gobierno, formado por técnicos y políticos de marcado carácter conservador y derechista, comenzó a llegar también por parte del Congreso, que puso al presidente en el poder pero que ahora parece responder a la exigencia ciudadana.
A los anuncios ya conocidos de que varias fuerzas que apoyaron la destitución de Vizcarra ahora planean negar su confianza al gabinete de Flores-Aráoz, se han añadido críticas incluso de los más cercanos aliados del mandatario en su camino al poder.
Así, el propio partido de Merino, Acción Popular (AP), donde existe una gran división interna, emitió un comunicado de apoyo a la ciudadanía en sus protestas, mientras que el alcalde de Lima, Jorge Muñoz, también de su partido, criticó públicamente la represión y los intentos policiales para evitar que la gente participara en las marchas.
También retiraron su apoyo a una comisión parlamentaria que iba a seleccionar los candidatos para formar el Tribunal Constitucional, un órgano clave en esta crisis y que el gobierno de Merino quería llevar a cabo pese a su carácter de transición y pese a que las elecciones generales que renovarán el Congreso se harán en menos de cinco meses.
DIMITIR ¿POR QUÉ?
Poco antes de la marcha, Flores-Aráoz declaró ante la prensa que pese a las protestas, que había dicho no saber a qué se debían, el presidente no pensaba dimitir por que muchos peruanos lo respaldan.
“Tiene millones de peruanos que lo respaldan, lamentablemente están en sus casas. No los invitaría a salir”, dijo en declaraciones al Canal N.
Flores-Aráoz pidió “tranquilidad” y conversar con aquellos que se encuentran en contra de la sucesión presidencial, pues “la política es diálogo, no imposición”.
Las escenas tanto de unidad y objetivo común multitudinario para desbancar al gobierno de Merino como de violencia innecesaria e innegable, que fue transmitida en directo por medios de comunicación y redes sociales, hablan lamentablemente un intento de imposición, que los peruanos en las calles no parecen aceptar.
Álvaro Mellizo
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