La historia de Carmen, la profesora de física de la que hablé en el artículo anterior, es un testimonio de cómo el principio de “dimensiones apropiadas” puede cambiar vidas y abrir las puertas de la inclusión total.
Después de que Carmen consiguiera la instalación de un ascensor y la reorganización del laboratorio de física, empezamos a ver cómo es importante también la reorganización de espacios para desarrollar una vida lo menos diferente al resto posible.
La premisa de “dimensiones apropiadas” es que todo diseño debe ser cómodo y eficiente de usar con el mínimo esfuerzo físico posible.
Carmen se dio cuenta de que su casa, aunque adecuada en muchos aspectos, no era completamente accesible para ella en silla de ruedas. Las puertas eran demasiado estrechas, los pasillos demasiado estrechos y los interruptores de la luz le quedaban a una altura incómoda. Inspirada por su experiencia en la escuela, Carmen decidió adaptar su hogar para hacerlo verdaderamente accesible.
El primer paso fue modificar las dimensiones de las puertas y pasillos para que fueran lo suficientemente anchos para que su silla de ruedas pasara sin problemas. Se instalaron rampas en las entradas para eliminar obstáculos y permitir un acceso sin esfuerzo. Los interruptores de luz se colocaron a la altura adecuada, y se añadieron controles de voz, tipo Alexa o Siri, para facilitar el encendido y apagado de las luces.
La cocina fue otro desafío importante. Carmen cocinaba bastante, pero con la silla de ruedas, las encimeras y los armarios se hacían imposibles de alcanzar, o al menos de una manera muy incómoda. Para abordar este problema, se rediseñó la cocina. Se rebajó la encimera y se crearon espacios de almacenamiento accesibles, lo que permitió a Carmen continuar con su pasión culinaria sin problemas ni limitaciones.
Pero Carmen no se detuvo ahí. Las dimensiones apropiadas en el diseño de tecnología eran fundamentales. Carmen invirtió en una computadora con un teclado y un mouse ergonómicos que le permitieron trabajar de manera eficiente sin forzar su cuerpo. Además, aprovechó las funciones de accesibilidad en su sistema operativo para personalizar su experiencia en línea, desde el tamaño del texto hasta la velocidad del cursor.
Este enfoque de “dimensiones apropiadas” también se extendió a su vida social. Carmen se dio cuenta de que muchos restaurantes y lugares de ocio no eran accesibles. A través de su perseverancia, se convirtió en una activista de la accesibilidad en su comunidad. Colaboró con propietarios de negocios locales para adaptar sus instalaciones, asegurándose de que las dimensiones fueran apropiadas para personas con diferentes niveles de movilidad.
La historia de Carmen es una muestra y un recordatorio de que el diseño universal no es algo abstracto, sino una filosofía que puede impactar positivamente la vida de las personas.
Cuando se aplican principios como “dimensiones apropiadas” en el diseño de entornos, productos y tecnología, se están derribando barreras y abriendo oportunidades.
El esfuerzo de Carmen no solo mejoró su propia calidad de vida, sino que también allanó el camino para que otros experimenten una mayor inclusión y accesibilidad en sus vidas diarias. Su historia nos recuerda que todos tenemos un papel que desempeñar en la construcción de un mundo más inclusivo.
El principio del diseño universal de “dimensiones apropiadas” es una llamada a la acción para diseñadores, arquitectos, empresas y comunidades. Nos llama a considerar las necesidades de todas las personas y a garantizar que los espacios, productos y tecnología sean cómodos y eficientes de usar para todos.
La historia de Carmen es un ejemplo inspirador de cómo un enfoque inclusivo puede cambiar vidas y construir un mundo más equitativo. A medida que avanzamos hacia un futuro más accesible, debemos recordar que las dimensiones apropiadas no son sólo una cuestión de diseño, sino un reflejo de nuestra humanidad compartida y un paso hacia un mundo verdaderamente inclusivo.
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