En breve, los periódicos se llenarán de artículos sobre la depresión post vacacional y la consabida vuelta al cole. Desde hace unos días, además, los grupos de Whatsapp de madres y padres bullen con asuntos varios: quinielas sobre los maestros que les tocarán a los niños y el material requerido por el colegio para este curso son los temas estrella.
Nos aburrimos mucho. En serio. Hablar por hablar. Enredar con la lista de materiales es todo lo que muchos tenemos que hacer para volver al cole en septiembre. Pero el comienzo de curso implica otras desazones para las familias que tienen hijos con discapacidad. Encima no lo pueden comentar en el grupo de clase, porque el tema no interesa al resto. Es la otra vuelta al cole.
Los padres de alumnos con discapacidad afrontan el nuevo curso con otras problemáticas añadidas, las específicas derivadas del trastorno o discapacidad de su hijo. A ellos también les interesa saber qué maestro será su tutor, pero por otras razones. Un maestro implicado saca el doscientos por ciento de un alumno con discapacidad y suplirá la falta de recursos de la administración.
Los padres de alumnos que necesitan apoyo en audición y lenguaje, estarán inquietos ante la perspectiva de que les hayan reducido horas de logopedia. Es bastante probable que esos padres comiencen el curso en el mostrador de secretaría y en el de la delegación de educación de su comunidad, redactando escritos para solicitar los recursos para sus hijos.
Por su parte, los alumnos sordos andarán cruzando los dedos para que el primer día de clase su intérprete de lengua de signos esté presto y dispuesto en el aula para no perderse ninguna información importante. Si llegan y no hay nadie, también les tocará pelear por ese recurso ante la delegación.
Los alumnos ciegos habrán pasado el verano consultando periódicamente la web de sus centros para averiguar el listado de libros de texto del nuevo curso para solicitar su transcripción al braille o la grabación en audio de los mismos, según el caso, a fin de comenzar las clases con todo el material preparado. Recuerdo aquellos veranos de mis años de estudio, pendiente de que el colegio publicara el listado de libros de texto. Grabar un libro lleva sus horas y son cientos los alumnos ciegos que cada verano solicitan la grabación de todos sus libros a la ONCE, que presta un buen servicio, siempre que la solicitud se realice con la antelación suficiente. Cuanto antes, mejor, por razones obvias.
Los alumnos que usen silla de ruedas, tendrán sus mochilas preparadas, su material listo, pero tampoco llegarán a clase con la certeza absoluta de que su aula tiene acceso mediante ascensor o rampa. Es otra incógnita que se desvelará el próximo 10 de septiembre.
También habrá centros que comiencen el nuevo curso con todos los deberes hechos y sus alumnos con discapacidad volverán a clase sintiendo verdaderamente que son uno más. Levanten la mano, por favor, para que no se nos quede mal sabor de boca.
No olvidemos que las administraciones destinan muchos recursos que, a veces, no llegan a su destinatario. No siempre es cuestión de falta de dinero sino de una gestión dudosa. Los inspectores deberán hacer su parte, dándole sentido a su función de servicio público.
Por último, solo me cabe desearles, familias con discapacidad, buena suerte para afrontar los desafíos del próximo curso. A los maestros, todo mi apoyo para acompañar a los alumnos por nueve meses de aprendizaje diario y a las instituciones, celo máximo a la hora de proporcionar a estos alumnos lo que necesitan para progresar conforme a sus capacidades, como los demás.