Los datos de un móvil, la última esperanza de la familia de Marta del Castillo 15 años después de su asesinato

Eva Casanueva, madre de Marta del Castillo, concede una entrevista con una fotografía de su hija en primer plano.

Antonio Morente

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Marta del Castillo, de 17 años, fue asesinada en Sevilla el 24 de enero de 2009, hace ahora 15 años, un tiempo en el que han cambiado muchas cosas pero en el que lo más importante a día de hoy, que es encontrar el cadáver de la joven, se mantiene imperturbable en su falta de resolución. De hecho, se antoja igual de lejano que cuando lo hicieron desaparecer, en un suceso que sacudió a la opinión pública nacional. Y así se antoja que va a seguir la cuestión, porque la última esperanza parece haber entrado también en vía muerta, ya que todo hace indicar que el análisis de los datos del móvil del arrestado por este crimen, Miguel Carcaño, no va a llevar a ningún escenario nuevo. Mientras tanto, la familia ha convocado para este miércoles una concentración para reclamar precisamente eso, avances en la investigación del paradero del cuerpo, la cuestión clave en la que el caso lleva tres lustros atascado.

Lo cierto es que la información extraída de los datos crudos del teléfono de Carcaño no es relevante para encontrar el cadáver. La prueba pericial –inusualmente publicitada por su autor incluso en programas de televisión, para indignación del Colegio Profesional de Ingenieros Técnicos en Informática de Andalucía– ha aportado seis nuevas posibles ubicaciones en las que estuvo el ahora condenado, pero sin precisar ni día ni hora. También han trascendido fotos personales y algún que otro mensaje con la que por entonces era su novia, una menor del municipio de Camas, pero nada que permita descubrir dónde está el cuerpo. Y precisamente para eso había autorizado este análisis el juez, que se negó a ampliarlo para hacer lo propio con los móviles del resto de encausados con el argumento de que ya habían sido juzgados y exonerados en el juicio por el asesinato, celebrado en 2011.

Todo esto ha supuesto un nuevo varapalo para la familia de la joven, el enésimo en estos 15 duros años, en los que han llegado dos veces hasta el Tribunal Constitucional sin que se abran nuevas puertas. Por lo que respecta a la vía judicial, y al margen de la investigación ahora puesta en marcha –y sin visos de prosperar– por la Policía Nacional para estudiar los datos extraídos del teléfono, el último coletazo pendiente es un recurso de Francisco Javier García, El Cuco, amigo de Carcaño al que se le impusieron tres años de reclusión en un centro de menores por encubrir el asesinato. El recurso no es por esta pena, que ya cumplió, sino por una sentencia de 2022 que le condenaba a él y a su madre a dos años de cárcel por un delito de falso testimonio en las comparecencias de ambos como testigos en el juicio contra los adultos, ya que él fue juzgado por un tribunal de menores.

Tampoco hay novedades en forma de declaraciones de Miguel Carcaño, que desde su detención a los 20 días del asesinato ha dado hasta siete versiones diferentes de lo que ocurrió aquel 24 de enero de 2009, empezando por quién mató a Marta del Castillo: de partida confesó el asesinato para luego culpar al Cuco y, finalmente, a su hermano, Francisco Javier Delgado, una acusación que ha mantenido en los últimos años pese a que ni investigadores ni jueces le han dado credibilidad. Tanto Delgado como su novia, María García Mendaro, así como Samuel Benítez, otro amigo del principal condenado, fueron absueltos en el juicio.

Búsqueda en un centenar de emplazamientos

Pero Carcaño no sólo ha ido modificando su versión de quién fue el asesino, sino que ha hecho lo propio con el arma del crimen (de un cenicero se pasó a la culata de un revólver), la posibilidad de que se abusara sexualmente de la joven (primero fue que no, luego que el Cuco, luego que los dos...) y los lugares en los que se habría escondido su cuerpo. Si en su primera declaración aseguró que lo arrojó al Guadalquivir a su paso por Camas, luego aseguró que lo tiró a un contenedor (lo que llevó a rastrear un vertedero) y a continuación dio emplazamientos en puntos de diferentes municipios en los que supuestamente lo había enterrado.

En estos 15 años se ha buscado el cadáver en más de un centenar de ubicaciones, en un caso que ha incluido la participación de buzos y submarinistas, la utilización de barcos radar en el río y de georradares en tierra y la movilización de cientos de agentes, un despliegue cuyo coste la Fiscalía cifró durante el juicio en 616.000 euros. Aquello fue en 2011 y desde entonces se han realizado nuevas operaciones de rastreo con el mismo y frustrante resultado, pese a que se anunciaron recompensas públicas y a que el padre de la joven, Antonio del Castillo, le ofreció a Carcaño dinero por revelar dónde está el cuerpo. Posteriormente, la familia de la víctima compró el piso en el que se produjo el crimen y en el que vivía el único encarcelado, con la idea de ofrecérselo a cambio de un lugar, pero ante la falta de respuesta lo acabó vendiendo.

Carcaño, panadero y libre en 2030

Carcaño, que llegó a someterse a un test de la verdad en una derivada del caso que tampoco llevó a ningún sitio, está encarcelado desde 2013 en la prisión de Herrera de la Mancha, en Ciudad Real, y lo último que se ha sabido de él es que habría expresado su deseo de ser padre con la mujer con la que mantiene una relación. En la cárcel trabaja como panadero, tiene buen comportamiento y ha pedido en una treintena de ocasiones permisos penitenciarios que siempre le han sido denegados al no haber facilitado la localización del cadáver. A punto de alcanzar los 35 años (tenía 19 cuando el asesinato de Marta del Castillo), cumplirá condena en 2030 aunque no podrá volver a Sevilla hasta varios años después ya que la condena incluía que no podría residir en la misma localidad de la familia de su víctima durante tres décadas.

Y Sevilla, precisamente, será escenario este miércoles de una concentración para recordar a Marta del Castillo al cumplirse 15 años de su asesinato, un acto que tendrá lugar en los aledaños de los juzgados del Prado de San Sebastián y en el que también se reclamarán avances en la investigación para la localización del cuerpo. El abuelo de la joven, José Antonio Casanueva, ha realizado un “llamamiento ciudadano” a participar y –junto a amigos y vecinos– ha estado pegando carteles en varios puntos de la ciudad informando de la concentración, a la que no está prevista que acudan los padres, Antonio del Castillo y Eva Casanueva.

Todo ello tendrá lugar cuando a día de hoy, y salvo la tenue luz que arroja la investigación de los datos del móvil, el suceso que cambió los protocolos policiales en las búsquedas de menores desaparecidos y precipitó mejoras técnicas y organizativas para afrontar estos casos está formalmente cerrado en todos los frentes. Sólo sigue abierta la pieza de la búsqueda del cadáver, y así seguirá sin que se haya fijado un límite de tiempo.

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