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De liquidar las chabolas de El Vacie a ampliar la Feria de Abril: la huella que deja Espadas en Sevilla

Juan Espadas en la sesión plenaria en la que oficializó su renuncia como alcalde.

Antonio Morente

25 de diciembre de 2021 21:34 h

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Decía Juan Espadas cuando presentó su hoja de ruta para dejar la Alcaldía de Sevilla, unos tiempos que al final tuvo que acelerar a marchas forzadas, que es consciente de que lo vivido en los dos últimos años le llevará a algún libro como el alcalde de la pandemia. Lo cierto es que seis años y medio como regidor dan para mucho más que eso, con una estela en la que ha dejado muchas iniciativas sin cerrar por lo pronto porque siempre dijo que su proyecto era para ocho años. Un ejemplo de ello es el que, puestos a elegir, él mismo ha apuntado como el que se queda con más ganas de ver concluido: la erradicación definitiva de El Vacie, que pasa por ser el asentamiento chabolista más antiguo de Europa, para lo que –lejos de los focos y las fanfarrias– se han sentado unas bases sólidas que deben propiciar su desaparición antes de que concluya el actual mandato municipal en 2023. En cambio, para otros será el alcalde que cambió el formato tradicional de la Feria de Abril y la amplió un día más. 

De Espadas se destaca su capacidad como gestor, algo que pone muy en entredicho una oposición que sin embargo sí le reconoce talante y buenas maneras. A buen seguro que eso le ha ayudado a conseguir lo más difícil en estos años de gestión, como ha sido gobernar una ciudad como Sevilla en minoría y sin pactos permanentes de gobierno, pese a lo cual ha sido capaz de sacar adelante todos sus presupuestos –menos el de 2019, que fue año electoral– gracias a acuerdos a izquierda (IU y Podemos) y derecha (Cs), incluida una abstención del PP. Su mayor éxito, no obstante, fue que en mayo de 2020 se aprobaran por unanimidad los acuerdos de la comisión para la reactivación de la ciudad tras la pandemia, lo que desde el propio PP se ha llegado a definir como “el mayor crédito que se le ha dado a un político desde la Transición”.

En el pleno en el que renunció al cargo, Juan Espadas insistió en que deja una Sevilla mejor de la que se encontró en 2015. Como muestra, puso el botón de cuatro datos a su juicio objetivos y que no adornó con adjetivos: recuperación demográfica (se confía en no tardar mucho en volver a superar los 700.000 habitantes), más afiliados a la Seguridad Social (de 309.000 a 376.818 en 2021), se ha reducido la cifra de parados (de 85.200 a 67.212) y el número de empresas ha crecido de 47.662 hasta el “récord histórico” de 50.973 que constaban en noviembre.

Los números de los que presume Espadas

A la hora de hacer balance, el gobierno local saca pecho para exhibir el estirón que ha dado el presupuesto municipal que ha pasado de los 895 millones de euros de 2015 a los 1.072 que tendrá el de 2022, con un incremento considerable a su vez del gasto social (de 71 a más de 100 millones) y de las inversiones (de 43,9 a 119 millones). Todo ello, se subraya, con una deuda que ha pasado de 443 a 237 millones de euros y sin aumentar la presión fiscal.

Si se le pregunta a Espadas, y al margen de ese adiós a El Vacie que está encarrilado, se muestra especialmente orgulloso de su política social (la más importante de todos los grandes ayuntamientos de España, subraya) y del impulso en materia de vivienda, un terreno en el que la ciudad llevaba una década estancada. En estos seis años se han construido 10.400 viviendas, a lo que hay que sumar proyectos ya en marcha que se traducirán en el surgimiento de nuevos barrios enteros y una labor de la empresa municipal (Emvisesa) que ha permitido adjudicar 1.257 nuevos hogares y adquirir 468 alojamientos para alquiler. Emvisesa de hecho no tiene hoy ni una sola vivienda vacía, aunque en los próximos tres años lanzará más de 600 en régimen de alquiler.

Fondos europeos y recuperación patrimonial

Espadas también presume de haber exprimido los fondos europeos, que se han convertido en una vía de financiación muy destacada con la llegada de 300 millones de euros, y de la apuesta por el patrimonio con la recuperación de edificios históricos que llevaban años abandonados. Eso sí, hay tantos inmuebles de este tipo en la ciudad que nunca va a ser suficiente lo que se haga, por mucho que se le haya metido mano a la Fábrica de Artillería, las naves de Renfe, Santa Clara, la muralla de la Macarena, San Hermenegildo, el monasterio de San Jerónimo, el Casino de la Exposición o el teatro Lope de Vega. 

El ya exalcalde ha incorporado también en la gestión municipal las políticas de memoria histórica (con la excavación de Pico Reja como gran símbolo) y contra la violencia de género, ha regulado –aunque tímidamente– los pisos turísticos y las casas de apuestas y ha sacado a Sevilla de su erial cultural. Deja también alguna que otra peatonalización más simbólica que cuantiosa, ha recuperado parcialmente la apuesta por la bicicleta y sus carriles exclusivos y ha limitado la invasión de patinetes, además de sacar adelante dos medidas que han traído su polémica a cuestas: la ampliación del tranvía y el cierre al tráfico del centro y parte de Triana, que tiene que ser una realidad en 2022.

Catarata de planes de ordenación

En este periodo se ha hecho el mayor ejercicio de planificación de la ciudad de las últimas décadas, que desde el gobierno local sólo se ve comparable a la aprobación del Plan General de Ordenación Urbanístico (PGOU) de Sevilla en el año 2007, una avalancha que tiene su mayor reflejo en el Plan Estratégico Sevilla 2030 y en el primer Plan de Movilidad Urbana Sostenible. Y pese a esta cascada de ordenación, para muchos quedará en la memoria como el alcalde que trajo el boom de turistas y el que –previo referéndum popular– le ganó un día a la Feria de Abril, cambiando de paso su fecha de inicio y de final.

A la hora de la verdad, Sevilla es una ciudad con debates recurrentes y proyectos que vienen arrastrándose desde hace años. Lo que no puede negársele a Espadas es que ha desatascado algunos de ellos, como el uso para la antigua sede de Altadis, la comisaría de la Gavidia, las naves de Renfe de San Jerónimo o la Fábrica de Artillería. Otra cosa es que pueda gustar más o menos la solución adoptada, pero eso es inevitable en una ciudad en la que hasta el tipo de adoquín que se pone en una calle puede ser motivo de polémica. Así, al menos ha descontado cuestiones enquistadas en una lista en la que desde hace décadas están hacer al menos una segunda línea de Metro, la ronda de circunvalación SE-40 o la conexión ferroviaria entre la estación de Santa Justa y el aeropuerto, iniciativas por cierto que en todo caso dependen del Gobierno central o de la Junta.

La oposición no comparte el entusiasmo

Desde las filas de la oposición lógicamente se anteponen estas cuestiones que no se han hecho y, sobre todo, el escaso espíritu reivindicativo del que le acusan cuando ha llegado el momento de reclamar algunas de estas grandes obras al Ejecutivo central desde que gobierna Pedro Sánchez. Y en cuanto a lo hecho en sus seis años y medio como alcalde, pero se relativiza su impacto y se denuncia que a la hora de la verdad se proponen muchas cosas pero se ejecutan pocas, a lo que se añade una catarata de críticas que encabezan la suciedad y la falta de seguridad. Esto último no lo refrendan los datos –aunque sí hay un evidente problema con la botellona en algunas zonas–, pero la cuestión de la falta de limpieza sí está calando, como también la denuncia de una mala gestión del arbolado y las zonas verdes, por mucho que el gobierno local insista en que estos años se hayan plantado 24.000 árboles y 27.000 arbustos.

Mientras IU y Podemos le reprochan una cierta cobardía a la hora de ir más allá, bendiciendo un modelo de ciudad con el que aseguran que la derecha se siente cómoda, PP y Cs han estado más enfrascados en los últimos meses en afearle su exceso de celo contra la Junta de Andalucía. “Moreno Bonilla ha sido el mejor alcalde de Sevilla en estos últimos años”, le ha echado el PP a la cara, encabezando las críticas de una oposición que incluyen un modelo turístico que está desnaturalizando el casco antiguo para convertirlo casi en un decorado y la gran losa de que seis de los 15 barrios más pobres de España están en Sevilla. El hasta ahora alcalde no niega esta realidad, pero insiste en que un gobierno municipal no puede cambiar por sí solo esta realidad, que estamos ante un auténtico problema de Estado.

Con todo este contexto, en el último Debate sobre el Estado de la Ciudad, celebrado en julio, Espadas auguró que queda PSOE para rato en el gobierno de Sevilla ante lo poco en lo que la oposición puede rascar para criticar su gestión. “Con el trabajo realizado todos estos años, Sevilla está viendo la luz”, afirmaba recientemente, aunque será su sucesor, Antonio Muñoz, el que a partir del 3 de enero recoja buena parte del fruto que den los proyectos encarrilados. Cuando tomó posesión en su segundo mandato en 2019 insistió en que su meta era cincelar “un proyecto de ciudad inclusivo y social”. “Me voy muy tranquilo”, admitió en su adiós.

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