La Mesa del Árbol de Sevilla se planta en el Ayuntamiento

La concentración en la Plaza Nueva

Cristóbal Angulo Rivero

Sevilla —

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A la sombra de los árboles de la Plaza Nueva se cobijaban en la mañana de este jueves activistas de la Mesa del Árbol. Conforme avanzaba el día, y como si el cantar de la chicharras los llamase, frente a la fachada del Ayuntamiento se iban aglutinando representantes de las distintas asociaciones ecologistas del área metropolitana de Sevilla. En sus camisetas, distintos eslóganes y luchas concretas, pero el imaginario se resumió rápidamente cuando se enfundaron en sus pancartas y se colocaron para hacer presión frente a la puerta del Consistorio: “No a la tala. Sí a los árboles”.

Una consigna quizá demasiado simple para reivindicar una lucha que cada día tiene más frentes abiertos. Lo que se personaba en la plaza presidida por la estatua de San Fernando era una amalgama de voces cansadas de chocar con una pared. Hablaban de comités, de gestión de parques y de isla de calor. Una isla que también parece incomunicar al Consistorio hispalense, que en sus dos últimas legislaturas (con gobiernos de diferente signo) ha ignorado de manera sistemática el órgano consultivo antaño conocido como Mesa del Árbol, que da nombre al colectivo y cuya inoperancia les ha llevado a tomar la palabra en el turno ciudadano del pleno municipal.

Una lucha con varios frentes

La de este jueves ha sido una demostración de que el ecologismo en Sevilla está cada vez más arraigado entre los ciudadanos, que no esperan ya de las administraciones ningún tipo de consideración para con el medio natural. Los más de 600 árboles que planea quitar el metro en la capital o los recientes permisos concedidos para el vertido de residuos mineros en el Guadalquivir son sólo algunos de los ejemplos de los problemas medioambientales a los que se enfrentan los verdes en la ciudad y sus alrededores.

La Mesa del Árbol ha conseguido, desde su creación antes de la pandemia, aglutinar a más de 30 de estas pequeñas organizaciones de Sevilla y sus pueblos, tanto ecologistas como vecinales. En palabras de Javier Ros, activista del grupo, estas “sinergias entre ecologistas y vecinos” tuvieron un “petardazo” tras el caso del ficus de San Jacinto. Quizá aunados por la potencia simbólica del árbol, éste fue el comienzo de la cooperación entre asociaciones que hoy luchan por dar voz a la gestión no solo del arbolado, sino de otros temas tangenciales como el agua en Sevilla y su calidad.

La respuesta del Ayuntamiento

Las caras de los miembros de la Mesa mientras esperaban su turno, ya dentro del salón de plenos, eran un poemario. Podría tratarse de una macabra reinterpretación de los Campos de Castilla, donde las elegías a la naturaleza que se muere (o se deja morir) son una alegoría del fallecimiento, en este caso, del diálogo entre los vecinos y las instituciones. La voz de Valle López verbalizó lo que las pancartas a la entrada de la sala rezaban: que la gestión del arbolado de la ciudad debe tener en cuenta a aquellos que la habitan. En su intervención, la activista acusó al gobierno municipal de “ignorar sistemáticamente los escritos” que la asociación ha dirigido al Consistorio e instó a la delegación competente a convocar una reunión con las entidades ciudadanas lo antes posible.

Y es que al ser interpelada en el pleno, la responsable de Limpieza, Arbolado y Parques y Jardines, Evelia Rincón, ha dicho no “tener resoluciones que den cuenta de la constitución de dicha mesa” y que “ha leído las instancias, pero no sabía a quién llamar”. La concejala ha reiterado a lo largo de toda su intervención la falta de oficialidad del órgano consultivo y, pese que ha ofrecido una reunión a los miembros de la Mesa, su tono dejaba entrever que no considera al colectivo como un actor político válido.

Valle López no se ha esforzado en ocultar su decepción, “aunque no esperaba nada”, y ha lamentado que “la defensa del sacrosanto vehículo privado y la especulación urbanística” obren siempre en detrimento del ciudadano. Sin embargo, y a pesar de todo, la actitud del colectivo no es de quien ha sido derrotado sino de quien, aunque le estén quitado la sombra, aún tiene mucho camino por andar.

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