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Por el humo se sabe dónde está el fuego
Demasiadas veces los sucesos de la vida real superan la capacidad creativa y la imaginación de escritores y guionistas de ficción. No estoy del todo seguro, pero me huele (a quemado) que el incendio ocurrido el 30 de noviembre en el Auditorio Rocío Jurado de La Cartuja puede responder a este cliché.
Repasemos los hechos. Tras décadas de abandono, con suciedad y escombros acumulados en sus instalaciones, y después de varios asaltos y actos de pillaje, el auditorio sale ardiendo. Podría pensarse que ha sido algo fortuito, o provocado por algún grupo de vándalos, o incluso algún indigente que aprovechara para pasar la noche allí.
Pero no. Rápidamente, el propio alcalde, José Luis Sanz, nos saca de dudas. La misma noche del suceso, una vez sofocado el fuego, Sanz explica que todo apunta a que el incendio ha sido provocado, que se originó en dos focos separados y se han encontrado bidones de gasolina utilizados para acelerar la combustión.
Es más, se sabe ya que, a pesar de que se había contratado un servicio de vigilancia y seguridad después de que este equipamiento cultural volviera a manos municipales hace unos meses, éste aún no se había comenzado a prestar. Es decir, que el auditorio seguía literalmente abandonado a su suerte y expuesto al daño que cualquiera quisiera infligirle. Y quien quería infligir el daño, lo sabía.
El auditorio que se suma al triste destino de abandono y desinterés por la cultura de parte de lo público, como le ocurre también desde hace ya demasiado tiempo al Teatro Lope de Vega, que un año más seguirá sin actividad, sin programación y con apenas una mínima parte de las necesarias reformas ya en marcha
Si yo fuera un CSI de las famosas series estadounidenses, tras la exploración inicial en la misma escena del crimen, arrodillado con la cámara de fotos en las manos, habría mirado hacia arriba a mi compañera y le habría dicho: “Este incendio no ha sido un accidente, aquí se oculta algo más”.
Será la investigación policial y la instrucción judicial las que aclaren (o no) qué hay de verdad detrás del incendio provocado de esta infraestructura cultural tan maltratada estos últimos treinta años como sólo Sevilla es capaz de hacerlo. Pero es difícil abstraerse, y no sospechar, de los planes urbanísticos que hay para la zona.
El pasado junio, recién constituido el nuevo equipo de Gobierno municipal, Ayuntamiento y Junta anunciaron un acuerdo para cambiar el uso del Canal de la Expo, donde se encuentra el auditorio, para levantar allí una zona de ocio y hoteles, además de un gran parking subterráneo, con el propósito de revitalizar la zona. Se trata de un asunto clave para el futuro de La Cartuja y del parque tecnológico, que necesita suelo para crecer.
Pero al acuerdo se abre no sólo a la construcción de oficinas sino también de bares, restaurantes y hoteles. Suena más a destino turístico que empresarial. Tiene ritmo de especulación y pelotazo urbanístico, tal y como denunciaron en su momento tanto el PSOE como Vox.
No digo yo, ni quiero insinuarlo, que el alcalde o nadie del Ayuntamiento pueda estar involucrado. Ni mucho menos. Pero sí pienso que este gobierno municipal, como otros anteriores es, sin saberlo (o con conocimiento de causa), un títere de los intereses empresariales privados que puede haber tras la operación urbanística en La Cartuja. Unos intereses que, por otra parte, serán probablemente los mismos que hay tras los intentos de construir pisos en Tablada, tras la profusión de viviendas turísticas en el centro y aledaños o tras la privatización de tanto espacio público como sea posible.
Por de pronto, mientras se aclara la autoría del incendio del auditorio, si es que algún día se aclara, lo que cuesta creer es que, de verdad, haya una voluntad decidida de la administración municipal por recuperar el edificio y volver a dotarlo de actividad musical.
Un espacio que inauguró Rocío Jurado en 1991, acompañada de otros mitos de la copla como Imperio Argentina, Nati Mistral, Juanita Reina; y por cuyo escenario pasaron desde Bob Dylan, BB King, Brian May o Keith Richards, hasta Joan Manel Serrat o Joaquín Sabina (¡en este último estuve yo!). Un auditorio que se suma al triste destino de abandono y desinterés por la cultura de parte de lo público, como le ocurre también desde hace ya demasiado tiempo al Teatro Lope de Vega, que un año más seguirá sin actividad, sin programación y con apenas una mínima parte de las necesarias reformas ya en marcha.
Ojalá nos equivoquemos los mal pensados y el actual alcalde, José Luis Sanz, sea el que se pueda llevar el mérito y ponerse la medalla de rescatar del fuego el auditorio Rocío Jurado, rehabilitarlo y volverlo a llenar de música y conciertos. Y que a ese éxito pueda sumarle el de renovar y recuperar el Lope de Vega para poder ofrecer una temporada de teatro como la que se merece Sevilla. Queda hoy por escrito mi compromiso de reconocérselo y agradecérselo cuando ese día llegue.
Pero, mientras eso ocurre, por el humo se sabe dónde está el fuego.
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