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Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.

Cómo hacer una mudanza en agosto

Mudanza

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Agosto, Sevilla, mil grados centígrados y tercera mudanza en menos de un año y medio. Me permitís que me sienta un poco expertise en este campo y que os comente mis consejos para sobrevivir a esta empresa.

Lo primero que hay que hacer en una mudanza es perder tu piso anterior. Para perder tres se me podría presuponer algún talento especial, pero no, es solo una combinación perfecta de crisis inmobiliaria y falta de patrimonio. Digamos que nací en el momento justo y en el entorno adecuado. Como todo rasgo innato, la falta de altura, de inteligencia o de patrimonio te acompaña para siempre, puedes desarrollar otras cualidades, puedes llevar una vida funcional, pero por mucho que lo intentes ocultar se te notará.

Los no-herederos tenemos el cuello más rígido, nos cuesta algo más mirar hacia adelante y hacia arriba, siempre mantenemos un ojo sobre el suelo que estamos pisando, no vaya a ser que nos resbalemos un poquito y rodemos sin red hacia abajo.

Lo primero que se nos ocurre a todas es explorar los portales inmobiliarios, ¡error! Está más que demostrado que mirar esas fotos puede provocar convulsiones en sujetos fotosensibles o simplemente sensibles

Una vez que hayas rodado de nuevo hasta la casilla de salida y tengas que irte del piso que no es tuyo, ya estarás en la fase de buscar otro. Lo primero que se nos ocurre a todas es explorar los portales inmobiliarios, ¡error! Está más que demostrado que mirar esas fotos puede provocar convulsiones en sujetos fotosensibles o simplemente sensibles. La única alternativa es llorar, esta es una de las capacidades citadas anteriormente que los no-herederos debemos desarrollar al máximo. Hay que llorar a las amigas, familiares, vecinas, llorar a los compañeros de trabajo, a los tenderos. Llorar a moco tendío, dar la paliza sin tregua, autocompadecerse hasta provocar la compasión ajena y esperar con fe, sin muchas expectativas ni requisitos, pero con fe.

Si lo has hecho bien, ya tienes una opción, es un piso más caro, más alejado, sin muebles, pero un piso. Cógelo, abandona tus sueños, no mires hacia arriba y pon una fecha. Tampoco pierdas mucho tiempo en planificar la mudanza, da igual, sabemos que terminarás de empaquetar con los de la mudanza ya allí. Coloca etiquetas a las cajas, empieza con cierto sentido: Anagramas, abrigos, poesía, botas, Tusquets, pantalones, vaqueros, zapatos raros, camisas. Ve formando combinados con las sobras, mete el ensayo con los sombreros y el champú, confía en ti, seguro que cuando leas la etiqueta “restos doce” sabes perfectamente lo que es.

Ya tienes todas las cajas en el piso nuevo, si te has acordado de pedir el traslado de la línea de Internet ¡bravo! Puedes soltar a la gata, lo mismo no sale del trasportín, está más asustada que tú. Le das un discurso tranquilizador, vais a estar bien, no pasa nada. Al rato se atreve a salir y se mete en la primera caja que vacías, se hace un ovillo y se echa a dormir. Te apetece hacer lo mismo, puede que quepas en la de “abrigos”, pero eres una adulta y, además, tienes calor: busca el ventilador, quizá en “restos nueve”, siéntate en el suelo, descansa un poco y espera una gran revelación.  

Antes que tarde, llega y, sin duda, el paso siguiente es el más difícil de todos: debes elegir unas sillas. Hasta ahora en tu vida ha habido menos elección de la que creías, no has tenido mucho que ver en cómo han ido las cosas, pero ahora debes ponerte seria. También vas a elegir otros muebles, pero con una soltura increíble pides el sofá, la mesa, el aparador y lo demás entre el catálogo que te ofrece Jesús, no el divino, sino el del negocio de muebles debajo de tu nueva casa, cuya aparición ahora, seamos sinceras, te viene mucho mejor para esto. Pero las sillas. Ahí te la juegas, porque tú comes en el sofá, pero las sillas son para las visitas, y todas sabemos que solo hay dos tipos de sillas: las feas o las carísimas.

Ríndete, no entiendes una mierda de diseño, vuelve a tu virtud: llora y confía en Jesús. Jesús te enseña mil catálogos y finalmente te decides por las que te describe con más entusiasmo. Si Jesús que es una buena persona está enamorado de esas sillas quizá tú puedas cogerles algún cariño, al fin y al cabo, van a ser tuyas, puede que esas sillas conformen las 16 patas de tu patrimonio. Pero eso sí, un último consejo, que no pesen mucho, por lo de la próxima mudanza.

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