Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.
Ni tanto ni tan poco
Cada vez es más difícil vivir en el centro de Sevilla. Así me lo cuenta mi amigo Pedro, que resiste con su familia en el barrio de Santa Cruz a pesar de que cada vez le cuesta más trabajo acceder a servicios básicos, incluida la hostelería. “Está todo imposible; en los bares del barrio deberían poner dos precios, uno para visitantes y otro para locales, que ya no podemos ni bajar a tomar una cerveza”.
Algo parecido le pasa a Héctor, que vive con su pareja y sus hijas junto a la calle Feria. Siempre ha sido difícil acceder y moverse por el barrio, sobre todo en fechas señaladas, “pero con la proliferación de alojamientos turísticos todo se complica, cada vez hay menos viviendas y más apartamentos para estancias temporales”. Y lo corrobora Cinthia, que tuvo que salir huyendo hace un año de un coqueto apartamento en la calle San Luis en el que estaba alquilada cuando sufrió una plaga de cucarachas. Una vivienda que, probablemente y previa remodelación, esté ya anunciada en airbnb o plataformas similares.
Los datos también apuntan en este sentido. La okupación del espacio por el turismo y los negocios dirigidos a atenderlos y atraerlos, la pérdida de servicios públicos y la evolución de los precios, especialmente el de la vivienda, son algunos de los factores que contribuyen al vaciamiento del centro. En los cinco últimos años, la vivienda ha subido un 18% en el distrito casco antiguo, casi el doble que en el conjunto de la ciudad (10%) en ese mismo periodo. En la última década, entre 2012 y 2022, el centro perdió un 5,67% de su población censada, más de 3.400 personas.
Y, como decíamos antes, a menos habitantes, menos servicios públicos. En los últimos años, el distrito no ha dejado de perder población escolar, hasta el punto de que para el próximo curso sólo habrá 600 plazas para educación infantil de 3 años en todo el centro, con varios colegios cerrando líneas o incluso no ofreciendo plaza alguna.
Es un fenómeno especialmente agudo en el casco histórico, pero no es ajeno al resto de la ciudad, que perdió un 3,6% de población en los últimos 20 años. Mientras, otras grandes localidades del área metropolitana, como Dos Hermanas, Alcalá de Guadaíra o las del Aljarafe, han ido ganando habitantes. El silogismo es sencillo: mientras hoteles y apartamentos turísticos copan la construcción y rehabilitación de edificios, la población que no encuentra espacio para asentarse en la capital; las parejas jóvenes que no tienen sitio para construir su vida en el centro de Sevilla, o en sus barrios; buscan acomodo en los alrededores.
Para paliarlo, la ciudad busca huecos entre su entramado urbanístico para construir vivienda nueva, libre o con protección. Hay más de 20.000 pisos y casas en construcción o desarrollo entre las antiguas instalaciones de Cruzcampo, la bolsa de suelo más allá de Palmas Altas, el futuro barrio de Villanueva del Pítamo y las nuevas promociones en Torreblanca.
Bienvenidas sean estas nuevas barriadas, especialmente si tienen la proporción adecuada de vivienda de protección oficial como para que se conviertan en espacios asequibles para todos, pero me da la sensación de que alguna de ellas terminará en el vocabulario popular como le ocurrió a Sevilla Este, que mucho gracioso la llama Córdoba Sur por lo lejos que cae. Porque, ¿alguien se ha parado a pensar dónde están los pisos que se construyen al sur de Palmas Altas? Me apostaría un dinero a que eso acaba siendo conocido como Jerez Norte. Por no hablar de accesos, transporte, servicios, etc…
Como ante cualquier problema, especialmente de este calado, me surgen más preguntas que respuestas. Esta problemática de la vivienda y de la pérdida de población local en el centro de la ciudad no es exclusiva de Sevilla, ocurre igualmente en Madrid (hay desarrollos urbanísticos en territorio de Guadalajara o Segovia), en Barcelona o incluso en Málaga. Pero es a nosotros, a los sevillanos, a las administraciones públicas y a la sociedad civil, a los que nos toca afrontarlo en nuestra ciudad.
¿No hay más alternativa que vaciar el centro histórico para uso y disfrute de los turistas y enviar a la población joven al extrarradio, bien dentro del término municipal de la capital hispalense o en el de sus municipios vecinos? ¿Le gustará igual al visitante pasar su estancia en Sevilla en una ciudad fantasma, sin alma, sin gente que la viva día a día? ¿Se podría hacer compatible el desarrollo turístico de la ciudad con la fijación y atracción de familias jóvenes al casco histórico vía promoción de vivienda protegida y asequible? ¿Hay opciones distintas a la de construir un hotel cada vez que un edificio o solar se queda vacío? ¿Servirá de algo el decreto de la Junta que permite a los ayuntamientos paralizar la apertura de nuevos alojamientos turísticos en zonas ya saturadas? ¿Tendrá el Ayuntamiento de Sevilla la intención real de aplicarlo en beneficio de la población local? Veremos.
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