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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Sara Rojas

17 de mayo de 2023 06:01 h

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Quienes llevan “toda la vida” dedicándose a la medicina rural no se explican el “progresivo deterioro” que está sufriendo la atención primaria en los pueblos de toda la geografía andaluza. El “déficit de personal facultativo” y la “enorme precariedad” en las contrataciones redundan en un “malestar generalizado” que se respira por parte de médicos y pacientes. Sin embargo, de todas las zonas básicas que vertebran el Sistema Andaluz de Salud (SAS), los profesionales del sector coinciden en señalar la de Estepa como el caso más crítico de una asistencia sanitaria que está siendo “maltratada y atacada” a ojos de sus integrantes.

La zona básica de Estepa es una de las siete que conforman el área sanitaria de Osuna, integrada en su mayoría por pueblos de la Sierra Sur, los principales afectados por el “colapso sanitario” que padece la atención primaria rural desde hace meses, según denuncian desde Marea Blanca. Mientras las otras cabeceras atienden entre uno y cinco municipios, Estepa tiene que dar cobertura a unos 44.000 habitantes repartidos en un total de 11 puntos de atención (sumando las pedanías de Corcoya y Matarredonda a las nueve localidades). Para poder atenderlos, debería contar con una plantilla de 31 médicos de familia (la cifra que tiene adjudicada), pero actualmente solo disponen de 16 y nueve de ellos han solicitado el traslado, según datos de Marea Blanca.

Si bien los sanitarios que han ejercido y ejercen en este entorno reconocen que Estepa ha sido históricamente “una zona de difícil cobertura” (debido a su elevado grado de “dispersión geográfica”), aseveran que la falta de personal tan “dramática” que se registra hoy “no se había dado nunca”. El SAS lo atribuye al déficit “de profesionales médicos disponibles en bolsa” y los facultativos de la citada área señalan directamente a la “nefasta gestión” de la Dirección Económica-Administrativa, responsable de gestionar los recursos humanos.

La cuestión es que ya no queda “ni un solo pediatra” en toda la zona básica y la “incertidumbre” se ha impuesto sobre la continuidad que debería garantizar la atención primaria, pues el número de efectivos en cada consultorio y centro de salud varía de un día para otro, en función de las bajas, los permisos o los desplazamientos. Todo ello lo ha podido comprobar SevillaelDiario.es, en un recorrido por diferentes pueblos de la Sierra Sur que ha permitido recoger la “indignación” latente en la población, así como la “desazón” y el “desgaste” que están sufriendo los profesionales.

Lora de Estepa, un pueblo “en defensa de la sanidad pública”

El camino hasta el consultorio de Lora de Estepa está flanqueado por banderolas y pancartas blancas y verdes en pro de la sanidad pública. En este pequeño municipio de la Sierra Sur sevillana, la defensa del servicio público de salud ocupa el mismo lugar que los vecinos de otros pueblos les conceden a las insignias de sus hermandades o equipos de fútbol. Allí los habitantes han colocado en sus balcones y ventanas el distintivo de las mareas blancas porque “la gente está muy concienciada”. Lo confirma Asunción, una de las vecinas que coloca banderolas en señal de reivindicación. “La sanidad pública es lo mejor que tenemos y se la están cargando, esto es un desastre”, se queja sacando a colación la controvertida orden aprobada por el Gobierno de Moreno Bonilla para concertar la atención primaria con la sanidad privada en “situaciones de emergencia”, fijando por primera vez precios a las consultas con el médico de familia..

Son las 10.30 de la mañana de un jueves y el consultorio de Lora de Estepa se encuentra completamente vacío. Nadie aguarda en la sala de espera ni en el interior de las consultas. En la puerta, un papel indica: “Estoy desayunando”. Quien se preocupa de informar a los vecinos de su breve ausencia es el enfermero referente que lleva 35 años ejerciendo en este pueblo de casi 900 habitantes. Allí todavía se le conoce como “el practicante”. Pero desde hace unos meses, ha tenido que asumir funciones que no le corresponden a su figura profesional, aseguran en el pueblo.

Lora de Estepa solía contar entre semana con un médico de cabecera y un enfermero referente las 24 horas del día. Los fines de semana, al igual que otros municipios de la zona, los vecinos que lo necesitaran tenían que acudir de urgencias al centro de salud de Estepa. Ahora, el médico titular solo pasa consulta los lunes, miércoles y viernes en horario de 8 a 10.30. Y los otros dos días, “cuando puede”, se acerca un par de horas el facultativo que esté en ruta con la ambulancia del Dispositivo de Cuidados Críticos y Urgencias (DCUU). El resto de la jornada, hasta las tres de la tarde, es el practicante el que se hace cargo del consultorio. “Me quedo yo solo y atiendo todo lo que me llega en la medida de mis posibilidades porque soy enfermero”, recuerda minutos antes de regresar a su puesto de trabajo.

El valor de la atención primaria

Este sanitario - que se confiesa amante de la enfermería rural - lamenta que, en la actualidad, “están decayendo las posibilidades de atención sanitaria por la falta de personal fundamentalmente”. “El valor que tiene la enfermería y la medicina rural es ser el referente que acompaña a las familias a lo largo de su vida”, un emblema que “se está perdiendo porque ya no se puede garantizar ese seguimiento, esa continuidad”.

En su lugar, la atención primaria en los pueblos ha derivado en un escenario “estresante” que ahoga la vocación de los profesionales de la salud y los sumerge en un estado de “insatisfacción” permanente, por no poder atender a los pacientes “como se merecen”, simplemente, “porque no llegamos”. Todo ello se agrava por el “descontento” y la “crispación” que desprende la población por la dificultad y la demora en conseguir una cita, además de por no poder contar con esa figura de referencia en la que confiar sus problemas, dada la alternancia de los facultativos que pasan por el consultorio.

A tenor de las circunstancias, el enfermero de Lora de Estepa lamenta que aunque los consultorios están ampliando su cartera de servicios y recursos materiales, esa mejora no se hace efectiva porque debería ir acompañada de “medios humanos”. “El problema fundamental es la falta de médicos y de continuidad, porque si no son siempre las mismas personas las que atienden, la gente se desconcierta y no tiene la seguridad de que le quieran ayudar a resolver su problema”, diagnostica este practicante veterano. Él mismo, al quedarse al frente del consultorio, ha tenido que lidiar con situaciones “urgentes” que ha logrado gestionar con ayuda del 061.

Estepa, el núcleo bajo mínimos

El centro de salud al que tendrían que acudir en caso de emergencia se encuentra a poco más de seis kilómetros de Lora de Estepa, pero el servicio de ambulancia puede tardar incluso una hora en llegar porque solo hay dos vehículos para dar respuesta a toda la unidad de gestión, explican las fuentes sanitarias de la zona. Además, como denuncian quienes conocen la situación desde dentro, la plantilla de siete médicos que le corresponde a Estepa nunca está al completo. Al facultativo saliente de guardia y al que se encuentra de movilidad con el dispositivo de urgencias, hay que restar las bajas que no se llegan a suplir.

Este déficit repercute negativamente en el estado anímico de los profesionales de la medicina rural que se están “desgastando” por la “descomunal sobrecarga” que ellos mismos denuncian, aunque de forma confidencial y “silenciosa” por miedo a represalias. Además de tener que desplazarse de un sitio a otro continuamente en función de las necesidades de la zona (ya de por sí debilitada por la ausencia de efectivos en los consultorios), quienes permanecen en el centro tienen que asumir decenas de consultas de urgencias que se añaden a la agenda diaria. Esta dinámica es la que ha motivado bajas, renuncias y traslados, en tanto que los sanitarios se sienten profundamente “frustrados” de no poder desempeñar su labor de servicio público tal y como ellos la conciben y la han estudiado.

La otra gran damnificada de este escenario es la atención médica que reciben los usuarios del sistema público de salud. Desde la pandemia, se ha ido erosionando, a medida que acumula “derivaciones frenadas” y retrasos que rondan en algunos casos los 364 días. Muestra de ello es una vecina que, a las puertas del ambulatorio de Estepa, denuncia que lleva dos años esperando una cita para que le revisen unos nódulos tiroideos que le deberían chequear cada seis meses. La espera la vive “con indignación” y “temor” porque lo que está en juego “es vital”. “Algo que ha funcionado siempre bien, ahora no se quiere que funcione, es vergonzoso”, recrimina en alusión a las políticas privatizadoras que le achaca al Gobierno de Moreno Bonilla.

Junto a ella, otra usuaria llamada Esperanza Macarena, se aqueja de que lleva toda la semana acudiendo al mostrador en busca de una cita. “Necesito el historial de mi madre para pedir la ayuda a domicilio antes de diez días y nada, nos dicen que es que hay menos médicos de los que debería porque tienen que atender a otros municipios”, explica a SevillaelDiario.es esta vecina que ironiza con el célebre “Vuelva usted mañana” de Mariano José de Larra.

Pedrera, una cuestión de suerte

Otro ejemplo de que la atención primaria está siendo “maltratada y atacada” en las zonas rurales por “la precariedad y la mala administración” que describen los médicos (especialmente en el área sanitaria de Osuna) es Pedrera. El día que este periódico visita el municipio, su consultorio cuenta con un solo administrativo y la mitad de efectivos (dos de los cuatro que le corresponden para una población de 5.000 habitantes). De ahí que se ralentice el servicio de atención al paciente y se alimente un malestar que ya acumulan desde hace meses los vecinos.

De esta forma lo traslada una familia a la salida del consultorio: “Llevamos 10 días esperando para que nos den unos resultados y cada vez que venimos tenemos que perder aquí toda la mañana”. Precisamente, el “atasco” que se forma recurrentemente en dichas instalaciones es lo que ha llevado a Visitación y a su hermana a interponer tres reclamaciones. “La página web la tienen de adorno, no abren agenda para pedir cita y para conseguir una tengo que venir a perder el día y a veces para nada”, se queja esta vecina de 67 años que se encarga de cuidar a su madre, de 94. “Lo que antes funcionaba como un reloj ahora es un desastre, nos están creando mucha inseguridad”, manifiesta segundos antes de despedirse apresuradamente porque “mi madre me espera”.

Con las mismas prisas, llega en ese momento una trabajadora del personal itinerante que reconoce - sin llegar a detenerse - que el malestar es “generalizado y transversal” en toda la zona. “Lo que se necesita es una reforma estructural”, lanza antes de entrar en el edificio para continuar con su labor. Al respecto, fuentes del Área de Gestión Sanitaria de Osuna consultadas por este periódico indican que ya se ha reorganizado la asistencia médica de la demarcación y en estos momentos se trabaja en un plan de contingencia, mientras se resuelve la dificultad para contratar profesionales. Con todo, desde el SAS sostienen que la asistencia sanitaria a su población de referencia está garantizada.

“Un abandono sin precedentes”

En cambio, los sanitarios que conocen en primera persona la situación afirman que “la atención pública en las zonas rurales y, sobre todo, en la zona básica de Estepa está totalmente abandonada”. Así de rotundos se muestran Constanza Palomas y Antonio Martín, enfermeros que se han jubilado recientemente tras pasar 22 y 43 años respectivamente en el consultorio de Pedrera. Ambos coinciden en que “nunca ha estado así” y empatizan con el “calvario” que están viviendo sus compañeros médicos: “Están maltratándolos con contratos precarios, mandándolos a pueblos lejos de aquí teniendo su vida hecha y castigándolos con la productividad cuando son profesionales con vocación y muy competentes”.

Tanto es así que aseguran que trabajar en tales condiciones es “un sinvivir”. “A mí se me abrían las carnes cuando nos quedábamos los enfermeros solos y pensábamos, por favor, que no llegue nadie con una urgencia”, rememora Constanza con el rostro impregnado de emoción.

Esta enfermera ya retirada confiesa que “nos duele mucho” encontrar la atención primaria tan “deteriorada”. Por eso, ella y otros tantos colegas del gremio ya retirados como Juan Monedero, Nuria Roig y Paco Romero encabezan las movilizaciones en defensa de la sanidad pública de calidad que convocan recurrentemente bajo el paraguas de Marea Blanca, prestando especial atención a las zonas rurales por el grado de “colapso sanitario” que atraviesan estas poblaciones minoritarias frente a los núcleos urbanos. Lo hacen también conscientes de que los profesionales en activo se sienten “perseguidos y coartados” por la dirección económico-administrativa de la zona, de acuerdo con sus testimonios.

Radiografía de un mal generalizado

Junto a los municipios anteriores, también Badalatosa, Casariche y La Roda de Andalucía, entre otros, padecen dolencias similares en lo que respecta a una plantilla deficitaria y a problemas para conseguir citas. La Roda, por ejemplo, protagonizó en marzo un encierro para protestar contra la falta de médicos, después de quedarse sin profesionales en el consultorio. Hoy, el único que atiende a los vecinos es un dentista jubilado que se ha reincorporado.

A pesar de que la zona de Estepa se considera “la peor” de todo el distrito de atención primaria en el que se enmarca, otras unidades de gestión como la de Osuna también adolecen de carencias similares, asegura Marea Blanca. De hecho, un facultativo de medicina familiar y comunitaria que lleva años en la zona básica de Osuna denuncia a este periódico que “la mala administración” del área ha provocado “la huida en masa de multitud de médicos”, provocando “un déficit de personal facultativo como nunca antes se había dado”.

Aunque se declara un “médico vocacional”, lamenta que “trabajando en esta situación de brutal sobrecarga se pierde cualquier aliciente en el trabajo, se aumenta la posibilidad de cometer errores o incluso de sufrir agresiones por parte de pacientes que no ven resueltas sus demandas de salud”. De ahí que aboguen por reforzar la atención primaria rural y por cuidar a los efectivos que, pese a la complejidad, resisten en los municipios como valedores de la “continuidad” y “la cercanía con el paciente”. Emblemas de la atención primaria que peligran en estas condiciones. Pues así, “no se puede garantizar una asistencia médica de calidad”.

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