Crónica afectiva y sexual del aislamiento: masturbación, sexting y estrategias para calmar el hambre de contacto humano
Entre las malas noticias y la incertidumbre de la pandemia, entre el miedo y la soledad a veces dura del aislamiento que se alarga, crece, también, el deseo. Las ganas de otro cuerpo o, sencillamente, de la posibilidad de otro cuerpo. El recuerdo de lo que hiciste o la imaginación de lo que querrías hacer. El impulso de tocarse, o de escuchar a alguien decirte o de poder mirar algo que te excite. “Tengo el deseo sexual a mil”. “Me masturbo mucho, también estoy probando mucho el sexting y la videollamada”. “He utilizado mis juguetes, aunque lo normal, como antes”. “Sin poder salir de casa ni ver a nadie, el sexting es ahora de las cosas que más me excita”. Viven la pandemia solos o solas, entre el autoerotismo, los mensajes subidos de tono, las videollamadas, o el descubrimiento de nuevas estrategias para paliar el hambre de placer y de otros.
A Mireia, el confinamiento le pilló en una etapa de mucha actividad sexual. Cada semana tenía citas con personas que conocía a través de aplicaciones para ligar. “La primera semana me masturbaba muchísimo, no sé si también por buscar algo de calma. Ahora ya se ha estabilizado. He probado cosas nuevas. En mis amigos y amigas a mi alrededor he notado lo mismo, una necesidad muy grande de masturbarse”. Esas citas presenciales las ha sustituido ahora por quedadas online para tener sexting o tener sexo por videollamada. “Antes utilizaba el sexting para calentar una quedada, siempre me ha gustado tener un objetivo, saber cuándo íbamos a quedar... pero ahora es diferente. No sabes si con quien lo haces quedarás una vez pase esto”. Es diferente y por eso esos mensajes, las fotos y las llamadas buscan compartir y acrecentar un placer que es necesariamente distante.
Las tiendas online de juguetes sexuales publican ofertas con descuentos y prometen placer a domicilio, a veces, incluso, con envíos gratis. “Me compré el Satisfyer para pasar mejor la cuarentena y no me arrepiento de nada”, dice una usuaria. “Yo me arrepiento de no haberlo metido en la maleta cuando me vine a casa de mi madre, así que tiro de estimulación manual”, cuenta otra. El succionador de clítoris es el rey de la temporada, pero el aislamiento ha hecho que muchas mujeres desempolven otros juguetes y también que agudicen su imaginación. El mango de la ducha, el bidé, los cojines, hasta naranjas y zanahorias, después de pasar por el ritual de la desinfección, claro. O la vuelta a la mano y al tacto propio.
El bajón de ánimo colectivo cuando arreció la pandemia se notó también en la venta de juguetes sexuales. Lelo, una de las empresas del sector, confirma que a mediados de marzo el mercado cayó, al mismo tiempo que crecía el miedo y la incertidumbre. Pero desde finales de marzo, las ventas no solo han vuelto a los niveles anteriores a la pandemia, sino que incluso crecen. “El impacto económico se ha dado en las tiendas físicas, pero en el comercio online, después del parón, crecemos. Parece que la gente busca ahora hacer una vida más normal o querer disfrutar o pasarlo bien en medio de todo esto”, dice la responsable de desarrollo de Lelo en España, Ana Gutiérrez. Suben las ventas de los succionadores de clítoris, de masturbadores masculinos, pero también de juguetes en pareja.
Verónica ha tenido sexo a través del teléfono, de fotos, videos y mensajes de audio con un chico que ya conocía. “Y otro con el que estuve una noche hace dos años me escribió recordándolo y al final con el calentón terminas masturbándote con tus juguetes y poniendo la imaginación al servicio del placer”.
La sexóloga Marta Guijarro recuerda que nos han privado del contacto físico, un contacto que nos resulta placentero, que nos da cercanía y conexión. “Ahora se trata de generar estrategias para conseguirlo de otras formas. Dar rienda suelta a la imaginación, experimentar, tocarse, preguntar, sexo telefónico, videollamadas, fotos, revivir momentos que te ayuden a canalizar el deseo”, dice. Guijarro subraya también que si esas estrategias son compartidas deben ser recíprocas y debemos tener cautela. Por ejemplo, compartir fotos solo si el intercambio nos genera confianza y procurando que no se nos identifique.
Valeria (nombre ficticio) lo hace con quien es su pareja desde hace un año: “Buscamos complicidad con algún mensaje sugerente para romper la rutina. No solo tiene que ver con el sexo, también con el humor, nos hace reír. A veces nos escribimos cuando nos vamos a duchar o nos mandamos una foto en ropa interior o sin ropa... Y por las noches a veces nos videollamamos y nos tocamos a la vez. Nada sustituye a la piel ni a los abrazos pero es mejor buscar fórmulas para seguir compartiendo el deseo que la nada”.
Andrea vive entre la frustración y la exaltación de sus hormonas. El confinamiento le pilló empezando a conocer a una chica y quebró sus planes. “Ha sido un bajón porque estamos en ese momento de conocernos y de tener una ganas evidentes de estar juntas. Pero quizá por la situación justo hemos empezado a hablar mucho más, a hacer videollamadas que antes no hacíamos, a mandarnos más fotos y estar más presentes”. En su rutina han incluido el sexting y las fotos subidas de tono, también gestos para relacionarse sexualmente de otra manera. “Desde contarnos qué nos apetecería hacer si estuviéramos juntas a decirnos que vamos a ducharnos y llevarnos el portátil a la ducha para vernos”
Aplicaciones en confinamiento
Podría parecer que no corren tiempos para las aplicaciones de citas, pero el deseo desborda y hay allí un mundo de quienes buscan compañía virtual, masturbación conjunta, frases calientes por Whatsapp o alguien a quien, si no tocar, al menos ver, alguien con quien imaginar todo lo que ahora no podemos hacer. Las apps lo saben y algunas tratan de adaptarse al mercado. Igual que hay editoriales que liberan contenido, Tinder ha abierto la opción de conectar con personas de todo el mundo, un servicio que hasta ahora era de pago.
Mireia, que usa varias aplicaciones y que está contando sus experiencias en un podcast, cuenta que otras han dado la posibilidad de poner la ubicación de cada usuario 'en cuarentena' o 'en ningún sitio' para ampliar las posibilidades más allá de la ciudad en que alguien vive. O, lo que es lo mismo, facilitar el sexting o las citas subidas de tono con personas que estén aún más lejos. Ciertamente, en tiempos de coronavirus y cuando se trata de sexo, cerca o lejos son palabras que han perdido buena parte de su sentido. Tinder asegura que en las últimas semanas las conversaciones han crecido un 20% y que son un 25% más largas que antes del confinamiento.
Éric también habla más con David (nombres ficticios los dos), el chico que conoció cinco meses antes de que empezara el confinamiento y con quien, desde entonces, quedaba cada semana. Dos videollamadas al día, una por la mañana y otra por la noche, se han convertido en su rutina de contacto. Durante el día aprovechan huecos libres para seguir chateando. No han probado el sexting ni el cibersexo -“no ha surgido, no lo hemos hablado y yo tampoco siento la necesidad”- pero sí otras estrategias para sentirse cerca. “Vemos películas y series al mismo tiempo y las comentamos por Whatsapp”, cuenta
¿Cambiará el confinamiento el rumbo de su historia, aún incipiente? “Supongo que sí, pero también un mes juntos la cambia. En realidad seguimos hablando mucho y viéndonos mucho, seguimos conociéndonos de otra manera, sigo viendo cosas que son nuevas y creo que él de mí también. Tampoco nunca nos hemos puesto nombre como pareja, pero tengo la sensación de que esto estará allí al acabar el aislamiento, avanzará como tenga que hacerlo igualmente”.
Y si no hay deseo qué
El deseo inflamado convive con la tendencia opuesta: la ausencia de deseo. “Aunque creo que hay mucha necesidad de tocar y ser tocado y también necesidad de afecto, me he encontrado los polos opuestos: gente con un deseo sexual muy alto y gente que quizá lo está viviendo con más miedo y ansiedad y que les desactiva todo, ni quieren placer propio ni compartido”, explica la sexóloga Marta García Peris.
Le pasa a Luis. Asegura que sin estímulos sexuales físicos cercanos “es complicado masturbarse”: “Igual que a veces hay un ambiente que favorece lo sexual, ahora es todo lo contrario. Solo, encerrado en casa, sin estímulos visibles, pues lo complica todo. Y aunque haya videollamadas o sexting es como recibir un mensaje templado en un ambiente helado”, relata.
Por su parte, la sexóloga Marta Guijarro pide que no nos castiguemos si no sentimos deseo. “Debemos alejarnos de los 'tener que', ser amables con nosotras, pensar qué necesitamos... tenemos que cuidarnos en todos los aspectos al máximo posible. Si nuestro estado de ánimo permite que el deseo aparezca, estupendo. Es maravilloso explorarnos siempre, podemos aprovechar para tocarnos enteras o para mirar nuestra vulva. Pero si no sentimos deseo o nos apetece hacer algo, no pasa nada, no tenemos que salir necesariamente de esto con un aprendizaje, ni sabiendo gestionar nuestras emociones o nuestra sexualidad”, reflexiona.
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