El mercado mundial de aire acondicionado está creciendo rápidamente, especialmente en los países emergentes o en desarrollo. Debido a esta tendencia, un informe elaborado por el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley (EE UU) estima que para el año 2030 se habrán instalado unos 700 millones de unidades a nivel mundial, cifra que llegará a los 1.600 millones en 2050.
Según los autores del informe, si no se aplican políticas globales para contrarrestar este crecimiento, se producirá “un impacto a gran escala en la capacidad de generación de electricidad”, junto a “un aumento significativo de las emisiones de gases de efecto invernadero”, “sobre todo en las economías con climas cálidos”.
El estudio de Berkeley concluye que si se sustituyeran los aparatos de aire acondicionado por otros un 30% más eficientes energéticamente y se eliminaran gradualmente los gases refrigerantes de mayor impacto ambiental, se podría contrarrestar la construcción de hasta 1.550 plantas de energía.
98.000 millones de toneladas de CO2
Además, esta transición evitaría la emisión unos 4.000 millones de toneladas al año de dióxido de carbono, más de lo que emite cualquier país del planeta que no sea China o EEUU. En conjunto, el informe indica que se podría evitar la emisión de 98.000 millones de toneladas de dióxido de carbono de aquí a 2050.
El estudio hace especial hincapié en varios países como la India, ya que, según destacan, “en estos países se van a instalar cantidades enormes de aparatos de aire acondicionado, no solo por comodidad, sino como una necesidad de salud”, explican los autores del informe.
El problema, es que “estos países utilizan para sus equipos gases perjudiciales para la capa de ozono”, explica a eldiario.es Bastian Zeiger, investigador del Öko-Recherche, una institución que actúa como consultora científica para la Comisión Europea. Los gases a los que se refiere Zeiger son los HCFC, que pertenecen a la misma familia que los clorofluorocarbonos, más conocidos como CFC, y cuyo uso fue limitado por el Protocolo de Montreal en 1989 debido a los importantes daños que causaban en la capa de ozono.
Los gases fluorados tampoco son una alternativa
En la actualidad, el Protocolo de Montreal ha fijado también una restricción a los HCFC, cuyo uso empezó a limitarse el pasado año. Sin embargo, en la Unión Europea ya se había restringido el uso de este tipo de sustancias, que habían sido progresivamente sustituidas por gases fluorados, que no afectan a la capa de ozono.
Sin embargo, este tipo de gases tampoco suponen una solución permanente, ya que tienen un elevado impacto en el calentamiento global y una larga permanencia en la atmósfera, por lo que contribuyen al efecto invernadero y agravan los efectos del cambio climático. Según datos de la Comisión Europea, los gases fluorados tienen “un efecto de calentamiento global hasta 23.000 veces mayor que el dióxido de carbono”.
Sin embargo, a pesar de que los gases fluorados siguen siendo los más populares en la industria del aire acondicionado, su uso también está empezando a limitarse en Europa. Según la nueva normativa europea que entró en vigor en enero del pasado año, “en los casos en que se disponga de alternativas adecuadas para el uso de determinados gases fluorados de efecto invernadero, deben introducirse prohibiciones a la comercialización de nuevos aparatos de refrigeración, aire acondicionado y protección contra incendios que contengan dichas sustancias o cuyo funcionamiento dependa de ellas”.
El problema, es que los países en desarrollo han comenzado a realizar la transición de los HCFC a los gases fluorados, mientras que, según Zeiger, “la idea que se persigue es que los países en desarrollo salten de los HCFC a alternativas que contribuyan menos al calentamiento global”.
Alternativas a los gases fluorados
Según el informe de Berkeley, esto ya podría llevarse a cabo, ya que en los países en desarrollo “aproximadamente el 90% de los HCFC y los gases fluorados de elevado potencial de calentamiento global se pueden sustituir por otras sustancias”. Algo en lo que coincide Zeiger, quien asegura que “desde un punto de vista tecnológico es posible hacer una transición a alternativas de bajo potencial de calentamiento global”.
Sin embargo, este investigador señala que las normas comunitarias de seguridad obstaculizan el uso de gases con menos impacto, ya que algunos de ellos son inflamables, “lo que impide que muchos fabricantes hagan el cambio”. Además, Zieger también recuerda que “la mayoría de los equipos de aire acondicionado domésticos y de uso comercial provienen de China, que tiene alrededor del 80% del mercado mundial”, con lo que “las condiciones en estos países y la normativas de la UE están, en cierta medida, entrelazadas”.