La lista de síntomas del coronavirus ha ido alargándose en los últimos meses. El cuadro de tos, disnea y fiebre que figuraba en los protocolos del Ministerio de Sanidad en marzo ahora es un gran catálogo que incluye afecciones gastrointestinales, dolor de cabeza o signos leves de catarro (dolor de garganta, mocos o febrícula) que antes de la epidemia se autocuidaban en casa sin necesidad de pasar por el centro de salud. Los médicos de Atención Primaria advierten de que con tantos síntomas posibles y la población hipersensibilizada –por miedo y también por responsabilidad– se están multiplicando las consultas. Y es un aviso porque la temporada de catarros y gripes aún no ha comenzado.
La única forma de discriminar si es COVID o no es con una PCR. Se traduce en datos: todas las comunidades han aumentado el número de PCR que se realizaban al comienzo de la 'nueva normalidad'. Proporcionalmente, donde más ha sucedido es en Aragón, donde se han multiplicado por seis. En la semana del 26 de junio, en todo el país se hicieron 370 test por 100.000 habitantes; en la del 7 de agosto fueron 814. El aumento de pruebas diagnósticas se debe a dos motivos: el buen funcionamiento del rastreo de contactos, investigando a todas las personas que se han relacionado con alguien infectado; y que cada vez más personas acudan al centro de salud reportando síntomas.
Con pocos o nulos refuerzos en algunas comunidades y parte de las plantillas de vacaciones o de baja, en Atención Primaria temen que esta situación les asome de nuevo al colapso. La realidad, sin embargo, no es idéntica en todos los territorios; a mayor número de contagios se sufre más. En Madrid, una región que ya acumula uno de cada tres nuevos casos, los principales sindicatos sanitarios (CCOO, Amyts, CSIT y UGT) han denunciado en un informe que la Comunidad de Madrid no ha cumplido con los refuerzos prometidos –faltan 2.844 profesionales por contratar, según sus datos– y que en ocasiones los centros no tienen pruebas suficientes para la demanda diaria. También alertan de que existe “una gran sobrecarga física y emocional” en los trabajadores. Aseguran que recae sobre ellos una parte de las funciones de los rastreadores y piden una “estrategia de comunicación” dirigida a la población sobre el funcionamiento de la Atención Primaria.
“Nos quedamos alucinadas con las PCR positivas que salen”
En el centro de salud de Fuenlabrada que dirige Mar Noguerol, vicepresidenta de AFEM, en julio se hacían 20 PCR diarias y ahora hay días que cuentan un centenar. Entonces era raro ver un positivo. Ya no. Hacen más pruebas y también obtienen un porcentaje mayor de contagiados, cuenta. Lleva varios días doblando turnos. “Hemos hecho pruebas hasta por conjuntivitis, últimamente por erupciones cutáneas. Cada vez viene más gente que huele más a COVID-19. Y aun así nos quedamos alucinadas con las PCR positivas que salen. No sé, por mocos, por ejemplo”, ilustra.
El gran número de síntomas asociados a la COVID-19 dificulta ese trabajo diario de los sanitarios. Los médicos creen que esta situación va a empeorar cuando bajen las temperaturas y comience la temporada de catarros y gripes. En el plan del Ministerio de Sanidad contra los rebrotes está incluido que este curso se vea reforzado el número y distribución de dosis de vacunas antigripales a nivel estatal. “Puede ser para echarse a temblar porque vendrán personas con mocos y décimas. Y es lógico porque la gente está nerviosa. La COVID-19 puede emular muchas sintomatologías distintas. Y no significa, por ejemplo, que todas las diarreas, muy típicas del verano, sean coronavirus”, dice el doctor Salvador Casado, que trabaja en un centro de Soto El Real y asegura que lo que le falta es “tiempo” para “poder pensar” y “estudiar” cada caso. “El sistema empieza a no poder dar respuesta porque está colapsando”, sostiene.
“No hay sistema sanitario que aguante el protocolo sin refuerzos”, afirma Casado, que pronostica que las cosas “pintan mal”. Los sanitarios comienzan a percibir, incluso, cierta “picaresca” en la población que, asustada, pide hacerse la PCR achacando algunos síntomas. Las pruebas diagnósticas se realizan, por protocolo, a los sintomáticos y también automáticamente a todos los contactos estrechos una vez se conozca un positivo. “Hasta julio los contactos se aislaban y se les hacía seguimiento. Solo se realizaba PCR si desarrollaban síntomas. Ahora no y eso ha aumentado el número de pruebas”, explica Noguerol.
“Llegar un lunes y tener 17 PCR positivas es tremendo”
Aragón ha sido la primera parte de este verano, junto a Catalunya, la comunidad que más ha preocupado a Sanidad. Los sindicatos de Médicos de Atención Primaria de Aragón (CESM y FASAMET) emitieron un comunicado el pasado 4 de agosto pidiendo “medidas urgentes” al gobierno regional. Entonces, hace 14 días, en esa comunidad los casos seguían en escalada; hoy la situación parece algo más “estabilizada” –según valora Sanidad–, pero eso no se refleja en la Atención Primaria, como cuenta Sara Sastre, médica de familia, delegada sindical y portavoz de FASAMET. Principalmente en Zaragoza, sigue “desbordada”.
Los factores son muchos. Uno es estructural, “las plantillas están mermadas, cada vez hay más jubilaciones sin personal de relevo, la gente está agotada, hay muchas bajas por COVID-19 o por ser contactos”. Otro es el mismo que reportan en Madrid: la enfermedad cada vez es más compleja. “Al principio había tres síntomas claros que se repetían: tos, dificultad respiratoria y fiebre. Ahora hablamos de falta de gusto, de diarrea… todo es posibilidad de COVID-19. Y a la mínima que tienes sospecha, hay que llamar y valorar, aunque sea por teléfono. A veces es y a veces no”. Con una situación de transmisión comunitaria, “la gente está preocupada y se llama también por, por ejemplo, mucosidad o dinorrea. Sigue habiendo incertidumbre: en esos casos, si no se ha estado en contacto con positivo, se recomienda hacer seguimiento y estarse atento a si se empieza con tos”.
El temor es que la situación empeore con el fin de las vacaciones. Entre las medidas que están exigiendo al Gobierno de Aragón está una muy concreta para “descongestionar” la Atención Primaria de la carga de trabajo que suponen las pruebas diagnósticas: hacer PCR dentro del vehículo, “como se hizo durante unos meses en el Hospital Militar de Zaragoza, pero se dejó de hacer”.
Otra de las consecuencias del elevado número de PCR es que los resultados se demoran más. “El objetivo es que estén en menos de 24 horas porque ahora están tardando tres días”, dice Sastre. Marisa Fernández, enfermera en un centro de Vallecas (Madrid) y responsable de Atención Primaria en CCOO va en la misma línea. “Estábamos en 48 horas y ya vamos por unos cuatro días” entre que se hace la prueba y se conoce la positividad o negatividad, asegura.
En la mayoría de comunidades se tratan de resolver las consultas, si los síntomas lo permiten, por teléfono. Es el primer filtro para evitar colas en los centros de salud y evitar exponer a los pacientes a lo que se considera “un foco de contagio”. En algunas provincias, como reportan sanitarios de Soria, las llamadas se agolpan y existen dificultades para pedir cita. Eso obliga a pasar largas horas al teléfono y compatibilizarlo con las visitas presenciales. Los pacientes que demandan más tiempo, dicen los médicos consultados, son aquellos que acaban de dar positivo en una prueba, pues en muchas comunidades los facultativos de Primaria asumen la avanzadilla del rastreo a los convivientes. Y hacen una primera prospección, en ocasiones por la falta de rastreadores externos, de los contactos a través de una entrevista. “Llegar un lunes y tener 17 PCR positivas es tremendo”, ejemplifica Noguerol.
“No ha sido un verano al uso”
Mabel Arciniega, del Sindicato de Médicos de Euskadi, habla sobre la situación de su comunidad en términos parecidos. La saturación en Primaria la califica de “histórica, al menos viene de 10 ó 15 años atrás”, pero la COVID “lo agrava todo”. Habitualmente, siempre hay merma de efectivos en verano, “que se cubren entre compañeros estos meses” sin haber contrataciones, pero este “no es un verano al uso”.
No es un verano como otros porque, para empezar, desde el Servicio Vasco de Salud, Osakidetza, se les instó a todos a cogerse vacaciones en periodo estival previendo un rebrote en otoño, “avisando de que no podían garantizar vacaciones si lo había, ni pagarlas, en todo caso posponerlas a 2021”. Por tanto, la gente que prefería cogérselas más tarde se las ha cogido, y se suma que muchos pacientes no se han ido de vacaciones. Se le suman las bajas de facultativos por COVID y otros motivos y “tenemos una carga de trabajo de abril o mayo en agosto, con menos gente que un agosto normal”.
También ahí se acumulan las llamadas de teléfono: “Se ha hecho por optimizar y se hace por turnos, pero ahora a los 40 pacientes de cada médico le sumas las consultas por teléfono y en el mismo tiempo atienden el día que le toca a 70. A la administración le viene estupendo, ha sido decisión de Osakidetza, pero la población quiere que la vean en persona, así que muchas veces se enfadan con los médicos”.
A todo se añade que “el personal de rastreo no nos da apoyo como se dice, sino al contrario: ellas, casi todas enfermeras, hacen un trabajo fenomenal para el que, con las que son, no dan abasto; así que cuando da positivo un paciente es desde Atención Primaria muchas veces donde se da apoyo al rastreo”. Y, con la situación, apunta Arciniega, “cada vez más gente joven que te viene sin olfato, con diarrea. Y es lo que tienen que hacer, unos serán COVID-19 y otros no lo serán, y hay que ver a todos. Todo suma y sigue, más trabajo y más trabajo” en esas circunstancias. “Hay que ser prudente, llamar, hay teléfonos de asesoramiento… está fenomenal”, señal. Lo irresponsable es “ese pequeño grupo de gente que, por ejemplo, debería estar aislada y la llamas y no lo está”.
“Es la tormenta perfecta”, resume Casado, médico de familia en Madrid. Un combo de aumento de casos, responsabilidad y miedos combinados con una situación estructuralmente débil de la Atención Primaria que la pandemia ha terminado de socavar. Y la vuelta de vacaciones y el invierno en el horizonte. Los sanitarios, en esta coyuntura, piden una vez más recursos. “La administración se fija en los hospitales, pero olvida los centros de salud. Aquí los que estamos somos todoterreno y el día que se den cuenta, lo valoren y nos doten como necesitamos… ese día a lo mejor ya nos hemos cansado”, zanja la enfermera Fernández.