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La brecha en las carreras científicas comienza en secundaria: solo un 4% de las chicas quiere estudiarlas frente al 12% de chicos

Un científico y una científica jóvenes en imagen de archivo / EFE

Belén Remacha

Solo un 28% del alumnado universitario en carreras del campo STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, en sus siglas en inglés) son mujeres, un porcentaje ligeramente inferior al de los países europeos de la OCDE, que se sitúa en el 31,4%. Un estudio de la Universidad Camilo José Cela analiza por qué sucede esto a partir de datos del informe PISA y concluye que esa brecha comienza en la secundaria: la proporción de chicas que quieren estudiar ciencias a los 15 años es tres veces menor que la de chicos.

¿En qué te ves trabajando a los 30 años? Esta pregunta se le hace a los alumnos y alumnas de esa edad que participan en el informe PISA. Una minoría del total, el 16,3%, dice que de mayor se ve como científico. Pero el número es menor entre las chicas: el 4,2% de ellas frente al 12,1% de ellos. En otros ámbitos es muy diferente: hay sobrerrepresentación de mujeres que responden carreras sanitarias, como Medicina o Enfermería. El estudio desagrega los datos por Comunidades Autónomas, pero esta problemática es “transversal”, explica Francisco López Rupérez, responsable de la investigación.

Es muy frecuente la imagen de una clase de Bachillerato tecnológico de un Instituto de cualquier ciudad española con apenas un par de chicas, situación que constatan los resultados del informe: “En Primaria no se advierten grandes diferencias. Es en la Secundaria cuando se comienza a ver el alejamiento de las ciencias. Por eso es importante operar en esa etapa, tenemos la obligación de acertar ahí”. Ese es el momento, segundo ciclo de la la ESO, en el que se gestan la mayoría de vocaciones profesionales y se marca el camino a seguir. Después vienen los itinerarios de Bachillerato, luego la carrera o la Formación Profesional, “y es muy difícil hacer el camino de vuelta de no-STEM a STEM”, detalla López Rupérez.

El equipo de la UCJC encuentra muchas causas para esa brecha, descartando a la vista de los resultados de las investigaciones internacionales las diferencias en cuanto a “habilidades cognitivas” entre chicas y chicos. El estudio divide los factores en cuatro, que interaccionan entre sí: individuales (biológicos y psicológicos); familiares; escolares y sociales. Todos están atravesados a su vez por el sesgo de género, los estereotipos y las expectativas sociales reservados para chicas y chicos.

Analizan además que esta brecha de género que comienza en la secundaria repercute en la brecha salarial que sufrirán ya como adultos: los datos que manejan es que, al final de la presente década y con el nivel de crecimiento actual, el ritmo de creación de empleos STEM duplicará al de los empleos no STEM (18% frente a 9%). Los trabajos que tienen que ver con carreras científicas están altamente cualificados, es decir, “al elegir esas carreras, los hombres tienen opciones mejor retribuidas. Si consiguiéramos que las mujeres fueran a estas profesiones STEM, parte de la brecha salarial que tiene que ver con las diferencias en el tipo de empleo se reduciría”.

Las causas: déficit de autoconfianza

Hay un aspecto atravesado por el género que encontraban especialmente relevante: la autoconfianza. “La autoconfianza tiene mayor influencia sobre el rendimiento en mujeres que en hombres. Es decir, a igualdad de nota en matemáticas, las alumnas tienen una probabilidad significativamente inferior a la de los alumnos de reconocer que son ‘buenas en matemáticas”. Por eso una de las recomendaciones para atajar la brecha tiene que ver con que cambie la manera en la que se enseña la ciencia en la ESO: “Si hay déficit de confianza, los alumnos y especialmente las alumnas lo que necesitan es sentir que dominan la materia. Hay que desarrollar en el aula conocimientos que lleven al aprendizaje profundo”.

Otras causas que han estudiado es que el rendimiento e interés es la influencia del entorno: entre las chicas “el apoyo entre iguales tiene un efecto mayor que para los chicos”; es decir, entre el grupo de compañeros hay retroalimentación y esta tiene especial relevancia para ellas. Pasa parecido con la influencia parental, especialmente de las madres más que de los padres por “los roles de género e implicación”. “Las chicas que tienen éxito en las ciencias tienden a tener madres con elevadas expectativas educativas y que se preocupan por los progresos escolares de sus hijas”.

Por ello quieren promover el aprendizaje científico “de carácter cooperativo” para que se produzca la interacción entre iguales, así como la implicación parental a través de los centros y del propio profesorado. En general abogan por “políticas educativas” que valoren toda esta idiosincrasia. Así, por ejemplo y muy importante, a que la orientación profesional que se realiza en esas edades preste atención a especificidades como esa falta de autoconfianza de las chicas.

El estudio completo analiza también el rendimiento y expectativas de los alumnos en materias científicas, con resultados por Comunidades. En general, determinan desde la UCJC fijandose en ese 16,3% total, en España hay déficit de vocaciones científicas. Por eso “tiene importancia motivar a las chicas para ellas, pero esto tiene una dimensión colectiva. Con esfuerzos para que las chicas se orienten con mayor frecuencia a profesiones científicas lograríamos el necesario aumento del número de graduados STEM en nuestro país”, lo cual está directamente relacionado con el desarrollo en nuestro país de la “cuarta revolución industrial, que se apoya en sistemas físicos, biológicos, digitales, y en sus interacciones entre sí”.

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