La lucha contra el cambio climático olvida a las mujeres
“Las mujeres constituyen la mitad de la población y si la política climática no responde adecuadamente a las necesidades y prioridades de la mitad de la población, no puede ser eficaz”. Janna Tenzing, investigadora del Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo, es la principal autora de un reciente informe en el que incide en la necesidad de aplicar una perspectiva de género a las políticas sobre cambio climático. Tenzing se encuentra en la cumbre del clima que se está celebrando en París, donde la plataforma de Mujer y Género exigirá un “acuerdo climático justo y sensible al género”, que garantice “una participación pública plena, inclusiva y equitativa entre hombres y mujeres en la toma de decisiones”.
El cambio climático es un problema de carácter global, que tiene un importante impacto social, económico y político para todo el planeta. Sin embargo, no afecta por igual a toda la población, siendo las regiones más pobres las más vulnerables. Diversas plataformas han denunciado que estas desigualdades preexistentes deberían tenerse en cuenta a la hora de desarrollar políticas y acciones en la lucha contra el cambio climático, en particular en el caso de las mujeres, que representan el 70% de la población que vive por debajo del umbral de pobreza. Varios estudios han demostrado que los hombres y las mujeres son vulnerables al cambio climático en diferentes grados y que los primeros disponen de más medios para adaptarse a los problemas generados por eventos meteorológicos extremos.
En general, señala Tenzing, los diferentes efectos que tiene el cambio climático en hombres y mujeres tienen que ver con las funciones y responsabilidades que las distintas sociedades asignan a ambos. “El aumento de las sequías, por ejemplo, implica que las mujeres y las niñas (que son las encargadas de la recolección de agua en muchas comunidades), tendrán que caminar largas distancias para encontrar agua”, afirma la investigadora. El dedicar más tiempo a este tipo de actividades, reduce el tiempo del que las mujeres disponen para su educación o para realizar trabajos que generen ingresos, lo que perpetúa y agrava la desigualdad.
Ausencia de mujeres en los foros de decisión
Pero las mujeres no solo sufren más los efectos del cambio climático, sino que suelen quedar fuera de los ámbitos de decisión, de forma que, en ocasiones, las propias políticas encaminadas a mitigar estos efectos terminan por aumentar las desigualdades preexistentes. “Si las políticas climáticas no reconocen las diferencias del impacto del cambio climático entre hombres y mujeres, es decir, si la política climática es ciega al género, entonces lo más probable es que no tenga en cuenta las necesidades y prioridades de las mujeres”, asegura Tenzing, que ha sido consultora de Naciones Unidas.
Políticas como el programa de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal en los Países en Desarrollo, lanzado por la ONU en 2008 y que permite a las naciones industrializadas compensar sus emisiones pagando a los gobiernos por la conservación de carbono almacenado en árboles, pueden conducir a una mayor exclusión de personas pobres y carentes de tierra, frecuentemente mujeres, cuyos medios de vida dependen de productos forestales. Así lo han alertado varios estudios, tanto de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, como de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
Grandes desigualdades en el sector agrícola
Precisamente el acceso a la tierra es uno de los principales problemas a la hora de analizar el impacto del cambio climático y la desigualdad de género. El cambio climático tiene efectos considerables en los sistemas de producción agrícola y las mujeres que se dedican a esta labor, a menudo como medio de subsistencia, “no tienen el mismo nivel de acceso que los hombres a las técnicas o tecnologías que ayudarían a que sus cultivos sean más resistentes a eventos meteorológicos extremos”, explica Tenzing.
La falta de acceso de las mujeres a los recursos que son esenciales para el desarrollo agrícola ha sido denunciado en diversas ocasiones por la FAO, que asegura que “el número de hambrientos podría reducirse en más de 100 millones de personas si se diese a las mujeres rurales el mismo acceso a los recursos que tienen los hombres”.
Según datos de esta organización, solo el 7% del total de las inversiones agrícolas son otorgadas a las mujeres que trabajan en este sector y solo el 5% de las mujeres tiene acceso a los servicios de extensión agrícola, pese a que representan el 43% de la mano de obra y generan hasta el 80% de la producción de alimentos en algunas regiones. Si mujeres y hombres tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos, los rendimientos en sus granjas podrían aumentar entre 20% y un 30%, lo que supondría “un gran estímulo para todo el sector agrícola, la economía en general y la sociedad en su conjunto”, asegura la FAO.
Con respecto al desarrollo de la cumbre, Tenzing asegura que aunque “la relación entre cambio climático e igualdad de género es cada vez más reconocida”, espera que “se adopte un nuevo acuerdo sobre el cambio climático que reconozca la igualdad como un principio que guíe las acciones de lucha contra cambio climático en el futuro”.