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China pone nota a sus buenos y malos ciudadanos
Bajo la constante mirada de miles de cámaras callejeras, los ciudadanos chinos ya empiezan a ser evaluados según su comportamiento a través de un polémico “sistema de crédito social” en el que la puntuación es clave a la hora de obtener un préstamo o poder viajar.
En cuentagotas, las autoridades van desvelando las reglas de este sistema de escrutinio ciudadano que algunas ciudades y empresas chinas ya han empezado a aplicar a modo de experimento y que se asemeja mucho a algunas realidades inquietantes de ciencia ficción.
Por ejemplo, Pekín acaba de anunciar que pondrá mala nota a través de este método a aquellos que fumen en lugares donde no esté permitido, sin especificar cuál será el castigo.
Otra ciudad del este, Qingdao, ya valora a sus residentes a través de este sistema en el que se pierden puntos si se falta al respeto a barrenderos, se tira la basura en lugares inapropiados o se dañan los árboles urbanos.
Este carné por puntos de buen ciudadano se encuentra dentro de los planes legislativos del Gobierno chino, que prevé que entre en vigor en menos de tres años, pero del que no ha proporcionado casi detalles.
Quizás debido a este desconocimiento, los ciudadanos chinos no han mostrado todavía inquietud por la llegada de este peculiar sistema y, de momento, parece estar pasando desapercibido tanto en la calle como en las redes sociales.
“Que yo sepa, nadie me está puntuando. Quizás solo se enteran las personas que hacen algo malo y las penalizan”, comenta a Efe una joven china que reside en Pekín y confiesa no saber mucho sobre el sistema, salvo lo poco publicado por la prensa estatal.
Sin embargo, ya hay empresas que aplican este sistema, como Ant Financial, parte del grupo Alibaba y dueña de Alipay, que puntúa a sus clientes en función de sus hábitos de consumo o si pagan sus facturas a tiempo.
También Ziroom, una de las inmobiliarias con más presencia en Pekín, tiene su propio método de calificación y da puntos a sus inquilinos según su comportamiento para que puedan obtener descuentos.
Aunque algunos chinos ven con buenos ojos estas “recompensas” por ser buenos ciudadanos, el investigador de Amnistía Internacional para China, Patrick Poon, alerta de que este sistema no es más que una “práctica de control social a gran escala que legitima la clasificación jerárquica de los ciudadanos”.
“Solo aumentará la tensión social. Definitivamente no es bueno para avanzar hacia la igualdad”, asegura a Efe.
Las autoridades defienden este sistema asegurando que quieren promover la “cultura de la honestidad” en todos los ámbitos (laboral, educativo, lugares públicos, etc.) para lograr una sociedad “armoniosa”.
Los expertos chinos a los que dan voz los medios estatales también apoyan esta iniciativa porque, según critican, el bajo coste de ser “deshonesto” fomenta el mal comportamiento.
Un ejemplo, aseguran, es el caso reciente -que se convirtió en vídeo viral- en el que un pasajero de un tren de alta velocidad ocupó el asiento de otra persona y se negó a levantarse ante la indignación del resto de pasajeros, un incidente por el que “solo” se le sancionó con no poder viajar durante un periodo de tiempo.
El Gobierno chino ya ha creado una plataforma digital en la que ofrece tecnología avanzada de recopilación de datos para animar a empresas e instituciones a que participen en este sistema.
Aunque pueda parecer difícil ponerlo en marcha en el país más poblado del mundo, lo cierto es que uno ya se siente observado en China, donde solo hace falta levantar la vista al caminar por la calle para ver que varias cámaras -muchas de ellas con reconocimiento facial- te están grabando.
Resulta imposible no encontrar similitudes entre la realidad que se vive en China y el omnipresente y vigilante “Gran Hermano” de George Orwell en “1984” o la ciencia ficción que retrata en la pequeña pantalla “Black Mirror”.
En uno de los capítulos de la popular serie, su protagonista vive obsesionada con lograr cinco estrellas en un sistema de puntuación social para comprar un apartamento de lujo.
Pero su vida se complica tras derramar un poco de café a una transeúnte y entrar en una espiral de calificaciones negativas que la abocan a la desgracia social. “¿Realidad o ficción?”, se preguntan muchos hoy en China.
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