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Pioneras del coche sin conductor o la vida en Marte: cuatro científicas españolas que no conoces

Teresa de Pedro, Carmen Ascaso, Tarsy Carballas y Ana María Vieitez.

Marta Borraz

Una deuda pendiente. Es lo que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) tenía con el casi centenar de mujeres homenajeadas este miércoles en Madrid. Por primera vez la institución ha reconocido de forma conjunta las contribuciones de las científicas pioneras en diferentes áreas de investigación en un acto cargado de reencuentros y recuerdos. Es difícil imaginar un volumen parecido de años, saberes y descubrimientos acumulados al mismo tiempo y en un mismo lugar y, más aún, con la intención de visibilizar el trabajo de mujeres frecuentemente olvidadas.

“Buenos días a todas, a todas con mayúsculas”, comenzaba el acto la presidenta del CSIC, Rosa Menéndez. “Podréis decir '¡A buenas horas! Un poco tarde...'”, ironizaba antes de confirmar que el objetivo del encuentro era “saldar una deuda pendiente con vosotras”. Mayores de 65 años y algunas incluso con más de 90 se vieron obligadas a enfrentar obstáculos propios de un ámbito especialmente masculinizado, el de la investigación, y en una época, los años 50 y 60 en España, que reservaba un papel muy diferente a aquellas jóvenes.

Hoy las mujeres representan el 41% del personal investigador del CSIC y son el 26% del escalafón más alto, el de profesora investigadora. El techo de cristal todavía se mantiene fuerte, pero muchas mujeres, algunas desde hace más de medio siglo, empujan para romperlo. Entre ellas, cuatro de las pioneras, hasta hoy casi anónimas, con las que hemos hablado y de las que queremos recuperar sus aportaciones:

Teresa de Pedro y el coche autónomo

Cuando prácticamente nadie hablaba de vehículos sin conductor –uno de los grandes retos de la automoción– y Google o Tesla todavía, Teresa de Pedro (Zamora, 1944) ya trabajaba para impulsar lo que hoy es una realidad. Licenciada en Ciencias Físicas, en 1996 impulsó el programa Autopía para desarrollar coches autónomos, lo que De Pedro recuerda como “una idea feliz”. “En esa época trabajábamos en control de movimientos de robots y lo que nos animó fue pensar que un coche no era tan diferente a un robot con ruedas”, explica a eldiario.es. Dieciséis años más tarde, Platero, nombre con el que el CSIC llamó a uno de estos vehículos desarrollados, llegó a recorrer 100 kilómetros.

“No éramos los únicos, pero estábamos a la cabeza y llegamos a hacer demostraciones internacionales”, explica esta científica. Vinculada desde siempre al mundo de la tecnología, De Pedro llegó a elaborar su proyecto de fin de carrera con uno los primeros ordenadores que aterrizaron en la universidad española. Lo hizo sobre inteligencia artificial, una rama en la que profundizó posteriormente desarrollando un programa para trazar automáticamente las conexiones que existen en las típicas placas verdes de los aparatos tecnológicos. El objetivo era sustituir el arduo esfuerzo humano que conllevaba hacerlo a mano.

Fomentar las vocaciones científicas entre las chicas más jóvenes es una de las preocupaciones de De Pedro, que considera “fundamental” destacar “que las mujeres que hemos estado ahí no somos bichos raros”. Recuerda, eso sí, muchas de esas discriminaciones sutiles que solo reconoce echando la vista atrás. “En ese momento no te dabas cuenta, pero estaba ahí. Era el ambiente, era lo normal. Por ejemplo, en un viaje que hicimos varios investigadores, yo era la única mujer y a ellos les acompañaban sus esposas. Me llegaron a decir que por qué no hacía lo mismo que ellas. Yo dije que iba como científica o no iba”.

Ana María Vieitez y la clonación del roble

Hace unos años en un periódico local titulaban “Un científico camariñán –natural de Camariñas (A Coruña)– y su esposa, premiados por sus estudios forestales”. La “esposa” era Ana María Vieitez (Pontevedra, 1947), una de las pioneras en el estudio de la propagación de especies vegetales. Después de 30 años investigando algunas de ellas, como el roble, de difícil clonación por métodos tradicionales como el injerto, ella y su equipo lograron desarrollar un método novedoso para reproducir unidades exactamente idénticas. La técnica se hacía in vitro, es decir, en el laboratorio.

“El objetivo es clonar para conservar las características beneficiosas de determinadas especies y hacerlas resistentes a enfermedades”, señala apasionada esta científica. Aunque asegura que la clonación de árboles fue su investigación más importante, destaca “a nivel personal” la reproducción de la camelia, una planta de origen oriental asentada en su Galicia natal. “En casa de mis abuelos había una con la que ganamos un premio y cuando se vendió su casa, pensé que sería algo muy bonito poder hacer la propagación in vitro. El material está guardado desde los años 80”.

Carmen Ascaso y el meteorito marciano

Carmen Ascaso (Huesca, 1949) sigue agradeciendo “la suerte” que tuvo el equipo que dirigía en ser uno de los que recibió un pedazo del ALH84001, el nombre científico con el que se conoce al meteorito procedente de Marte que cayó en la Tierra hace 13.000 años. Esta roca marciana, que la NASA repartió entre diferentes grupos investigadores, fue analizada por Ascaso desde mediados de los años 90 y, gracias a una novedosa técnica de microscopía electrónica desarrollada por su equipo, logró descubrir en su interior “indicios” de material biológico.

La conclusión contribuyó a que la NASA mantuviera su hipótesis de la posible existencia en el pasado de vida en Marte. Junto a esta investigación, Ascaso fue también pionera en el estudio de la vida microscópica del desierto de Atacama, en Chile, y su equipo llegó a enviar especies de líquenes al espacio para evaluar su reacción. “Fue una carrera que necesitó de mucho trabajo y de mucha templanza”, recuerda Ascaso a sus 70 años.

Aunque señala “los avances” respecto a la igualdad de género experimentados en los últimos años, esta científica, que ha sido nombrada recientemente por el CSIC profesora ad honorem del Museo Nacional de Ciencias Naturales –no cobra retribución, pero sigue manteniendo contacto con las investigaciones– alude a una cuestión que, asegura, “pudo marcar” las carreras de muchas científicas: “Casi todos los tribunales de oposiciones y comisiones estaban formados por hombres. Que los árbitros sean siempre hombres puede producir un sesgo”, concluye.

Tarsy Carballas y la pasión por el suelo

“¡Por fin tenemos a una mujer!”, exclamaba Tarsy Carballas (Lugo, 1934) en referencia a la primera presidencia femenina del CSIC durante su intervención en el homenaje de este miércoles. Ella, una de las reconocidas, es pionera en el estudio de los suelos de las zonas húmedas de España y su trabajo ha servido para desarrollar sistemas de predicción de incendios usados durante años por el Gobierno de Galicia. “Estoy muy orgullosa del trabajo que hemos hecho para prevenir el fuego”, exclama con entusiasmo.

Sin embargo, la pasión de Carballas es investigar sobre cómo los suelos pueden recuperarse tras un incendio, algo en lo que su equipo llegó a despuntar al destacar los beneficios de mantener y aprovechar las cenizas en el proceso de reparación. Entonces, en los años 60, “casi nadie sabía nada de los suelos”, afirma esta científica que descubrió su vocación en la asignatura 'Ciencia del Suelo' cursada en la carrera de Farmacia que le obligaron a estudiar sus padres.

Carballas aún va a trabajar “cada día” a pesar de que tiene 85 años y sigue en contacto con las investigaciones en su materia que mantiene el Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia. Desde allí se ha desplazado este miércoles con la emoción de asistir a este reconocimiento conjunto con nombre de mujer que, dice, “no hay palabras para agradecer”.

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