En la última semana, varios medios de comunicación se han hecho eco de un estudio en el que supuestamente se afirma que los vehículos diésel modernos son menos contaminantes que los de gasolina. Sin embargo, la realidad es que esta afirmación, dicha de manera taxativa, no es cierta. “No es verdad que los coches diésel emiten menos que los de gasolina, eso es una simplificación errónea”, explica a eldiario.es Xavier Querol, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua.
También ha realizado esta matización uno de los autores de este estudio, el investigador del Instituto Paul Scherrer de Suiza, Imad el Haddad, quien ha asegurado a eldiario.es que “la realidad es mucho más compleja”, ya que “depende del factor en el que se basa esta comparación y bajo qué condiciones se hace”.
Según explica Querol, “los coches emiten partículas fundamentalmente de tres maneras”. Primero a través del desgaste de los frenos, de los neumáticos y de la capa de rodadura, “que es independiente del tipo de vehículo, ya sea de gasolina, diésel o eléctrico”, afirma este investigador.
En segundo lugar están las partículas que se emiten directamente a través del tubo de escape, “que son las partículas principalmente carbonosas que forman el hollín”. Antiguamente los diésel emitían muchísimo hollín, pero desde de 2005 la normativa europea obliga a instalar filtros antipartículas en todos los vehículos diésel, con lo que han conseguido reducir las emisiones de hollín a los mismos niveles, o incluso inferiores, que los de un coche de gasolina.
Por último, están las emisiones más importantes en los coches modernos, que son las de partículas secundarias. Este tipo de partículas no se emiten directamente desde el tubo de escape, sino que se forman tras la reacción en la atmósfera de algunos de los gases que emiten los vehículos.
El estudio de Haddad, que ha realizado junto a un amplio equipo de investigadores de varias instituciones y que ha sido publicado en Scientific Reports, se ha centrado en la medida de estas partículas secundarias y, según sus resultados, “los vehículos diésel modernos son mucho mejores que los de gasolina cuando se trata de emisiones partículas secundarias orgánicas”.
El problema de los diésel siguen siendo los NOx
Sin embargo, las partículas secundarias orgánicas o carbonosas son solo una parte de las partículas secundarias que resultan de las emisiones de un vehículo. “Los diésel emiten una cantidad importante de óxidos de nitrógeno (NO) y estos gases también forman partículas secundarias de nitrato, que no se han tenido en cuenta en este estudio”, afirma Querol.
La emisión de los óxidos de nitrógeno ha sido uno de los principales problemas de los diésel en los últimos años y un informe de la OMS ya alertó de que “en contraste con los vehículos de gasolina, los diésel no han demostrado una reducción significativa de sus emisiones desde la década de 1990”.
El problema, explica Querol, “es que los coches diésel, y más ahora con el dieselgate, no han conseguido reducir la emisión de óxidos de nitrógeno y actualmente emiten 10 veces más gases de este tipo que un coche de gasolina”. De esta forma, “si también contamos las partículas de nitrato que se forman a partir de los óxidos de nitrógeno seguramente se igualarán las emisiones”, concluye este investigador.
En resumen, “ahora mismo los conductores pueden elegir entre vehículos diésel nuevos, que emiten menos de hollín y menos partículas secundarias orgánicas, o coches de gasolina, que emiten menos óxidos de nitrógeno y, por tanto, menos partículas secundarias de nitrato”, explica Haddad.
Niveles legales demasiado permisivos
Según concluye este investigador, “el principal mensaje del estudio no se centra en el hecho de que los coches de gasolina sean más o menos contaminantes que los diésel, sino en que los avances hechos en los diésel han hecho que generen menos contaminación urbana”, una información que debería utilizarse para establecer las regulaciones correspondientes.
Haddad recuerda que “la prohibición de los coches diésel en Londres y París se relacionó principalmente con su enorme contribución de hollín” y aunque “la prohibición de los viejos diésel puede ser beneficiosa, la limitación de todos los diésel (incluyendo coches nuevos) quizás debería ser reconsiderada”.
Querol coincide en parte con esta valoración, asegurando que “la discusión diésel-gasolina tenía sentido con los coches anteriores a 2005, porque no tenían filtros y contaminaban muchísimo”, pero va un paso más allá al asegura que “ahora mismo la solución se debe centrar en reducir el número de vehículos, porque lo importante es mantener un buen nivel de calidad del aire”.
En este sentido Querol también llama la atención sobre los niveles permitidos de emisión de los distintos contaminantes que afectan a la calidad del aire y a la salud de las personas en las ciudades, ya que “los niveles de emisión de partículas establecidos por la Unión Europea son muy permisivos, y no se han cambiado desde hace muchos años”.
Según la OMS, solo en Europa, “la exposición a material particulado disminuye la esperanza de vida de cada persona en un promedio de casi 1 año, debido principalmente al aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares y respiratorias, y el cáncer de pulmón”.