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El difícil camino de Tailandia para abandonar su adicción al plástico
Todas las mañanas hileras de personas se encaminan al trabajo con el almuerzo en envases de plástico y vasos desechables con sus cafés o tés en Tailandia, uno de los países del mundo que más residuos plásticos tiran al mar.
Ante la gravedad del problema, el Gobierno tailandés planea eliminar las bolsas de plástico más finas y de uso único en 2022 y, tres años más tarde, las pajitas y los vasos desechables de este material derivado del petróleo.
El plan, elaborado por el Departamento del Control de la Contaminación, también busca acabar con el 70 % de las bolsas más gruesas, como las de los centros comerciales, en los próximos 20 años.
Sin embargo, esta ambiciosa iniciativa se enfrenta a la lenta burocracia, la presión de los productores y años de malos hábitos de consumo en Tailandia, que genera más de 2 millones de toneladas de residuos plásticos cada año.
Los establecimientos ofrecen bolsas para compras mínimas, el agua casi siempre se sirve en una botella con pajita y el plástico y los p+aquetes de poliestireno abundan en los numerosos y populares puestos de comida callejera.
“No uso muchas bolsas de plástico porque suelo llevar mochila”, explica a Efe Praew, una tailandesa de 29 años a la salida de un supermercado en Bangkok con varias bolsas de la compra.
Otro tailandés, Note, de 37 años, dice que su forma de reducir el plástico es hacer grandes compras de una vez para utilizar menos bolsas.
“El Gobierno debería hacer campaña para que se usen más bolsas de tela”, indica mientras empuja un carro lleno de recipientes plástico del supermercado hacia su coche.
Fuentes del Departamento del Control de la Contaminación indicaron a Efe que Tailandia produce más de 2 millones de toneladas de residuos plásticos al año de los que un millón es reciclado o eliminado.
Según Greenpeace, hay unos 2.490 centros de gestión de residuos en el país, de los que solo 466 cuentan con las instalaciones y equipos adecuados para evitar la contaminación del aire y el agua.
Pongsak Likithattsin, director gerente de Thaiplastic Recycle Group, emplea a más de 100 empleados, la gran mayoría inmigrantes, en su empresa dedicada desde hace once años al reciclaje de botellas de PET (politereftalato de etileno), usadas normalmente para agua y bebidas carbonatadas.
La fábrica, situada en la provincia de Samut Sakhon, colindante con Bangkok, recicla unas 2.000 toneladas de plástico al mes con planes de doblar esta cantidad en los próximos años.
Los envases vienen comprimidos en cubos que los operarios tienen que romper a martillazos y luego separan en cintas los residuos del plástico para someterlo a tratamiento en máquinas.
“La materia prima tras el proceso de reciclaje es poliéster” que se usa para fabricar ropa o envases de plástico, explica a Efe Pongsak.
Un 50 % de su producción se vende en Tailandia, mientras que la otra mitad se exporta a países como China, Australia y Polonia.
Pese a este ejemplo, una gran parte del plástico que genera Tailandia no se recicla y, en muchas ocasiones, termina contaminando el mar.
Según un artículo de la revista Science de 2015, Tailandia era el sexto país que más plástico tiraba al mar después de China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Sri Lanka, países donde el rápido crecimiento económico ha disparado el consumo y los desperdicios.
El estudio, dirigido por la profesora Jenna R. Jambeck, estimaba que Tailandia desecha cada año al mar entre 150.000 y 410.000 toneladas de plástico al mar, del total mundial que asciende a entre 4,8 y 12,7 toneladas anuales.
Según los ecologistas, decenas de animales marinos, incluidos ballenas, tortugas y delfines, mueren cada año en Tailandia debido al plástico, que nunca se degrada del todo sino que termina convertido en micropartículas que contaminan el agua y los alimentos.
En junio del año pasado, una ballena piloto murió en el sureste del país después de agonizar durante cinco días debido a la ingesta de 80 bolsas y otros objetos de plástico que pesaban 8 kilogramos.
Por Gaspar Ruiz-Canela
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