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Varias estudiantes en un parque en Bilbao con hojas de otoño.

Marina Estévez Torreblanca

30 de septiembre de 2020 22:49 h

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Las medidas impuestas para evitar la expansión de la COVID-19 siguen afectando a parques y jardines como parte del espacio público. Restricciones que suponen la clausura bien de todo el perímetro de las zonas verdes que oxigenan las ciudades, bien solo de los espacios de juegos infantiles que suelen estar en su interior. Estos cierres, sin un criterio unívoco, se producen a pesar de que la tasa de contagios de este virus según diversos estudios se reduce sustancialmente al aire libre frente a las actividades bajo techo. Este mismo miércoles, el Ministerio de Sanidad ha sopesado proponer a las comunidades autónomas que las ciudades con alta incidencia de COVID tuvieran que cerrar los parques infantiles, aunque después ha rectificado su borrador en este punto.

“Como en tantas otras cosas que estamos viviendo en esta epidemia, vamos teniendo más conocimiento y más evidencia científica. E igual que con el tema de los colegios, que al principio se optó por cerrarlos todos y ahora se ve que no son una fuente especial de contagios, hoy en día la evidencia científica apunta que deberían dejarse abiertos los parques”, señala el especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública, Jonay Ojeda.

Durante los meses del estado de alarma, y cuando prácticamente solo se podía salir a la calle en caso de estricta necesidad justificada por motivos laborales o para adquirir productos de primera necesidad, muchos parques permanecieron cerrados. Incluso cuando a finales de abril se permitió a los ciudadanos salir a pasear y hacer ejercicio en determinadas franjas horarias, en lugares como Madrid se prefirió esperar antes de reabrirlos y acabó siendo la última ciudad en hacerlo por completo a finales de mayo.

Para el epidemiólogo y profesor de la Universidad de Alcalá y de la Johns Hopkins, Manuel Franco, a día de hoy el cierre de los parques en las ciudades no tiene “ninguna lógica” desde el punto de vista epidemiológico. Como señalaba en esta entrevista: “al contrario, la evidencia dice que debemos estar al aire libre”. 

Y no sólo la evidencia, también la experiencia de otras ciudades como Nueva York, donde ha habido una política decidida y un impulso a promover que la gente no se encierre, recalca. En esta urbe estadounidense, la epidemia se ha controlado ejemplarmente gracias a una lenta desescalada y a una apuesta decidida por el aire libre. Por ejemplo, se aprobó un plan para impartir clases en los propios parques en lugar de en aulas cerradas, al menos hasta que bajen las temperaturas.

“Cerrar los parques es miope, va en contra de lo que sabemos y, además, es cruel porque si estamos diciendo a las personas que tienen poco espacio en sus casas que ni siquiera pueden salir al parque realmente les estás obligando a estar juntos, cuando es lo que estamos intentando que no pase”, advierte este experto.

Los botellones sí son peligrosos

Sí recalcan los científicos que hay actividades peligrosas que en ocasiones se desarrollan en este tipo de espacios. Ojeda explica que los brotes de contagios víricos pueden darse en zonas abiertas en situaciones como encuentros masivos de personas bebiendo alcohol (lo que se conoce como “botellón”) si no se cumple con medidas como el uso de las mascarillas o la distancia interpersonal.

Precisamente para tratar de atajar este tipo de usos más peligrosos a efectos de contagios que se le suelen dar a algunos parques, el Ayuntamiento de Sevilla ha optado recientemente por decretar el cierre de los mismos a las 22.00, dos horas antes de lo habitual, algo que también hace la capital de España.

Por su parte, la Comunidad de Madrid decidió volver a cerrar por completo los parques y zonas verdes en las 45 zonas que por el momento mantienen un cierre perimetral en la región. La directora general de Salud Pública de la Comunidad, Elena Andradas, explicó al respecto que a pesar de que la probabilidad de contagio al aire libre “siempre es menor”, el motivo es que dichos espacios “facilitan la agrupación de personas y la actividad social”.

Columpios: riesgo bajo, pero principio de precaución

Sobre la posibilidad de contagio por superficie, como el que podría darse en los propios columpios entre los niños, el virólogo Juan Ayllón señala que “el riesgo es muy bajo, pero prima el principio de máxima precaución”.

El Ministerio de Sanidad, en sus recomendaciones a las comunidades autónomas para aplicar restricciones a las ciudades de más de 100.000 habitantes más afectadas por la pandemia, en un principio proponía suspender la actividad de los parques infantiles de uso público, aunque después ha eliminado este punto de sus condiciones.

En las zonas de Madrid con tasas de incidencia acumulada menor a los 1.000 casos por 100.000 habitantes, en estos momentos los parques están abiertos, incluidas las zonas estrictamente infantiles. En estas áreas, con frecuencia valladas, hay un aforo de una persona por cada cuatro metros. En la entrada de algunos parques se ha colgado un cartel con el número máximo de niños que pueden jugar en su interior en función de dicho cálculo.

Y aunque existan riesgos en circunstancias como las reuniones descontroladas o los botellones, los expertos piden un control concreto de esas situaciones y afirman que los beneficios, incluso para la salud, son mayores si se mantiene la apertura de estos espacios verdes.

La viróloga Margarita del Val lanza un ruego a quienes han de tomar las decisiones políticas sobre restricciones: “Por favor, abrid los parques y los paseos durante el día, controlando las reuniones grandes. El ejercicio moderado es en general bueno para la salud y la exposición al sol es especialmente buena para el sistema inmunitario. Esto es lo único (casi) que tenemos para defendernos del virus”.

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