Contra el fútbol moderno: así se organizan los clubes asamblearios que rechazan el deporte como negocio
El fútbol ya no es lo que era. O, al menos, lo que en algún momento pareció ser: un deporte por y para la afición. La llegada de capital financiero internacional, más preocupado por la rentabilidad que por el juego, no ha ayudado a estrechar los lazos entre directivas y aficionados, ya maltrechos por la mercantilización imperante en el mundo del fútbol (y todo lo que le rodea).
El Manchester United, equipo con una importante tradición obrera, se encontraba en una situación económica delicada a mediados de la pasada década, con un endeudamiento insostenible (superaba los 700 millones de euros). La solución de la directiva fue aceptar la oferta multimillonaria del magnate Malcolm Glazer, que se hizo con la propiedad de este equipo histórico, fundado a principios del siglo XX.
La decisión generó una fuerte polémica entre los aficionados, marcando un punto de inflexión en la trayectoria del Manchester United: en 2005, un grupo de devotos del club fundó su propio equipo de fútbol, el Football Club United of Manchester, caracterizado por fomentar la horizontalidad y el trabajo de base. Aunque el éxito inicial del proyecto no ha sido continuado, con críticas de miembros fundadores incluidas, su modelo y valores han servido de referente para futboleros desencantados de todo el mundo. También en España.
Es el caso del Atlético Club de Socios, un club asambleario fundado en 2007 por seguidores del Atlético de Madrid que decidieron poner punto y aparte a su pasión por el equipo rojiblanco, presidido por el imputado Enrique Cerezo desde hace 15 años. Con el lema 'Nuestro club, nuestras reglas', el equipo celebra este verano su ascenso a Preferente -antesala de la Tercera División- para la próxima temporada.
“Las razones son casi obligadas”, comenta Emilio Abejón, tesorero del Atlético Club de Socios y secretario general de la Federación de Accionistas y Socios del Fútbol Español (FASFE), que explica que aficionados que seguían a un club han visto cómo “ha desaparecido por la mala gestión económica, cuando no opaca y, en algunos casos, con prácticas delictivas”. “Cuando los aficionados se han enfrentado a no tener fútbol, han decidido crear sus propios clubes de la manera que ellos quieren, eliminando el mercantilismo y el cortoplacismo”, añade.
En España existe una docena de equipos de fútbol de accionariado popular o fútbol popular, como ellos mismos se autodenominan. El proceso más habitual ha sido la creación de clubes por parte de quienes fueron aficionados a equipos ya extintos (o en proceso de extinción) o, simplemente, se sentían huérfanos de un club local y cercano a sus socios.
En este grupo se encuentran aquellos que han retomado proyectos futbolísticos que desaparecieron hace décadas, casos de CFP Orihuela y UD Aspense, ambos en la segunda división regional valenciana. Pero los exponentes más sintomáticos de este fenómeno son Unionistas CF, SD Logroñés, UD Ourense y CAP Ciudad de Murcia, clubes de nueva formación que tienen su “raíz sentimental” en equipos de sus ciudades que, regidos por criterios empresariales, acabaron en una situación financiera letal, rozando la desaparición (o directamente desaparecidos).
“El fútbol moderno fue el que nos hizo desaparecer en dos ocasiones. Una vendiendo el equipo a Granada, algo insólito; y la otra por las deudas generadas al crear un equipo a base de talonario, que llevó a la desaparición en tres temporadas”, cuenta José Francisco Navarro, presidente del CAP Ciudad de Murcia, en conversación con eldiario.es. De hecho, Navarro rehúsa de la propia figura de presidente: “Es un imperativo legal. El poder que tengo yo es el mismo que el resto”. El equipo murciano, que empezó a competir en la temporada 2011-2012, jugará el próximo curso en Tercera División.
También hay ejemplos de aficionados que han fundado un nuevo club por el descontento con la directiva de su equipo de siempre. Atlético Club de Socios, Avilés Stadium CF, y Xerez Deportivo FC fueron erigidos por quienes habían sido socios del Atlético de Madrid, Real Avilés y Xerez Club Deportivo, respectivamente.
Otros futboleros optaron por tomar el control del club tras el distanciamiento entre afición y directiva (UC Ceares y Rosal FC). Incluso algunos se han atrevido a crear el equipo totalmente desde cero, como los tarraconenses del FC Tarracó, que fue fundado en 2012, siendo pionero en Catalunya.
El “hito fundacional” del fútbol negocio
El exceso de mercantilización y el alejamiento del aficionado de base son las principales razones citadas por los socios de equipos de fútbol popular, que reivindican “al seguidor de toda la vida”. “Al fin y al cabo somos los que financiamos económica y sentimentalmente a nuestros clubes”, razona Abejón.
Así, el presidente de la FASFE, explica que la crítica se dirige contra el fútbol “como espectáculo televisivo que posterga al aficionado, que pone horarios tremendos porque solo piensa en el 'prime time' y que reprime determinadas manifestaciones de la cultura de grada”. “Son cosas que acaban creando una cierta alienación o desafección de los aficionados tradicionales. Es a lo que han derivado los grandes clubes europeos”, lamenta.
Pero, ¿cuándo comenzó a producirse este distanciamiento? Aunque se trata de un proceso lento, prolongado en el tiempo, los precursores del fútbol popular explican que “el impulso fuerte”, paralelo a los procesos de globalización, llega en la década de los años 90.
Abejón explica que en España “hay una fecha en la historia sentimental de cualquier aficionado: el 30 de junio de 1992”, cuando entró en vigor de la Ley del Deporte, “que obligaba a convertir a los clubes profesionales, con cuatro excepciones, en Sociedades Anónimas Deportivas”. De este modo, “eliminaron al socio que participaba en su club y controlaba a sus dirigentes a través de la asamblea”, continúa, “ y lo convirtieron en un mero cliente, sustituyéndolo por inversores”. “Es el hito fundacional del fútbol moderno en España”, zanja.
El origen de esta ley fue la crítica situación económica de los clubes de fútbol en España, muy pronunciada ya a finales de la década de los 80. “El legislador entendió que los clubes estaban mal gestionados y tenían problemas económicos porque la masas de aficionados obligaban a ese desequilibrio exigiendo fichajes y gastos”, recuerda Abejón, subrayando que esta idea “se ha demostrado totalmente falsa: décadas después la deuda se ha multiplicado”.
Además, el presidente de la FASFE apunta a los rescates de las administraciones públicas a determinados equipos de fútbol, pues “se siguió gastando dinero público en entidades mercantiles y con ánimo de lucro, con dueños con nombres y apellidos”.
Los críticos con el fútbol moderno también señalan la entrada de capital extranjero como uno de los grandes males de este deporte. En especial, “la entrada de magnates de dictaduras del Golfo, que utilizan estas inversiones para dar salida a sus excesos de capital y limpiar la imagen pública de sus regímenes”.
“Se somete a votación prácticamente todo”
“Creemos en un concepto de fútbol popular que se basa en una serie de premisas”, defiende el presidente del Unionistas, destacando dos puntos: democracia interna, bajo la filosofía 'un socio, un voto', y compromiso de deuda cero. “Si el presupuesto acaba en negativo, la directiva tiene que aportar dinero hasta que la deuda desaparezca”, cuenta el dirigente del club salmantino, que recalca que “un club se debe gestionar de esta forma, que todos los socios sean partícipes y dueños, pero con compromiso”.
En el caso de este club, con más de 2.000 socios, los miembros tienen un foro para hablar y realizar propuestas que, si tienen cierto respaldo previo, son llevadas a las asambleas, que se celebran al menos dos veces al año. “Unionistas nació con una idea básica: el fútbol sale de los aficionados. Siempre tienen que tener poder de decisión en el club”, sentencia.
El formato asambleario es una de las apuestas de referencia de este movimiento por el fútbol de accionariado popular. El tamaño del club y la cantidad de socios hacen que el funcionamiento sea distinto, pero ello no obstaculiza que en estas reuniones se someta a votación todo tipo de cuestiones: desde aprobación de cuentas a planes de marketing, pasando por el diseño de la equipación o los precios de las entradas, que tratan de ser ajustados.
“Nos organizamos por áreas de trabajo, que están formadas por los socios del club. No hay nadie externo”, explica el presidente del Ciudad de Murcia. Es la fórmula más común en estos equipos, que dividen de forma temática todo el trabajo necesario para sacar adelante el proyecto: tesorería, comunicación, promoción... “Se somete a votación prácticamente todo”, apunta..
Más allá del deporte
Si hay algo que marca la diferencia entre el fútbol tradicional y estos equipos, es la diferencia a la hora de abordar asuntos extradeportivos. “Un club se debe a la propia comunidad en la que vive”, enfatiza Abejón, que participa en Atlético Club de Socios como tesorero. Por ejemplo, este equipo -asentado en Getafe- ha organizado charlas sobre fútbol moderno y partidos en favor de distintas causas, como los derechos del colectivo LGTBI o de refugiados y migrantes, trabajando estrechamente con la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en la ciudad madrileña.
“Entendemos que un club es un ente social y cultural que debe actuar como un agente positivo”, continúa el tesorero. Una opinión que comparte el presidente del Ciudad de Murcia: “Un club de fútbol debería ser el representante de su área local, un elemento vertebrador de la sociedad. Para nosotros es muy importante que la gente de la zona se sienta identificada y orgullosa de su club”.
Entre los equipos de fútbol popular es habitual que haya grupos de trabajo dedicados en exclusiva a la función social del club. Estos departamentos son los encargados de organizar actos y eventos como, por ejemplo, recogidas de materiales y alimentos o charlas sobre temáticas de diversa índole. Además, estas áreas colaboran con otros colectivos de la ciudad, como plataformas antidesahucios o ecologistas, asociaciones de personas con algún tipo de discapacidad o bancos de alimentos, entre otros.
Miguel Ángel Sandoval, presidente del Unionistas CF, argumenta que el fútbol tiene que trascender más allá de lo meramente deportivo. “Los clubes tradicionales llevan a cabo alguna acción de este tipo, como visitar hospitales, pero creemos que se puede hacer mucho más”, puntualiza el dirigente del conjunto salmantino, que hace lo posible para que su apoyo al tejido social sea permanente: “En cada partido intentamos realizar una acción social de ayuda a los distintas asociaciones de Salamanca. Es una forma de devolver a la ciudad lo que nos da”.
“Luchamos para que la gente no se quede en casa viendo al Barça y al Madrid, sino que tenga un extra de un equipo que juega al lado de casa, que tiene cantera y que defiende unos valores sociales que repercuten en la sociedad”, comentan desde el Ciudad de Murcia, recalcando: “No hay nada mejor que ver a un chaval que venga con una camiseta del equipo con una sonrisa y le pida la foto a un jugador. Tenemos que trascender a los resultados deportivos”.
“Al defender determinados puntos de vista, te estás limitando”
La principal dificultad para el fútbol popular es la obtención de ingresos. En especial, en lo relativo a conseguir un buen patrocinio. “Al no querer convertirte en una sociedad anónima, defender determinados puntos de vista y no aceptar determinados patrocinios, te estás limitando”, explica Abejón.
Cuenta que en Atlético Club de Socios existen “ciertas limitaciones” a la hora de firmar una cuerdo de este tipo: “No vale cualquier patrocinio con nosotros. No vamos a venderle a nadie el derecho a decidir sobre nuestro club”.
La contraparte: la precariedad y el trabajo voluntario, vital para el funcionamiento de estos clubes, que en muchos casos no pueden asumir el pago de nóminas. Según la categoría, son los propios futbolistas los que pagan su ficha, o parte de ella, para que el club pueda afrontar los gastos de la temporada. Por ejemplo, un equipo como el Atlético Club de Socios, recién ascendido a Preferente, maneja un presupuesto anual que ronda los 30.000 euros.
El Unionistas, uno de los equipos de accionariado popular con mayor reconocimiento, también señala el aspecto económico como el principal obstáculo, pese a contar con un patrocinio fuerte. “Tenemos a los trabajadores dados de alta, ya sean jugadores o personal. Es su trabajo y tienen que tener un sueldo”, sostiene el presidente del club, que recalca sobre en el mercado de fichajes: “Hay equipos que hacen ofertas por encima de sus posibilidades. Nosotros somos un club serio y pagamos lo que prometemos, aunque tengamos un límite más ajustado. Si no, tendríamos problemas a final de temporada... Y cuando hay deuda se adultera la competición”.
“Más que por el modelo, tuvimos dificultades porque eramos gente muy joven en un mundo en el que nadie baja de los 50 años. Nosotros teníamos 20 o 25 y nos miraban como bichos raros cuando íbamos a reuniones”, recuerda el presidente del Ciudad de Murcia, que celebra que el fútbol popular “se ha extendido”. También apunta a la búsqueda de patrocinadores: “Es muy complicado, no somos gente que venga del mundo de la empresa y tenga contactos”.
No obstante, por ahora el movimiento del fútbol popular se limita a una docena de experiencias. “Es un modelo de gestión que conlleva mucho trabajo y esfuerzo”, reconocen en el Ciudad de Murcia: “Lo fácil es tirarte en el sofá, que llegue el empresario y limitarte a ver los partidos. Pero cuando eso no existe, tienes que tomar otro camino”.
Abejón añade que “seguramente haya más” equipos con valores similares a los clubes de accionariado popular que los citados, “pero no son activos en los encuentros o no se reconocen a sí mismos como parte de este movimiento”. “Hay muchos clubes profesionales de Segunda B que están constituidos como sociedades anónimas deportivas pero funcionan de forma democrática y horizontal”, explica, a lo que puntualiza: “El fútbol popular no es una fórmula mágica societaria, sino una serie de clubes que intentan plasmar la democracia, la transparencia, la responsabilidad en la gestión y la sostenibilidad, como sus guías”.
Una comunidad de futboleros
“Estamos formando una pequeña comunidad alternativa que nos representa y queremos seguir trabajando en ella”, explican desde el Ciudad de Murcia. Frente a la competitividad intrínseca del fútbol profesional actual, ellos destacan: “Entre nosotros no hay envidias ni hermetismo: lo compartimos todo. Cuantos más clubes de fútbol popular consigan hitos, más orgullo sentiremos”.
De hecho, desde hace cinco años se organiza un encuentro anual para compartir experiencias sobre fútbol de accionariado popular. “Es una forma de intercambiar conocimientos, de conocernos, hablar de cómo promocionar el modelo”, comenta Abejón sobre el evento, que este año se ha celebrado en Tarragona.
Más allá de los éxitos deportivos, los precursores del fútbol popular tienen claro su objetivo: “Al final te sientes más orgulloso de esto que de un club que va detrás de un empresario. El tiempo nos acabará dando la razón”.