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Cuatro generaciones, más de cien años, velando por la salud del monte
Personifica una pasión por el entorno que va mucho más allá de su empleo, un amor por la naturaleza que a veces le “duele”, y el mismo interés por la sensibilización y la educación ambiental que por las tareas más técnicas o por localizar a quien hiere al monte.
Cipriano Dorrego es agente forestal desde hace casi 40 años, y pertenece a la cuarta generación de una familia que suma ya más de un siglo velando por la salud del monte en la localidad segoviana de El Espinar, pero también por conservar sus actividades más tradicionales, ligadas siempre a esa naturaleza.
Siente la importancia y la responsabilidad de ser custodio del enorme patrimonio natural que atesoran los montes que vigila, y mima un territorio en el que sus habitantes han sabido aprovechar los recursos naturales de una forma sostenible, un lugar donde oficios tradicionales ya extinguidos han modelado un paisaje que se ha convertido en seña de su identidad y su cultura.
“He nacido en este entorno, me he criado aquí, creo que formo parte de la naturaleza; no me veo en un lugar que no sea éste; aquí moriré”, señala a Efe Cipriano Dorrego.
No oculta el dolor que estos días siente, como todo el colectivo, por la muerte de dos agentes rurales tiroteados por un cazador en Aspas (Lérida), y asegura que se sienten a menudo “huérfanos” ante el creciente número de agresiones y de amenazas que sufren o porque tenga que ocurrir una tragedia así para que las administraciones y la sociedad valoren la labor de los agentes medioambientales.
Y contrasta ese dolor con la inyección de vitalidad que siente cada mañana al entrar en contacto con la naturaleza, “con los animales, con los árboles”, y al comprobar día tras día que las personas pasarán “pero la naturaleza seguirá”.
Los valores patrimoniales y culturales de El Espinar le han valido la inclusión en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama o el reconocimiento como Reserva de la Biosfera por la Unesco, pero la tradición conservacionista de El Espinar -recuerda Dorrego- es ya antigua, y fue uno de los primeros municipios de España que atendió, a mediados del siglo XIX, la orden real de impulsar cuerpos de guardas rurales para combatir las infracciones medioambientales.
Su bisabuelo fue uno de los primeros; después su abuelo; su padre; y Cipriano Dorrego ejerce como agente forestal del Ayuntamiento de El Espinar desde 1981 y ha comprobado desde entonces cómo ha evolucionado y se ha perfeccionado el oficio gracias a la progresiva incorporación de las nuevas tecnologías (desde los vehículos todo-terreno o las emisoras hasta los satélites).
Supo desde muy joven que seguiría esa tradición familiar y hoy afirma que se siente “como pez en el agua”, y explica que no son los daños que sufre el monte por causas naturales los que más le duelen sino los que es capaz de provocar el hombre “por pura satisfacción personal; eso cala muy hondo, eso duele”.
Su labor requiere elevados conocimientos teóricos y técnicos para gestionar de una forma correcta los montes, competencias administrativas y jurídicas para ejercer como “policía judicial” de la mano de jueces y fiscales, o destrezas para afrontar catástrofes y ejecutar planes de emergencia y de protección civil.
Pero sobre todas ellas, Cipriano Dorrego destaca una de las labores que más satisfacción le produce: la de sensibilización y educación ambiental, la de inculcar a los niños el respeto por la naturaleza y la de procurar que éstos lleguen a sentir por el territorio el mismo amor y la misma pasión que siente él.
Él habla de “educación global” y de “futuro” e insiste en que la gente cada vez entiende mejor las restricciones que se tienen que imponer para salvaguardar los espacios protegidos, porque los esfuerzos que se han realizado durante décadas han dado sus frutos “y la sociedad se identifica cada vez más con sus bosques”.
Entre expediente y expediente para depurar posibles infracciones urbanísticas, entre jornada y jornada dedicadas a señalar cortas de leña, a pesar y revisar que los aprovechamientos micológicos se ajustan a la ley o a controlar una quema autorizada, Cipriano Dorrego busca y encuentra tiempo para esas labores de sensibilización y de educación.
Rodeado de imponentes recursos naturales, de aves emblemáticas como el águila imperial o de pinares que han sido durante siglos ejemplo de gestión forestal sostenible, Cipriano Dorrego confiesa que se conmueve con cada atardecer. “Sientes que un día se acaba y que otro va a empezar; es una reflexión sencilla, pero que me emociona a diario”.
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