Pueblos que arden demasiadas veces: ocho incendios en cuatro meses
- Reportaje especial: La próxima España negra
La sierra del Segura en Albacete arde descontroladamente desde hace cinco días. Al mismo tiempo, la sierra Norte de Sevilla se ha quemado durante el fin de semana hasta estabilizarse este lunes. A esto se le han unido 3.000 hectáreas arrasadas en la parte zamorana de los Arribes del Duero. Tanto la zona quemada en Castilla-La Mancha como en Andalucía llevan encadenados hasta cuatro incendios forestales solo en lo que va de 2017. En Castilla y León, el foco del fuego está calificado como de alto riesgo por la frecuencia de incendios.
“Hay algunas zonas donde los incendios se repiten constantemente”, explica Theo Oberhuber de Ecologistas en Acción. Oberhuber huye de explicaciones simplificadoras: “Existen diversos factores que pueden explicarlo” como la orografía del lugar, el tipo de vegetación, el calor del verano o la falta de regulación de actividades. “Suele darse una mezcla”.
El fuego que lleva consumidas más de 3.000 hectáreas en la sierra de Segura está asociado al municipio de Yeste. Allí, ya se declaró un incendio de monte bajo y matorral en abril pasado. Dos meses después, el 20 de junio, el término municipal volvió a quemarse. En este caso las llamas afectaron sobre todo a unos pinares replantados aún en fase muy inicial de crecimiento porque tenían una altura media de 20 centímetros. Todavía se ha registrado otro siniestro antes de la gran bomba que ha explotado en julio. El 27 de junio se daba por controlado un incendio de monte bajo y matorral extendido por 59 hectáreas. Se movilizaron seis aeronaves y 80 efectivos durante 26 horas.
En Yeste, hace 24 años las llamas ya se llevaron por delante 12.000 hectáreas en el peor incendio registrado en la provincia de Albacete. “Parece que se está repitiendo la historia”, cuentan en el pueblo a eldiario.es
“Existen casos flagrantes”
El bombero forestal Carlos Martín cuenta que, en su experiencia, “no es muy habitual la repetición de incendios en un punto concreto en poco tiempo a excepción de los típicos del norte de España para la regeneración de pastos”. Martín apunta que una frecuencia alta “podría ser un indicador de que detrás existe una intención. Si alguien está interesado en que esa zona arda, puede que lo intente en más de una ocasión”. Con todo, asegura este bombero que “existen casos muy flagrantes como he visto en Las Hurdes donde llegaron a intentar quemar un valle hasta tres veces”.
La batería de incendios de finales de julio ha arrasado áreas de alto valor ecológico. Tras la serie de incendios previos, las llamas en Albacete han entrado en el parque natural de los Calares del Río Mundo. El Gobierno de Castilla La Mancha ha asegurado que se han quemado 700 hectáreas del parque y el entorno de la microrreserva de Peñas Coloradas. Técnicamente, un Gran Incendio Forestal supone la quema de 500 hectáreas.
En el catálogo de joyas naturales del parque se cuentan 35 especies amenazadas de flora (dos en peligro de extinción) y sobre sus barrancos vuelan águilas azores-perdiceras. Precisamente, la recuperación de esta rapaz ha sido considerada prioritaria por la Comisión Europea (cuenta con un proyecto LIFE de recuperación propio dotado con dos millones de euros para cinco años que culmina este 2017).
Oberhuber analiza que “lo que suele repetirse es la causa que provoca los incendios repetitivos. Alguna actividad humana poco regulada y con escaso control por parte de la administración”. El bombero forestal coincide en que se dan “granjas u otras actividades que tienen malas prácticas”, aunque también apunta a “un vertedero irregular (sí todavía quedan) o un tramo de tendido eléctrico sin buen mantenimiento. En todo caso, los focos deberían ser cercanos entre sí”.
Pérdida del patrimonio natural
En el caso de la provincia de Sevilla las llamas se han paseado por otro parque protegido, el de la Sierra Norte. Los focos se han aglutinado alrededor de los municipios de Guadalcanal y Alanís. Allí se han tenido que extinguir cuatro incendios entre junio y julio. El alcalde de Guadalcanal, Manuel Casaus, no ha dudado en afirmar que han sido “intencionados”.
El paraje ha ardido el 20, 24 y 27 de junio además de este último episodio. La alcaldesa del otro municipio más afectado, Alanís, Eva Ruiz, evaluaba el daño al acabar el mes de junio y cerrar los tres primeros incendios: ha sido una “pérdida importante de patrimonio natural”, explicaba. Todavía quedaba otro golpe de fuego.
El patrón de fuegos “pequeños y repetitivos”, como los describe Oberhuber, (hasta que las condiciones lo convierten en devastador) no les exime de ir minando la zona que abrasan: pérdida de especies, empobrecimiento del suelo y fácil erosión. Además, aunque no tengan enormes proporciones, demandan una gran movilización de recursos y medios.
En las 59 hectáreas de monte en Yeste que ardieron durante 26 horas a finales del mes pasado, se utilizaron 80 efectivos y seis aeronaves. Los fuegos de junio en la Sierra Norte exigieron 42 bomberos, siete aeronaves y pedir colaboración a la Junta de Extremadura. Ninguno de esos fuegos alcanzó las proporciones de los últimos que se han declarado en esas zonas.
“El problema es que las estadísticas del Ministerio de Medio Ambiente son poco completas y van con retraso. El informe definitivo tarda dos años en llegar y así es muy difícil identificar zonas y causas”, remata el ecologista.
Con todo, las comunidades autónomas (competentes en materia medioambiental) sí cuentan con herramientas para saber dónde se dan los incendios forestales más frecuentes.
El mapa de riesgo de incendios forestales de Castilla-La Mancha coloca a la zona de Yeste en las áreas de peligro alto o extremo. El mapa de frecuencias elaborado por la Junta de Andalucía establece para Guadalcanal un índice moderado. Incluso para la localidad de Pino del Oro (origen del incendio que ha devastado 3.000 hectáreas de los Arribes del Duero) los mapas de riesgo de la Junta de Castilla y León indican alto riesgo por la frecuencia con que se dan y las características locales de la zona. Son algo más que una pista sobre zonas donde el fuego se repite.