A las dos de la madrugada, hora peninsular, de este domingo 28 de marzo los relojes volverán a adelantarse sesenta minutos y serán las tres. España volverá así al horario oficial de verano, con la eterna polémica acerca de los beneficios reales de este ajuste, que se produce dos veces al año.
En España la hora de verano se adoptó por primera vez en 1918 por razones económicas y políticas, de acuerdo con un artículo publicado por el doctor en Física Pere Planesas en el Anuario del Observatorio Astronómico de Madrid, a raíz de la escasez de carbón provocada por la Primera Guerra Mundial y para armonizar el horario con el de los países vecinos.
En la primera mitad del siglo XX, la hora oficial “se aplicó de manera discontinua y con escasa consistencia en las fechas”, primero a consecuencia de la guerra civil de 1936-39 y, luego, de la Segunda Guerra Mundial, pero tras la crisis petrolífera de los años 70 el horario de verano fue reinstaurado en muchos países europeos -España lo hizo a partir de 1974- y desde 1980 depende de las directivas europeas, apunta Planesas.
En los últimos años, diversos expertos en la materia han defendido la necesidad de fijar una hora y mantenerla todo el año ya que diferenciar entre horario de invierno y de verano “podría tener sentido hasta hace cuarenta o cincuenta años pero no tanto ahora” cuando, según explicaba a Efe Ricardo Irurzun, de Ecologistas en Acción, a raíz del último cambio horario, “no hay forma de comprobar si se ahorra o no energía” ya que no existen estimaciones “de forma bien estudiada” en los últimos años al respecto.
Lo que sí está comprobado es que la variación de horas de luz que recibe el cuerpo humano afecta a su organismo y “aunque nos adaptamos rápidamente a un cambio de este tipo”, cuando se fuerza por razones ajenas a la biología “se produce una desregulación de los niveles hormonales” que implica entre otras cosas un descenso de la melatonina u “hormona del sueño”, lo que afecta tanto al descanso como al rendimiento de la persona.
Así lo ha confirmado a Efe el experto en investigación neurovascular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Ricardo Martínez, quien también ha recordado que a las personas con trastornos psicóticos, como las que sufren de psicosis maniacodepresiva, “la primavera les sienta fatal, ya que su estado de ánimo empeora entre otras razones por tener más horas para pensar”.
La Eurocámara urge a poner fin al cambio de hora
Esta petición se remonta a 2018, cuando el Parlamento pidió a la Comisión que evaluara la directiva sobre las disposiciones de la hora de verano y, en caso necesario, presentara una propuesta de revisión de la directiva.
Tras la evaluación, que recibió 4,6 millones de respuestas por parte de los ciudadanos europeos, de las cuales el 84 % eran favorables a poner fin a los cambios horarios, la Comisión presentó la propuesta, que fue revisada por el PE en 2019.
La Eurocámara votó a favor de eliminar esta práctica de ajustar los relojes en una hora de primavera y otoño a partir de 2021, pero el Consejo de la UE aún no se ha posicionado al respecto.
El eurodiputado socialdemócrata, Johan Danielsson, dijo en un comunicado que “es importante atender las demandas ciudadanas de dejar de cambiar la hora” para demostrarles que el bloque comunitario toma nota de sus inquietudes.
Según estimó el legislador, un 20% de la población sufre problemas físicos o mentales relacionados con el cambio de hora y, en su mayor parte, se trata de grupos vulnerables de la sociedad, como los niños, los ancianos o los enfermos crónicos.
“Espero que los países de la UE dejen de dar largas y acudan a la mesa de negociación para acordar el fin del cambio de hora sin más demora”, manifestó el político sueco.
La presidenta de la comisión de Transportes, Karima Delli (Los Verdes) puso de relieve que los Veintisiete “deben coordinarse entre sí para elegir la mejor hora para su región” y acusó que, según numerosos estudios, el cambio de hora “tiene un efecto negativo para la salud humana”.
Para que las nuevas normas se conviertan en legislación deben ser acordadas por el Parlamento y los ministros de la UE.