El pasado lunes los representantes de los estados miembro de la Unión Europea volvieron a dejar sin resolver el permiso para el cultivo de dos nuevos tipos de maíz transgénico, ni la renovación de la variedad que actualmente se cultiva, la MON810.
Es la segunda vez consecutiva, tras la votación que tuvo lugar el 27 de enero, que los estados no logran una mayoría cualificada (55%) que permita resolver esta cuestión, lo que deja la decisión final en manos de la Comisión Europea, lo que hace más probable que finalmente se terminen aceptando.
Los transgénicos que están siendo discutidos son tres variedades de maíz resistentes a insectos: el MON180, de la compañía Monsanto y cuyo permiso está pendiente de renovación, y otras dos variedades que nunca han sido cultivadas Europa, el bt11, de la compañía Syngenta, y el 1507, de Pioneer.
En total, 16 estados se opusieron a la concesión de los permisos a las dos nuevas variedades, seis votaron a favor y otros seis se abstuvieron. Con respecto a la renovación del permiso del MON810, 14 estados votaron en contra, ocho a favor y seis se abstuvieron. Esta situación ha vuelto a ser objeto de críticas por parte del portavoz de Medio Ambiente del Ejecutivo comunitario, Enrico Brivio, quien ha asegurado que “los estados miembros no han sido capaces de asumir su responsabilidad”.
Entre los países que han votado a favor de aprobar los permisos se encuentra España, líder europeo en el cultivo de transgénicos, con más del 92% de la superficie cultivada en Europa. El Gobierno español votó a favor de la aprobación de los nuevos permisos y de la renovación del MON810, del que actualmente se cultivan 129.081 hectáreas en nuestro país, según los últimos datos del Ministerio de Agricultura.
Vía libre para la aprobación
Esta falta de acuerdo entre los estados ha dejado vía libre a la más que probable aprobación de las tres variedades de maíz, dado que todas cuentan con el respaldo de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y con varios informes en los que se garantiza su seguridad. Con este respaldo técnico, es difícil que la Comisión no acabe dando luz verde a los permisos.
Sin embargo, aun en el caso de que la Comisión permita las nuevas variedades, cada Estado podrá decidir si los prohíbe o no en su territorio, gracias a una directiva aprobada en marzo de 2015. En la actualidad 17 países de la Unión han prohibido el cultivo de este tipo de productos, mientras que dos lo aceptan en determinadas regiones, como Valonia en Bélgica, y Escocia, Gales e Irlanda del Norte en Reino Unido.
En el resto de Europa tan solo cuatro países cultivan maíz transgénico además de España (Portugal, República Checa, Eslovaquia y Rumanía). Según el último informe de seguimiento anual de MON810 realizado por Monsanto, España es el único que ha apostado de forma decidida por este tipo de cultivo.
Europa sigue siendo el principal centro de oposición a los transgénicos a nivel mundial y en los últimos 20 años solo ha llegado a autorizar dos tipos de cultivos: el maíz MON810, de Monsanto, y la patata Amflora, de la alemana BASF, aunque esta última fue retirada del mercado en 2012.
Actualmente existen ocho solicitudes pendientes para el cultivo modificado genéticamente en la UE, de los que cuatro, incluyendo el bt11 y el 1507, ya han recibido un dictamen positivo de la EFSA.
Ecologistas y biotecnológos, enfrentados
La falta de acuerdo y la situación de indefinición de los nuevos transgénicos han sido criticadas tanto por los grupos que se oponen al cultivo de este tipo de productos como por algunas asociaciones biotecnológicas.
Asociaciones como ANTAMA en España, o EuropaBio a nivel comunitario, aseguran que el rechazo a nuevas autorizaciones se produce “por motivos políticos e ideológicos, en ningún caso científicos” e insisten en que “las tres variedades de maíz modificado genéticamente han superado rigurosos controles científicos que avalan su seguridad tanto para el medio ambiente como para el consumo humano y animal”.
Las plataformas antitransgénicos, como Ecologistas en Acción o Amigos de la Tierra, aseguran que el cultivo de transgénicos es, a día de hoy, “innecesario” en la lucha contra algunas plagas, como la del insecto taladro en España. Además, estas plataformas aseguran que es menos productivo que el convencional y que puede acarrear algunos problemas, como aumentar la resistencia de las plagas o cruzarse con otras variedades que terminen generando más problemas.
Lucha contra el taladro
Las tres variedades de maíz que están bajo discusión han sido modificadas genéticamente para que sinteticen una proteína que resulta tóxica para los insectos lepidópteros e impide el desarrollo de las larvas. Este tipo de cultivo es utilizado en España fundamentalmente en la lucha contra la plaga del taladro.
Rosa Ana Malvar, jefa del departamento de genética y mejora vegetal de la Misión Biológica de Galicia y especialista en el desarrollo de variedades convencionales de maíz, asegura que “las resistencias que se han obtenido por mejora convencional son parciales”. Si la plaga no es muy fuerte, estas variedades “pueden tolerar, aunque no resistir, el ataque del taladro y podrían llegar a ser una alternativa al maíz transgénico bt”.
Aun así, Malvar aclara que todo depende de las circunstancias: “Si a mí me pregunta un agricultor que está cultivando maíz transgénico en el valle del Ebro [donde la plaga de taladro está muy extendida] si debe dejar de utilizarlo, le diría que no”.