“Dicen que no hay que reabrir las heridas, pero es que nunca se han cerrado”
Hay heridas que nunca cierran. Como la del padre de Purificación Gallardo, que 80 años después aún ansía ver a su propio progenitor, darle ese beso que nunca pudo porque se lo arrebataron. Con 90 años todavía sueña con eso. A Pedro Gallardo, abuelo de Purificación, se lo llevaron los fascistas en 1938. ¿Su crimen? “Ser el alcalde de su pueblo (Valdetorres, Extremadura) y del PSOE”, relata hoy su nieta con los ojos enrojecidos. Nunca volvió.
Como todos los jueves —aunque este es un poco más especial—, Purificación está en el Encuentro Estatal de Víctimas del Franquismo, que en esta ocasión ha reunido a dos centenares de personas en la Puerta del Sol del Madrid para exigir una Ley de Víctimas por la que se reconozca a todos aquellos que sufrieron la dictadura en cualquiera de sus manifestaciones. “Y esto conlleva saber quiénes son los culpables”, afirma categórico Julián Rebollo, de la Plataforma contra la Impunidad y uno de los organizadores de este acto.
Todos los jueves desde hace nueve años se reúnen, pero este jueves es especial. Este jueves, 18 de julio, se cumplen exactamente 82 años del golpe de Estado que derivó en la guerra civil y más tarde en la dictadura y hay más motivos para reivindicar, para celebrar la lucha aunque se perdiera y para honrar a los caídos, a los represaliados, a los bebés robados, a las mujeres perseguidas, a los homosexuales o lesbianas purgados, a las personas que sufrieron la dictadura en general.
Y sobre todo a los desaparecidos. A las cerca de 140.000 personas que yacen en alguna de las más de 2.300 fosas comunes que hay en España, en cunetas o cementerios y que nunca pudieron recibir el homenaje y el entierro digno que los suyos aún aspiran a ofrecerles.
Abuelos desaparecidos
Como los abuelos de Julio Recuero. Como los de Gallardo, eran extremeños. Como los de Gallardo, políticos socialistas encarcelados por el mero hecho de serlo. Como el abuelo de Gallardo, ajusticiados por el mismo motivo. “Sacaron a mi abuela de su casa y dejaron a tres huérfanos de 12, 7 y 5 años en la calle”, rememora Recuero. A él le hicieron un Consejo de Guerra y lo mataron. Al menos sabe dónde está, en una fosa común en el cementerio viejo de Badajoz. De ella no se volvió a saber.
La historia de Gallardo es la de tantas personas luchadoras que no se conformaron. Nunca supieron nada de ellos, recuerda hoy Purificación. Nada insalvable para esta mujer. Se puso a la faena y 78 años después consiguió localizar a su abuelo gracias al libro La columna de la muerte, de Francisco Espinosa. Estaba —también— en el cementerio de Badajoz, en una fosa común con otras 13 personas.
Empezó a hacer gestiones para cerciorarse y todo fueron facilidades. Al principio. Le dejaron acceder al registro militar, que confirmó el día y la hora de la ejecución y dónde estaba. El registro del cementerio validó la información: está allí. Gallardó pidió cita a la concejal de turno de Badajoz, gobernado por el PP. Le dio facilidades. “Hasta que pronuncié la palabra 'exhumación'”, explica.
Y entonces las facilidades pasaron a ser complicaciones. No se podía hacer, no había constancia de que estuviera allí, había que pedir permiso al resto de familias de las personas con las que compartía fosa. “Yo no quiero venganza ni nada, queremos recuperarlo, darle un entierro digno y que se haga justicia”, explica, incrédula ante el cierre de puertas que ha sufrido.
Y recuerda a su padre. “Cuando lo localizamos, me dijo: 'Igual te parece esto un poco macabro, pero cuando saquemos al abuelo de la fosa necesito besarle'”, recuerda Gallardo emocionada. Para cerrar la herida.
Contra la impunidad fascista
Este jueves también es especial porque, aunque la concentración es semanal, el acto central se celebra una vez al año. Este jueves. Y esta edición se celebra pocos días después de la reivindicación fascista del pasado fin de semana en el Valle de los Caídos y de la impunidad con la que, denuncian las organizaciones, operan estos grupos. La Memoria Histórica también está de actualidad por la intención del Gobierno —de momento solo son declaraciones— de exhumar los restos de Franco y sacarlos del valle de Cuelgamuros.
La indignación corre entre los presentes ante la demostración de fuerza e impunidad (es ilegal realizar exaltación del franquismo en el Valle de los Caídos, pero nada pasó) del millar de personas que acudió a protestar contra la exhumación de Franco. Hoy, también con el prior del Valle, que se opone a que se saquen los restos. “Los curas que se dediquen a dar misa”, lamenta Julián Rebollo.
Por el acto han pasado este año, como novedad, políticos que están en las instituciones. No es la primera vez que acuden políticos, pero sí senadores (Carlos Mulet, de Compromís, ha llevado una iniciativa a la Cámara Alta), eurodiputados (Miguel Urbán, de Podemos) o concejales (Mauricio Valiente, de IU en el Ayuntamiento de Madrid). También acudieron dos responsables del PSOE, que tuvieron que escuchar algunas increpaciones por el papel que en ocasiones ha jugado el partido con la memoria histórica, aunque fue un presidente socialista que impulsó la ley.
Teresa Bielsa escucha y asiente. “Por mucho que se diga, nunca se dirá todo lo que pasó”, tercia. También es familiar de represaliados. Bielsa, de 85 años, se quedó huérfana a los 7. El 22 de julio de 1940, con la guerra concluida, mataron a su padre Alejandro. Tres días después al tío de su madre.
A Bielsa, además de lo evidente, le duele la impunidad. “El franquismo sigue en el país. Aquí nunca ha gobernado la izquierda”, razona. “Felipe González no hizo nada y nos hizo mucho daño. Vale que en la transición no había medios, pero, ¿después?”, se pregunta. “Todavía tienen un poder tan grande, hablan con tanto odio...”, y lágrimas de pena y frustración asoman en sus ojos.
Sin embargo, los reunidos (la mayoría, al menos) no quieren venganza. Quieren encontrar a sus familiares y darles un entierro digno. “Verdad, justicia y reparación, tres palabras fundamentales”, resume Gallardo. “Conociendo la verdad se hará un poco de justicia y cuando haya justicia podrá haber reparación. Dicen [la derecha y los fascistas] que no hay que reabrir heridas, pero es que nunca se han cerrado”, zanja. Porque, como dice la canción, el saber no ocupa lugar, pero el dolor sí.