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Los fieles cierran una parroquia de San Sebastián por el 'pelotazo urbanístico' de Munilla... y el obispo llama al cerrajero

El polémico “pelotazo urbanístico” que, según los fieles, quiere dar el obispo de San Sebastián en la parroquia de la Sagrada Familia de Amara vivió ayer una nueva jornada de enfrentamiento entre feligreses y las autoridades de la diócesis.

El domingo por la mañana, los fieles de la parroquia, hartos del “nepotismo” del prelado –uno de los más ultraconservadores de España– colocaron un grueso candado en la verja del templo. Junto a él, una nota en la que la comunidad acusaba al obispo de maltratar al todavía párroco, Martín, al que envió a una parroquia de Irún (aunque no como párroco, sino como segundo), y de querer vender los terrenos sin contar con el Consejo Pastoral.

“No estamos dispuestos a soportar más humillaciones y faltas de respeto”, aseguraban los feligreses, a quienes se unió el párroco. Durante toda la jornada, la iglesia permaneció cerrada. La respuesta del obispo no se hizo esperar: cuando la comunidad fue a retirar el candado por la tarde, para celebrar misa, se encontraron con que Munilla había enviado a los cerrajeros, que habían cambiado las cerraduras. ¿Las llaves? En manos de los nuevos curas que ha enviado al templo, y que no habían podido acceder al mismo el domingo por la mañana para tomar posesión de la Iglesia.

“Martín se ha plantado y se niega a abandonar la parroquia. Le sacan de párroco y va como coadjutor. A eso se llama castigo. Él no acepta ser castigado. Y se queda”, denunciaban los feligreses, que a última hora lamentaban: “Nos han cambiado las cerraduras sin previo aviso”.

Las operaciones inmobiliarias del obispo 

La polémica viene de tiempo atrás, cuando el Consejo Parroquial de la Sagrada Familia protestaba por una supuesta maniobra inmobiliaria para convertir propiedades eclesiales en hoteles, o venderlos. Ese parece ser el caso de este templo, que podría adquirir el Ayuntamiento para convertirlo en Escuela de Música. Sin embargo, no es el único movimiento inmobiliario del obispo Munilla. Varios grupos de fieles se concentraron en la catedral de San Sebastián para exigir “una iglesia al servicio de los pobres, no a una iglesia turística hotelera”.

En este tiempo, el obispo ha vendido el edificio de la Curia, que se transformará en 26 apartamentos con licencia de hotel. Algo similar pretende hacer con su propia residencia (el obispo se ha trasladado a vivir al seminario) y la de algunos sacerdotes jubilados.

Del mismo modo, apuntaban al intento por parte de Munilla de derribar la parroquia de Todos los Santos, y construir una residencia “privada, no pública”, para mayores, y vender el terreno de la parroquia de la Sagrada Familia para fines inmobiliarios. “Mientras en otras diócesis comienzan a promover pisos sociales para los sin techo escuchando las repetidas llamadas del papa Francisco, nuestra diócesis se embarca en el negocio hotelero aprovechando el boom turístico de la ciudad de San Sebastián”, protestaban los fieles.

Munilla contestó en su día justificando su decisión siguiendo “criterios de sostenibilidad de cara al futuro”, aunque negaba que fuera a vender terreno alguno.

Sin embargo, varios meses después, la diócesis entraba en contacto con el Ayuntamiento y distintas empresas para vender el terreno de la parroquia de la Sagrada Familia –una gran parcela junto a la que se han construido nuevos desarrollos urbanísticos en el barrio donostiarra de Amara–, sin el consentimiento del párroco ni de la comunidad, que se quejó amargamente sin que Munilla quisiera saber nada de sus reivindicaciones. Lo que sí hizo, según fuentes de la comunidad, fue amenazar al párroco con un 'traslado forzado'. Un traslado que se hizo efectivo esta semana, pero que el cura no ha aceptado, encerrándose en el templo junto con parte de la feligresía.

El futuro del templo

Sobre el futuro del templo, el Obispado admitió que “ha escuchado algunas propuestas de los responsables del Ayuntamiento de cara a ubicar diversos equipamientos sociales públicos en la parcela de la Sagrada Familia, en el contexto de una posible operación urbanística de reestructuración global de la zona”.

El caso de Amara no es el único. Ayer mismo, varios grupos de otras parroquias denunciaban que lo sucedido en la Sagrada Familia se repetía en otras parroquias de Arrasate u Oñati. “Le pedimos que reflexione, no produzca tanto dolor y cuide mejor a su diócesis”, apuntaba un comunicado.

Otro colectivo de la diócesis denunciaba que “el Obispo Munilla ha vuelto a dar un nuevo puñetazo en la mesa, recordándonos que aquí es él el que manda. Y nosotros preguntamos: ¿Dónde está nuestro pastor? ¿Cuándo se olvidó este obispo de la buena noticia de Jesús? ¿A cuántos sacerdotes más está maltratando porque quieren acompañar a las comunidades en el camino de la fe? ¿Por qué no quiere este obispo que los laicos seamos adultos en la fe?”

Y es que, denuncia este último colectivo, Munilla “no se conforma con especular con el patrimonio de la Iglesia, también con el maltrato y denigración del personal de la diócesis”. “¿Nadie puede pararle los pies? ¿No deberían las comunidades de Gipuzkoa unirse para impedir tanto desatino? No hay nadie por encima de él?”.

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