La contaminación atmosférica implica la concentración de diversos tóxicos en el aire que respira la población. Las investigaciones científicas han ido evidenciando, cada vez con más solidez, los daños directos que estos contaminantes infligen a la salud de las personas, hasta el punto en el que un tribunal británico sentenció en diciembre de 2020 que la niña Ella Kissi-Debrah “falleció del asma inducido por estar expuesta a un exceso de polución”. ¿Cuál? Dióxido de nitrógeno y micropartículas.
La ley de Calidad del Aire y Protección de la Atmósfera de 2007 (PDF) pide a las comunidades autónomas y ayuntamientos de más de 100.000 habitantes que establezcan protocolos de actuación ante episodios de alta polución para revertirlos con celeridad. Pero no indica sobre qué tóxicos. 14 años después, el Ejecutivo ha diseñado un plan común para activar esas alertas respecto a los cinco compuestos que, actualmente, más ensucian el aire: el dióxido de nitrógeno, el ozono troposférico, las partículas PM10, las PM 2,5 y el dióxido de azufre.
Dióxido de nitrógeno (NO2)
El dióxido de nitrógeno (NO2) se origina, básicamente, por la oxidación del monóxido de nitrógeno cuyo origen principal en las ciudades es el tráfico de automóviles de gasolina y diésel. El Ayuntamiento de Madrid ha calculado que alrededor del 75% del NO2 en la ciudad proviene de los tubos de escape. Este gas afecta al sistema respiratorio y llega a las zonas más profundas de los pulmones.
Existe una relación directa ya comprobada entre los picos de NO2 y los ingresos hospitalarios por afecciones cardiacas y respiratorias. La Agencia Europea del Medio Ambiente ha atribuido 7.700 fallecimientos prematuros anuales en España a este tóxico. Además, está detrás de otros contaminantes como el ozono troposférico y las partículas.
Partículas en suspensión
Son materia minúscula que flota en el aire y llega a los pulmones. Pueden provenir de intrusiones de aire del Sáhara que las transporta, de la combustión de combustibles fósiles y como reacción del sol con otros gases. Suele distinguirse entre las PM 10, es decir, de tamaño inferior a 10 micras y las PM 2,5, más pequeñas aún.
Estas PM 2,5 son causa del 20% de las muertes prematuras mundiales, según un macroestrudio de las universidades de Harvard, Birmingham y London College. En España son unas 44.000, el 10% del total anual. Su principal peligro es que, al ser tan minúsculas, penetan totalmente en los pulmones y alcanzan la zona de intercambio de gases. Se han convertido en la mayor preocupación para los expertos en salud pública.
Ozono troposférico (O3)
Es un contaminante secundario. No sale de chimeneas o tubos de escape, sino que se produce al incidir los rayos del sol sobre otros precursores como el NO2 o los compuestos orgánicos volátiles. Por esta razón sus picos suelen darse en verano y en áreas más alejadas de los núcleos urbanos.
Es un potente oxidante cuya relación con problemas respiratorios ha sido demostrada. “En el nivel neurológico, provoca cefaleas y en el oftalmológico irrita los ojos. Pero es especialmente negativo para el aparato respiratorio”, contaba la investigadora de la Universidad de Cantabria Ana Santurtún. También afecta negativamente en los cultivos.
Dióxido de azufre (SO2)
El SO2 fue un contaminante principal en la década de los 80 del siglo XX. Ahora ha disminuido mucho al sustituirse los combustibles de las calefacciones. Todavía puede concentrarse en áreas de influencia de centrales térmicas y refinerías de petróleo. Está asociado al aumento de muertes prematura por problemas cardiorespiratorios.