La protesta antirracista sacude la procesión del consumo madrileño

Víctor Honorato

13 de noviembre de 2021 21:29 h

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“No, no, CIEs no”, venían cantando más de un millar de personas que subían por la Gran Vía, entre percusiones, pancartas y banderas reivindicativas, interrumpiendo el habitual discurrir de las hileras de turistas y gente de compras, consumidores todos, que en las tardes de sábado suelen inundar la arteria madrileña, a 10 kilómetros del centro de internamiento de extranjeros de Aluche. La quinta marcha anual del movimiento antirracista de Madrid reunió esta tarde a una comitiva diversa, multiétnica, reivindicativa pero también festiva, que desfiló desde el Paseo del Prado hasta Callao y Sol con el foco puesto en señalar la proliferación de los discursos de odio.

La manifestación arrancó con gran tranquilidad desde la fuente de Neptuno, ocupando solo uno de los carriles en sentido ascendente del Paseo del Prado, con la policía controlando, puede que innecesariamente, que nadie se saliese del itinerario marcado. La pancarta de cabecera mostraba el lema de la convocatoria, “contra las violencias racistas y los discursos de odio”, acompañada por otras como la que recordaba la figura de Fernando Condorcanqui, hijo de Túpac Amaru II (el líder de la rebelión contra el virreinato peruano en el siglo XVIII) y fallecido en Madrid, en el destierro. 

Eran solo las enseñas más grandes, porque muchos de los asistentes portaban pancartas individuales con mensajes de protesta. Por ejemplo: “O todos con papeles, o todos sin papeles”; “cuando una mujer rompe un techo de cristal, quien lo limpia es una migrante sin papeles”; o bien, “respeto a los derechos de la infancia migrante”. En varias ocasiones a lo largo del recorrido, que empezó pasadas las 17h y llevó unas dos horas y media, los manifestantes se arrodillaron y levantaron el puño al cielo, un gesto de reivindicación antirracista popularizado en EEUU y que ha sido adoptado también a este lado del Atlántico.  

“Aquí están los antirracistas”, “Madrid será la tumba del racismo” o “Vallas y fronteras, así se construye la riqueza europea”, coreaban los caminantes mientras enfilaban la calle Alcalá hacia Gran Vía y su presencia empezaba a notarse entre el gentío que paseaba, con sus bolsas de los comercios de moda y sus caras de extrañeza. “Vamos a ver por qué se manifiestan”, decía una chica de un grupo de tres curiosas. El motivo lo había explicado unos minutos antes Serigne Mbaye, diputado por Podemos en la Asamblea de Madrid, recibido este año en el parlamento autonómico con acusaciones de “ilegal” por haber trabajado como mantero y con amenazas de deportación en las redes sociales de Vox.  “Hemos visto últimamente como crecen los discursos racistas y de odio y las agresiones en la calle. Las leyes se tienen que aplicar, pero la justicia está flojeando y las actitudes y los discursos racistas no se condenan como deberían”, criticó.

Mbaye se refirió también a la reciente muerte de un hombre negro en un centro de salud de Villaverde por los disparos de la policía, que alegó que el fallecido, con problemas de salud mental, se abalanzó contra los agentes con un cuchillo. “Eran policías bien formados y bien equipados. Ha habido casos [similiares] con gente blanca a la que redujeron sin recurrir a armas”, dijo. “No es un caso aislado, es racismo de estado”, gritaban, a su vez, los manifestantes.

La manifestación llegó a Callao y culminó en Sol, donde se leyó el manifiesto con las principales reclamaciones. Algunas, habituales, como ya clásica de derogar la Ley de Extranjería. Otras, más recientes, como que el “escudo social” del Gobierno por causa del covid cubra también a las personas en situación administrativa irregular. También, un aviso, ante los turistas que paseaban por el kilómetro cero y se detenían a sacar fotos: “Venimos a prender fuego al orden colonial”.