Tienen un hogar, pero no pueden hacer frente al pago de los recibos. Es el nuevo perfil de los pobres energéticos, los que tienen que debatirse cada mes entre poner la calefacción o comer; entre tener agua caliente o pagar el comedor del cole de los niños.
Verónica ni siquiera pudo elegir entre estas opciones, porque ni unas ni otras estaban a su alcance. Sin ingresos desde hace más de un año, esta joven de 33 años, casada y con dos hijos de 12 y 9, acude cada semana a 'La Tahona', un piso facilitado por Cruz Roja Granada que surge como un proyecto alternativo a los comedores sociales tradicionales.
Por La Tahona, situada en un bloque de viviendas en la ciudad de Granada, pasan cada semana 12 familias que cocinan y hacen la colada en las tres horas que tienen asignadas. “En este proyecto atendemos a personas que están pasando por una mala situación a consecuencia de la crisis, que han agotado las prestaciones y el colchón familiar, pero que aún pueden salir a flote si les descargamos de algunos gastos, como la luz o el agua. Se trata de medidas preventivas para que no se vayan a la calle”, explica Francisco Javier González, coordinador provincial de Cruz Roja.
Más de 50 millones de personas en Europa sufren pobreza energética, según el Comité Económico y Social Europeo, que en un informe reciente alertaba de que la pobreza energética mata no sólo física, sino también socialmente. El INE revela en sus estadísticas que el 17,9% de los hogares españoles no pueden mantener la vivienda a una temperatura apropiada.
El turno de Verónica y su marido Rafael es los martes, de 11.00 a 14.00. En dos horas se apañan para hacer las comidas y las cenas de toda la semana. “Nos ponemos las pilas y vamos los dos a una”, dice ella con un tono que delata su sonrisa al otro lado del teléfono. Mientras, ponen lavadoras, “las que dé tiempo”, y usan el resto del tiempo para dejar todo limpio para los próximos usuarios. Cruz Roja les facilita alimentos no perecederos (arroz, pasta...), además de leche y aceite. Lo demás lo aporta cada familia, aunque también se ofrecen tiques regalo de supermercados para que puedan comprar algunos alimentos.
“Esto es un empujón tremendo, es una oportunidad que me ha devuelto la fuerza para salir adelante”, relata Verónica, que en los últimos meses ha perdido 14 kilos. “Hasta hace un tiempo –cuenta–, prácticamente no comía. Siempre tuve claro que lo que hubiera sería para mis hijos. Ellos son lo primero”. Desde principios de mes, los niños comen en el colegio, lo que supone todo un alivio para Verónica, que se asegura de que al menos hacen una comida completa al día. “Ahora sólo tengo que preocuparme de los desayunos y las cenas”, suspira como quitándose un pequeño peso de encima.
Los 4.000 euros que deben a sus caseros es otra de las losas que impide a esta familia sacar la cabeza del agujero. Sus vecinos y familiares han servido como colchón durante meses, pero “ya no pueden”. “Mi marido nunca había pasado por una situación así, y todo esto le está viniendo muy grande. Antes de entrar en La Tahona, en mi casa hacía mucho tiempo que no se comía pescado. Yo estoy en tratamiento psicológico luchando por ver siempre el vaso medio lleno”, cuenta sin perder el optimismo.
Verónica trabajaba como autónoma en una compañía de seguros que le hizo pasar “malos tragos”. Rafael se fue agarrando a empleos esporádicos, mal pagados y siempre sin contrato. “En el último cobraba 25 euros al día y echaba muchísimas horas”, asegura ella. “Llega un punto en el que no puedes pagar nada, ni el agua, que nos costaba 60 euros cada dos meses”. Cruz Roja se hizo cargo de su último recibo.
En torno a La Tahona también se ha creado una comunidad de familias que están pasando por lo mismo y que se intercambian trucos para ahorrar. “Nosotros compartimos casi todas las semanas recetas sencillas, rápidas y baratas. A lo mejor con un solo pollo podemos hacer hasta cuatro platos”.
La propia Cruz Roja organiza semanalmente talleres de ahorro energético en los que se orienta a las familias sobre cómo reducir las facturas manteniendo el bienestar en el hogar. Dos tardes a la semana también se desarrolla el proyecto de promoción de éxito escolar, que incluye apoyo escolar, merienda saludable y tiempo de ocio y juego.
La Tahona está integrada en una comunidad de vecinos, sin señales que distingan a este piso del resto. “Las familias –asegura Francisco Javier González– buscan la discreción que les proporciona un recurso que no los apunta con el dedo. Es una alternativa a los comedores sociales que, además, promociona su autonomía”.
La permanencia en el proyecto, nacido con el apoyo económico de la Junta de Andalucía, es temporal y puede variar entre 3 y 6 meses, según las necesidades. “La demanda es muy alta y pronto vamos a incorporar a una familia más al programa. El siguiente paso es crear un segundo piso en otra zona de Granada para ir cubriendo las necesidades de más personas”, concluye el coordinador provincial de Cruz Roja.