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El primer hombre biónico deslumbra Londres

Rex

Marta Peirano / Marta Peirano

Los cyborgs son humanos “aumentados”, gente que usa la tecnología para incrementar sus habilidades naturales; en el hombre biónico todas las estructuras orgánicas son reemplazadas por un equivalente artificial. Rex es robot por fuera y biónico por dentro, y representa el último grito de un mercado en alza: las prótesis y los órganos artificiales.

Como los famosos autómatas de Neuchatel, Rex expone las tripas para que veamos cómo funcionan, pero donde allí había relojes aquí brilla la nanotecnología: hay dos pulmones, un riñón, un bazo, un páncreas que segrega insulina en el torrente sanguíneo cuando hay exceso de glucosa y un corazón funciona con batería y que se pone en marcha con un sonoro blip. La sangre que circula por sus arterias llevando oxígeno a sus órganos artificiales también es sintética. No sabemos si es compatible con la dieta de los vampiros.

Puede estrecharte la mano y jugar al ping pong, con un brazo articulado lleno de sensores que le permite 26 grados de autonomía. También puede saltar y correr -lo más difícil para un robot- con tobillos que combinan nuevas y viejas tecnologías, desde motores, muelles y microchips hasta una réplica biónica del tendón de Aquiles, todo cortesía del MIT.

Ensamblado a la Frankenstein por Richard Walker y Matthew Godden, dos ingenieros de la firma londinense Shadow Robot, cada parte de su anatomía viene de dieciocho empresas distintas. Todo el proyecto se puede seguir paso a paso en How to Build a Bionic Man, un programa de Channel 4 que documenta el proceso de “montaje” y la experiencia de personas como Hugh Herr, director del departamento de biomechatronics en el MIT y ejemplo viviente del nivel de sofisticación de la biotecnología.

Rex -diminutivo de Robotic Exoskeleton- también mira, escucha y hace chistes (en la rueda de prensa le dijo a las cámaras que se sentía un poco observado). Sus oídos tienen un implante que estimula las fibras nerviosas del oído interno y un transductor que convierte las señales acústicas en señales eléctricas; el microchip de sus retinas reciben la información de las gafas y se comunican en tiempo real con un “cerebro” central, que procesa todos los datos y produce la respuesta adecuada a cada caso.

Su cabeza es una réplica de la de Bertolt Meyer, un psicólogo de la Universidad de Zurich que representa el proyecto y protagoniza el documental, pero Rex aún no tiene su cerebro. “La verdadera Inteligencia Artificial en el sentido de un cerebro con conciencia de sí mismo -asegura Meyer está varias generaciones más allá”. Gran parte del programa le sigue por los Estados Unidos, donde el gobierno ha invertido más de 100 millones de dólares en desarrollo de material biónico, buscando “partes” para construir a Rex. Además de la cara, tienen algo muy importante en común; una mano biónica de Touch bionics.

Hay quien ha comparado a Rex con el descubrimiento de los antibióticos, un proyecto que empujó nuestra esperanza de vida veinte años y marcó el principio de la medicina moderna. Aunque prometedor, este milagro no es para todos los públicos: la suma de todas sus partes supera el millón de dólares.

El hombre biónico estará en el Museo de Ciencia de Londres hasta el 11 de marzo, y después en el Smithsonian de Washington, DC. Para los que no podrán ir a verlo, Channel 4 ofrece la posibilidad de montar tu propio hombre (o mujer) biónico y una interesante y desagradable Historia de la prótesis médica.

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