Lucía Velasco: “Vamos a entrar en una fase en la que el lujo será que te atienda una persona”
¿Te va a sustituir un algoritmo? es una pregunta que sobrevuela el futuro no tan lejano de buena parte de los trabajadores de todo el mundo. También es el título del libro de Lucía Velasco (editorial Turner), donde esta economista de 39 años analiza los caminos que recorre la transición digital y propone claves para adaptarse a ella antes de que sea tarde: organismos como el Foro Económico Mundial cifran en 85 millones los empleos que podrían quedar obsoletos en los cinco próximos años, y entre un 12% y un 47% del total los que podrían verse directamente afectados por la automatización.
Es una mirada desde la experiencia gestionar este tipo de procesos desde el sector público. Velasco, directora del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI) tras pasar por el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, el Congreso o la Comisión Europea, recuerda en esta entrevista con elDiario.es que esa avalancha de cambios se notará a ambos lados del mostrador: “Se empieza a intuir una nueva gran brecha entre los que se puedan permitir el lujo de ser atendidos en analógico y el resto de la sociedad, que tendremos que conformarnos con sistemas automáticos y chatbots”.
Un mensaje que manda en el libro es que aunque la automatización es mucho más visible en fábricas y empleos manuales debido a los robots, los trabajadores de oficina no están a salvo porque pueden ser sustituidos por algoritmos.
No puede sentirse aislados o intocables. La automatización empezó en las fábricas con los robots pero ya va camino de la oficina con los algoritmos, hacia entornos un poco más de conocimiento pero en los que se realizan también tareas en muchos casos repetitivas o que se pueden automatizar.
Para adaptarnos a esa digitalización las empresas se les recomienda utilizar big data, inteligencia artificial, la nube. Para profesionales, formarse en nuevas tecnologías, crear una marca personal en redes sociales. ¿No es preocupante que sean todos entornos monopolizados por un puñado de multinacionales?
Es una pregunta muy interesante porque es verdad que estamos en un proceso de digitalización acelerada por la pandemia y por la sensación de que el que no se digitaliza no va a sobrevivir en la economía digital, pero no nos paramos a pensar ni para qué digitalizamos, ni cómo digitalizamos, ni qué pasa con las personas cuando lo hacemos. Creo que es todo parte de la misma necesidad, que es pararnos a pensar un poco, porque a veces asumimos herramientas o formas de trabajar con esas aplicaciones que es cierto que vienen bastante... podríamos decir canalizadas, desde un puñado de desarrolladores.
No nos paramos a pensar ni para qué digitalizamos, ni cómo digitalizamos, ni qué pasa con las personas cuando lo hacemos
Si no hacemos esa reflexión podemos acabar en situaciones como que una organización utilice un solo sistema de videollamadas a pesar de que hay muchas opciones disponibles, y el motivo sea que una persona decidió contratarlo en un momento determinado, y que eso a su vez termine derivando en que todos los trabajadores utilicen toda la gama de herramientas y la metodología de trabajo que te marca la compañía que lo ha desarrollado sin pararse a pensar por qué. Estos procesos de digitalización impactan en la seguridad, en la privacidad, en la soberanía digital… implican decisiones cada vez más complejas que ya no son meramente si compro un ordenador de una marca o de otra porque es más barata.
En el libro afirma que la digitalización forzada por la pandemia está aquí para quedarse. Sin embargo, un gran número de empresas revirtió el teletrabajo en cuanto pudo. ¿Podría pasar con otros procesos?
El teletrabajo está muy relacionado con ser capaces de gestionar por objetivos y garantizar la productividad. Muchas personas en puestos directivos no tienen estas habilidades, independientemente de que trabajen en el sector público o privado, no han sido capaces de gestionar a sus equipos y se sienten más cómodos teniéndolos cerca. Cuando diriges por objetivos da igual dónde esté sentada la gente, lo importante es que lo cumplas.
Muchas personas en puestos directivos no han sido capaces de gestionar a sus equipos en el teletrabajo y se sienten más cómodos teniéndolos cerca
Otra cosa que entra en juego es que muchas veces las personas que están liderando y tomando las decisiones como si trabajas en tu casa o trabajas en la oficina, son de una generación, con unas habilidades, una mentalidad y una forma de ver el mundo determinadas. De todas formas, los extremos nunca son buenos, en mi opinión un 100% de teletrabajo tampoco es la mejor opción. Mantener el contacto humano y con el resto de compañeros siempre es positivo.
¿Qué factores cree que sí van a perdurar tras la pandemia?
En el trabajo se han derribado barreras y muchas personas han visto que hay otra manera de trabajar. Que existe otra manera de relacionarnos con el trabajo, que se puede trabajar sin comerse atascos o poder salir un momento a hacer un recado y volver sin perder productividad.
Ha habido un replanteamiento de las relaciones laborales por la pandemia, pero también es verdad que se han difuminado mucho las fronteras entre la vida laboral y la personal, y ahí va a haber toda una nueva cultura de los límites que vamos a tener que construir sobre la salud laboral digital. Cuándo puedo trabajar y cuándo no, cuándo tengo que dejar de mirar el correo electrónico para ver si me ha entrado algo, cuándo se puede tener una videollamada y cuándo no, cuántas horas al día te puedes conectado. Igual que tuvimos otros momentos de la historia donde se empezó a hablar de la ergonomía, de la necesidad de moverse, de la seguridad del puesto de trabajo y todas esas cosas que aprendimos cuando nos sentamos en una oficina delante de un ordenador durante ocho horas al día, ahora vamos a tener que repetir el proceso para regular la interconexión que nos ha traído la pandemia.
En relación a eso, estamos asistiendo a procesos de rebelión contra algunas de esas coyunturas. Movimientos para desintoxicarse de las pantallas, la fatiga de Zoom, reclamaciones por el derecho a la atención presencial como la de los ancianos y la banca, La Gran Dimisión… ¿Puede darse un empacho de digitalización pandémica?
Vamos a entrar en una fase en la que el lujo será que te atiendan personas. Por ejemplo en el caso de los bancos, que las personas con mucho dinero vayan, les den un café, les sienten en un sofá y les pregunten qué es lo que les trae por allí, mientras el resto de la población iremos a chocarnos con un contestador, con un chatbot u otro sistema automático. Ya pasa en muchos sitios, como para pedir la cita médica si tienes un problema. El otro día yo necesitaba revisar una medicación y no lo encontraba en la app. Llamaba al teléfono y no me atendían, puse un correo y me contestaron que lo mirara en la aplicación, y yo diciendo “pero que en la aplicación no está y necesito saber qué tengo que tomar”.
Se empieza a intuir una nueva gran brecha entre los que se puedan permitir el lujo de ser atendidos en analógico y el resto de la sociedad, que tendremos que conformarnos con sistemas automáticos y chatbots. Para frenar todo eso creo que es muy importante salvaguardar el derecho a que siempre te atienda una persona, a que haya una atención presencial y haya alternativas a chocarse contra una máquina.
¿Está creando la economía digital una nueva división en la clase media? Entre los trabajadores que pueden adaptarse a sus características, por tener empleos técnicos muy demandados por ejemplo, y aquellos que se ven cada vez más precarizados por tener que trabajar desde una app, como falsos autónomos...
Hay una dualidad en el mercado laboral. Por un lado están los trabajadores con contratos fijos, cubiertos, con protección y tranquilidad vital, que tienen acceso a créditos, que pueden permitirse comprarse un piso o un coche... ciudadanos con todos sus derechos. Y luego tenemos personas con trabajos basados en contratos temporales, gig workers [trabajadores a los que solo se encarga una tarea dentro de un proyecto mayor, normalmente de unas pocas horas y a través de apps], enlazando contratos y sin poder tener acceso a muchas cosas, sin protección por desempleo, autónomos que tienen que pagarse todo... con esa precariedad asociada a la temporalidad que al final te hace vivir bajo una angustia permanente que esperemos que la reforma laboral ayude a solucionar.
En el caso de los riders la respuesta ha sido obligar a las empresas a que sigan las reglas del estado de bienestar. ¿Es la solución para todos?
El caso de los repartidores es una en una casuística muy concreta, porque no es una actividad nueva, sino otra manera de realizarla. En el fondo los riders no dejan de ser personas que están repartiendo cosas, un trabajo de logística como cualquier otro sistema de reparto. Es muy evidente que son trabajadores, no autónomos, y que dependen de esas empresas de reparto.
Hay nuevas realidades en el entorno digital y tenemos que pensar cómo mantener nuestro estado de bienestar y cómo financiarlo
Pero hay nuevas realidades en el entorno digital y tenemos que pensar cómo mantener nuestro estado de bienestar, cómo financiarlo y cómo podemos proteger a todas las personas que viven en nuestro país. Y ahí tenemos que meter obviamente a los nuevos negocios que se desarrollan en la economía digital, las plataformas y toda la novedad que haya en este entorno. Deben contribuir, tenemos que vigilar que no degraden las condiciones laborales de las personas trabajadoras y que mantengan los derechos que se han conseguido durante tantísimos años.
¿Cree que al progresismo le falta discurso propio frente a las lógicas que impone Silicon Valley?
Bueno, yo creo que tenemos un discurso, claro está, pero que se puede avanzar en esa reflexión colectiva de cómo debemos enfrentarnos desde ese espacio, de propuesta a la ciudadanía a las nuevas realidades que nos trae la tecnología y la innovación. No quiero entrar en temas de partidos, pero sí que creo que ahí empieza a haber reflexiones, hay tímidas aproximaciones en algunos programas electorales, pero que hace falta un proceso también de reflexión ideológica más amplio, en el que haya más puntos de vista incorporados a la nueva realidad que trae que trae la tecnología.
¿Le preocupan las nuevas tecnologías que se están configurando como herramientas para sustituir el rol de los estados, como las criptomonedas?
Me preocupan el desarrollo de sistemas paralelos desregulados, donde se intercambia dinero, se especula, no hay garantías y las personas no tienen derechos. Nos damos normas para convivir en democracia y como sociedades donde haya un nivel de bienestar y me preocupa muchísimo que se generen los espacios que vienen a saltarse eso, porque al final son perfectos para los ciberdelincuentes y aquellos que buscan abusar de las personas. Si tú te quitas todas esas normas y empiezas a montar un sistema monetario paralelo, donde el origen de los capitales es incierto, donde se pagan precios astronómicos por cosas que no tienen ningún respaldo... es carne de estafa. No estoy en contra de que las criptomonedas existan, soy bastante partidaria de explorar nuevas realidades y que la gente se acerque a otras cosas. Pero hay que tener un cierto orden y un cierto control de todo lo que está pasando ahí. Es la cultura del pelotazo de lo digital, donde siempre hay un nuevo pelotazo con el que te puedes hacer rico sin esfuerzo.
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