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Trump: seis meses para destruirlo todo

El problema, ves, es siempre lo impensable. Para impedir lo predecible ya están las leyes. El verdadero peligro está en esas cosas que todos dicen “eso no hace falta ni ponerlo por escrito, a nadie se le ocurriría hacerlo”. En seis meses de presidencia Donald Trump ha demostrado que está dispuesto a hacer todo lo que no sea delito y también alguna cosa que sí lo es. Para el nuevo presidente, las tradiciones de la autodenominada “democracia más antigua del mundo” no significan nada.

En realidad no sé de qué nos sorprendemos. Cuando presentó su candidatura se convirtió en el primer candidato en 40 años que no hacía pública su declaración de impuestos. Casi todos los medios lo condenaron, casi todos los políticos de ambos partidos lo condenaron... y al final, ¿qué? Al elector le dio igual poner en la Casa Blanca a un presidente del que no se sabe de dónde saca el dinero ni a quién se lo debe. ¿Recordáis que dijo que los publicaría en algún momento? Seguimos esperando porque “es algo que sólo le importa a los periodistas”. Tal vez lleva razón.

Como presidente, más de lo mismo. “Todos los presidentes” ponen sus bienes en un fondo independiente, pero este presidente hace publicidad de sus negocios cada semana. “Todos los presidentes” se comprometen a defender a los aliados tradicionales, pero este presidente ha ido espantando a todos ellos. “Todos los presidentes” son, al menos de boquilla, defensores de la libertad de expresión. Este ha declarado a los grandes medios tradicionales “enemigos del pueblo” y los amenaza cada día.

En el juego político estadounidense, Trump tiene muchas carencias pero una inmensa ventaja: que sus adversarios caen una y otra vez en el error de decir “no se atreverá, nadie lo ha hecho”. Y lo hace. Entonces se indignan, todos nos indignamos y nos llevamos las manos a la cabeza, pero a él le da igual. La indignación pasa porque cada día nos da un nuevo gran escándalo, otra salida de tono “impensable” para cualquier otro presidente. Y ojo, esto es un riesgo muy real.

Decía el hoy presidente durante la campaña que “podría disparar a alguien en la Quinta Avenida y no perdería ni un voto”. A mí no me preocupa que eso sea cierto, sino que de verdad tenga que disparar a alguien para que los suyos digan basta. Trump nos está vacunando, nos está sometiendo a tal nivel de escándalo que nuestro umbral de la indignación tiene por fuerza que subir. Si reconoce que despidió al director del FBI por investigarlo y no pasa nada, automáticamente queda asumido nada que no sea abiertamente ilegal puede costarle el cargo. Que la frase “esto hubiera acabado con cualquier presidente” es una verdad casi diaria... pero que acabar de verdad con él va a ser muy difícil.

En el fondo es una cuestión política. Sin hacer mucho ruido, los tribunales y el Congreso sí que han ido limitando algunas de las peores iniciativas de Trump, pero a un presidente no se le puede quitar de enmedio sin la colaboración de su partido. Los republicanos del Congreso nunca votarán por un impeachment si Trump mantiene su popularidad entre las bases del partido y esos votantes han sido programados para pensar que cualquier información negativa sobre el presidente son Fake News. Sólo si una veintena de congresistas republicanos se queda sin empleo tras las elecciones de mitad de mandato de 2018 puede ser que, por mero instinto de supervivencia, su partido se plantée derribar a Trump. Razones para un impeachment, desde luego, no faltan.

En apenas seis meses el presidente de EEUU ha mostrado el mayor de los desprecios hacia las mejores tradiciones políticas de su país. Esperemos que este medio año de Trumpismo haya servido al menos para que sus opositores saquen una valiosa lección: este presidente está dispuesto a casi todo. No es un chiste, no es un títere, no es un cero a la izquierda. Es un tipo muy peligroso con un poder inmenso.

El problema, ves, es siempre lo impensable. Para impedir lo predecible ya están las leyes. El verdadero peligro está en esas cosas que todos dicen “eso no hace falta ni ponerlo por escrito, a nadie se le ocurriría hacerlo”. En seis meses de presidencia Donald Trump ha demostrado que está dispuesto a hacer todo lo que no sea delito y también alguna cosa que sí lo es. Para el nuevo presidente, las tradiciones de la autodenominada “democracia más antigua del mundo” no significan nada.

En realidad no sé de qué nos sorprendemos. Cuando presentó su candidatura se convirtió en el primer candidato en 40 años que no hacía pública su declaración de impuestos. Casi todos los medios lo condenaron, casi todos los políticos de ambos partidos lo condenaron... y al final, ¿qué? Al elector le dio igual poner en la Casa Blanca a un presidente del que no se sabe de dónde saca el dinero ni a quién se lo debe. ¿Recordáis que dijo que los publicaría en algún momento? Seguimos esperando porque “es algo que sólo le importa a los periodistas”. Tal vez lleva razón.