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Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala
Sobre este blog

En este blog se agrupan intelectuales, académic@s, científic@s, polític@s y activistas de base, que están convencid@s de que la crisis de régimen que vivimos no podrá superarse si al mismo tiempo no se supera la crisis ecológica.

Queremos que la sociedad, y especialmente los partidos de izquierda y los nuevos proyectos que hoy se están presentando en nuestro país, asuman alternativas socioeconómicas que armonicen el bienestar de la población con los límites ecológicos del crecimiento.

Coordinan este blog José Luis Fdez. Casadevante Kois, Yayo Herrero, Jorge Riechmann, María Eugenia Rodríguez Palop, Samuel Martín Sosa, Angel Calle, Nuria del Viso y Mariola Olcina, miembros del grupo impulsor del manifiesto Última Llamada.

Jaula de grillos pseudoecológica en la ONU

El presidente estadounidense, Barack Obama, interviene en la Cumbre del Clima en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. / Efe

Pedro Prieto

Llegan todos a Nueva York a asistir a la Cumbre sobre el Cambio Climático en la ONU. Van en sus aviones presidenciales, desde todos los países del planeta. Les acompañan asesores, guardaespaldas, alquilan lujosas residencias y caros hoteles. En comitivas paralelas, algunas poderosas organizaciones medioambientales, envían a sus delegados a tratar de hacer lobbies u organizar manifestaciones de algún centenar de miles de neoyorquinos para exigir acciones. Desde otros países, hay menores réplicas de activistas pidiendo lo mismo. Los medios mundiales se agolpan con miles de fotógrafos para captar las mismas imágenes de los mismos líderes.

Luego, los líderes mundiales suben por estricto orden de protocolo al estrado y sueltan sus respectivas lecciones:

Ban Ki-moon: “El cambio climático amenaza la paz lograda con muchas dificultades, la prosperidad y la oportunidad para miles de millones de personas”, dijo Ban durante su discurso inaugural. “Ahora debemos poner al mundo en una nueva vía”.

Barak Obama: “Reconocemos nuestro papel en la creación de este problema y asumimos nuestra responsabilidad para combatirlo. Haremos nuestra parte y ayudaremos a los países en desarrollo a hacer la suya. Pero sólo tendremos éxito si unimos los esfuerzos de todas las naciones, desarrolladas y en desarrollo. Nadie tiene carta blanca”.

Felipe Borbón: “Hoy el reto común que representa el cambio climático ha adquirido una mayor urgencia. Amenaza los equilibrios básicos que hacen posible la vida y la continuidad de nuestra civilización y nos obliga, por ello, a actuar con decisión”. “No podemos esperar”. “Que nadie se llame a engaño. Ninguno de los países aquí representados puede esperar”.

Y así, cada uno de los que ha ido pasando por la ONU, con los típicos matices de barrer para casa en lo que se pueda, y quedar bien con su propio público nacional.

Pero, en general, lo que subyace sobre estos 5 minutos de gloria de cada líder en la tribuna de la Asamblea General, lo reflejan mejor que nadie algunos emergentes:

Xin Jinping: “China se enfrenta a la ardua tarea de hacer crecer la economía, mejorar las vidas de sus ciudadanos y proteger el medio ambiente. China hará, no obstante, esfuerzos aún mayores para abordar el cambio climático de manera más efectiva”.

Dilma Roussef: “El crecimiento de nuestras economías es compatible con la reducción de emisiones”.

Algo muy parecido, más o menos disfrazado de buenas intenciones y de poner cara de velocidad verde, vinieron a sugerir todos los líderes mundiales y lo siguen sugiriendo en cuanto toman el avión de vuelta y aterrizan en sus respectivos países prometiendo más y más crecimiento, eso si, siempre respetuoso con el medio ambiente.

Apenas un presidente, ignorado por los grandes medios, dijo algo diferente, aunque a la vuelta a casa también seguirá bregando con el crecimiento de su economía y tratando de sacar todo el petróleo y el gas de esquistos, con el que los expertos han consagrado a Venezuela como el segundo país con más reservas (teóricas) de petróleo del mundo, de las que, por cierto, su ministerio de energía se muestra tan orgulloso.

Nicolás Maduro: “Si queremos cambiar el clima, cambiemos el sistema”. “El capitalismo ha ignorado por décadas la dinámica de carga y reposición del planeta (...) en la lógica capitalista el crecimiento es incompatible con la supervivencia del planeta”. “El 20% de los países más ricos del capitalismo consumen el 84% de la energía del mundo, contaminando el planeta y destruyendo su equilibrio”.

He aquí la cuestión. Bonitas palabras, bonitos deseos, golpes de pecho y actos de contrición, dolor de los pecados, confesión (a medias), pero de ahí a cumplir la penitencia que nos fuere impuesta hay un largo trecho.

Los líderes del mundo se vienen comportando como San Agustín, al que la leyenda atribuye una vida licenciosa que martirizaba a su madre, Santa Mónica. Se dice que estando yaciendo con una mujer le llegó la llamada divina para convertirse y contestó: “Señor, haz que me convierta, pero un poco más tarde”. En la jerga de la neolengua laica, que se puede esperar de nuestros líderes, esto podría traducirse como “Gimme a break” o “está bien, voy a ser ecológico, pero tengo un vicio de crecer económicamente y continuamente que no puedo con él”.

El problema al que nos enfrentamos todos es que también los ciudadanos queremos seguir creciendo, en general. El 20% de los ciudadanos de los países ricos (España estaría, con sus excluidos, incluidos en este baremo), no quiere recortes de ningún tipo. Y el 80% de los desposeídos del mundo, quieren ser como nosotros, como poco.

Si hoy emitimos, en grandes números, 30.000 millones de toneladas de carbono a la atmósfera, no es sino porque fundamentalmente quemamos unos 10.000 millones de toneladas equivalentes de petróleo al año, en petróleo, gas y carbón. Todos saben (todos sabemos, por mucho que escondamos la cabeza bajo el ala) que las emisiones de gases de efecto invernadero son sólo el efecto. Que la causa muy principal es la quema de estos combustibles. Lo demás, es marear la perdiz del buenismo climático ecoverde.

Seamos claros y contundentes: esto no se arregla con los discursos hueros de la ONU, pero tampoco con carreras de bicicletas de dos horas colapsando los coches infinitos en una ciudad, ya cerca del colapso sin manifestaciones, y luego, acabada la manifestación, a seguir con la rutina diaria de un mundo que se ha pasado de complejidad, se ha pasado de rosca consumista, y se ha pasado de expectativas. Nate Hagens, un antiguo presidente de gestión de Activos y vicepresidente de Salomon Brothers y Lehman Brothers, que ahora milita seriamente en la descompresión social, viviendo en el campo, desde antes de la burbuja financiera, suele decir: “There is no shortage or resources, but longage of expectations”. Es decir, no se trata tanto de la escasez de recursos, como de nuestras voraces expectativas de un futuro económico eternamente creciente en un mundo limitado.

Seamos claros y contundentes y vayamos a las causas: podemos vivir todos, pero en niveles de consumo de energía (y por ende, actividad económica) diez veces inferiores a los que un europeo promedio tiene hoy a su disposición. O civilización de muy bajo nivel de consumo o la barbarie a la que nos llevarán las guerras crecientes por los recursos y el colapso que la Naturaleza nos va a imponer si seguimos insistiendo en crecer hasta el infinito.

Sobre este blog

En este blog se agrupan intelectuales, académic@s, científic@s, polític@s y activistas de base, que están convencid@s de que la crisis de régimen que vivimos no podrá superarse si al mismo tiempo no se supera la crisis ecológica.

Queremos que la sociedad, y especialmente los partidos de izquierda y los nuevos proyectos que hoy se están presentando en nuestro país, asuman alternativas socioeconómicas que armonicen el bienestar de la población con los límites ecológicos del crecimiento.

Coordinan este blog José Luis Fdez. Casadevante Kois, Yayo Herrero, Jorge Riechmann, María Eugenia Rodríguez Palop, Samuel Martín Sosa, Angel Calle, Nuria del Viso y Mariola Olcina, miembros del grupo impulsor del manifiesto Última Llamada.

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