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Lo que nunca se ha escrito sobre la 'Nakba'

Najwa Sheikh

Gaza —

Mucho se ha escrito acerca de la Nakba, sobre la pérdida de la patria, la pérdida de la dignidad nacional, y la seguridad. Pero nunca se ha escrito acerca de las frecuentes decepciones que los refugiados de Palestina han sufrido desde entonces. Esas decepciones que, junto con los sueños y esperanzas, se transmiten de una generación a otra.

La conmemoración de la Nakba trae de vuelta antiguos recuerdos que hemos heredado de nuestros padres y abuelos. La narración de viejas historias que hablan de la huida de nuestra tierra, dejándolo todo atrás, huyendo de nuestras vidas y esperando que el regreso se produjera unos días después. Estas historias proporcionan una íntima conexión con el pasado y con la patria, sin embargo, a medida que el tiempo pasa, surgen nuevas historias de sufrimiento y decepción que hacen que nuestro sentido del tiempo y del origen se vuelva borroso.

Cada año esperamos que se abra una oportunidad para la paz, la justicia o incluso una pequeña luz para la esperanza, si no para nosotros, al menos para nuestros hijos; anhelamos poder vivir una vida digna, alejados de las guerras y la violencia, lejos del dolor y la amargura. Sin embargo, nuestros sueños y humildes expectativas tropiezan una y otra vez con la decepción, dejándonos llorando no sólo por los sentimientos del recurrente dolor, sino también llorando por la pérdida de humanidad dentro de cada uno de nosotros.

Con cada conmemoración nos damos cuenta de que, como refugiados de Palestina, estamos condenados a vivir la Nakba una y otra vez, cada año con diferentes tipos de dolor y una mayor decepción. Las historias que narran, las historias de nuestros abuelos, las llaves de las casas que se vieron obligados a abandonar, el olor de los naranjos, el olor de za'ater, son fantasmas del pasado, y están desapareciendo poco a poco con cada una de las muertes de los palestinos que hace 71 años fueron expulsados de sus tierras.

A diferencia de mi generación, y de la generación anterior, que fuimos capturados por la belleza y la magia de las historias narradas por nuestros abuelos y nuestros padres sobre nuestra tierra patria, la próxima generación perderá esta conexión con sus raíces y su pasado. Se verán abrumados por frecuentes decepciones y las historias antiguas, las llaves viejas e incluso los documentos de propiedad la tierra no significarán nada para ellos, con la única excepción de los rituales culturales que seguimos inculcándoles.

Cuando escuchamos las historias de quienes experimentaron el viaje de huida, sentimos el dolor, incluso saboreamos la amargura de no poder ver nuestra tierra de nuevo, los recuerdos nos siguen afectando y nos mantienen conectados con el pasado; gracias a ellos, en cierto modo, recuperamos la esperanza.

Los refugiados de Palestina, en particular los que viven en Gaza, viven aplastados bajo una gran frustración y una gran decepción, sobre todo después de las recurrentes ofensivas militares. La destrucción, el número de muertes, y el elevado estrés que todo el mundo en Gaza experimenta con cada uno de los ataques israelíes nos deja muy frágiles y abrumados. No queda espacio para la paz en la mente o el alma. Estamos atormentados con los horrores de cada ataque, y con la posibilidad de sufrir otra guerra.

La frustración y la decepción se hicieron todavía más claros para mi cuando mis dos hijos me anunciaron que no iban a casarse en el futuro, porque no quieren tener hijos, porque no quieren experimentar el dolor de perderlos, o incluso verlos sufrir sin ninguna posibilidad de ayudarles. Me quedé en shock al escucharles, sin embargo tienen razón.

Lo que nunca se ha contado o escrito sobre la Nakba es que cada año que se conmemora, se diluye más nuestro pasado, se desdibuja más nuestro futuro y las posibilidad de que las próximas generaciones puedan regresar a la tierra de nuestros antepasados, a nuestra tierra, se hace cada vez más remota.

Mucho se ha escrito acerca de la Nakba, sobre la pérdida de la patria, la pérdida de la dignidad nacional, y la seguridad. Pero nunca se ha escrito acerca de las frecuentes decepciones que los refugiados de Palestina han sufrido desde entonces. Esas decepciones que, junto con los sueños y esperanzas, se transmiten de una generación a otra.

La conmemoración de la Nakba trae de vuelta antiguos recuerdos que hemos heredado de nuestros padres y abuelos. La narración de viejas historias que hablan de la huida de nuestra tierra, dejándolo todo atrás, huyendo de nuestras vidas y esperando que el regreso se produjera unos días después. Estas historias proporcionan una íntima conexión con el pasado y con la patria, sin embargo, a medida que el tiempo pasa, surgen nuevas historias de sufrimiento y decepción que hacen que nuestro sentido del tiempo y del origen se vuelva borroso.