La Hora Musa, una acertada partitura que ha devuelto la música a la TV pública
La 2 estrenó La hora musa que abrió los deleitados oídos de los melómanos durante 50 minutos.
Una apuesta - basada en Later with Jools Holland de la BBC- por devolver la música en vivo y a los artistas consagrados al prime time de La 2, bajo la dirección de Jero Rodríguez (responsable de Cachitos de hierro y cromo), subdirección de Óscar García Blesa y conducción de Maika Makovski.
La primera entrega contó con Franz Ferdinand - particulares cabezas de cartel que levantaron a un plató de cien personas a golpe de indie rock-, la Mala Rodríguez que impregnó de hip hop andaluz las vistas de Barcelona y un Juan Perro con el que la presentadora se arrancó a cantar a capela.
Con un ritmo lo suficientemente rápido como para acabar a una hora disfrutable y lo suficientemente lento como para degustar un concierto en el salón de casa, el programa tuvo como hilo conductor esas notas musicales que se transforman en las divinidades inspiradoras de sus protagonistas.
Y aunque el espacio aún tiene mucha herencia de sus (pocos) antecesores y le falta dar con su personalidad propia, promete encontrarla gracias al carisma de la presentadora, el cuidado de la factura y las ganas del público por la apuesta (que reflejaron convirtiéndolo en segundo TT de la noche).
Protagonismo absoluto de la música con tintes de Séptimo de caballería
La hora musa recuperó el tono de aquel Séptimo de caballería que condujo Miguel Bosé en 1998 y que ya intentaron reconquistar otros espacios como No disparen al pianista en 2007 y que creían en los programas de música más allá del mainstream.
Esta vez, volvieron a ahondar en el mestizaje musical y nuevos estilos, además de dar todo el peso a las actuaciones en directo y posteriores entrevistas a los artistas. Quizá sí que se echaron en falta a los amigos y gente relacionada con los protagonistas que en otros espacios aportaban jugo a las respuestas.
Aún así, desde las 22:55 horas en La 2 se paralizó el tiempo para captar un pulso rítmico que en los últimos años había sido relegado en televisión, ofreciéndole todo el protagonismo al músico, dejándole tocar y hablar. En definitiva: respetando su arte. Porque para muchos jóvenes, dar cabida catódica a la música en prime time empezaba a sonar casi estrafalario.
El brillo de Maika Makovski al desenvolverse en un 2º plano
Uno de los grandes aciertos del programa fue la elección de Maika Makovski para conducirlo. Una compositora, cantante y actriz que no se cortó al transmitir sus nervios por el estreno antes de entrar a plató. Tampoco le impuso entrevistar de pie, en inglés y frente a cien personas presentes, a Franz Ferdinand. Como no dudó en proponer a Juan Perro cantar juntos a capela y con guitarra en brazos.
La conductora entrevistó con total naturalidad a sus invitados demostrando tanto conocimiento sobre ellos como ilusión y “subidón” por disfrutar de su arte.
Y una de las cualidades más importantes para este tipo de espacios: supo quedarse en un segundo plano para dejar el protagonismo absoluto a los cantantes. Una virtud que, cuando se tiene, acaba haciendo brillar al propio presentador. Como vemos- por poner un ejemplo de mayor alcance- en las galas de OT y es que si tuviéramos que hacer un simil con uno de los últimos conductores revelación, podríamos aventurarnos a llamarla “la Roberto Leal del indie”.
Artistas consagrados y nuevas propuestas
La puerta que abre este nuevo espacio es tal que deja entrar de forma evidente a los artistas famosos y más disimulada (pero igual de agradecida) a las jóvenes promesas.
Mientras que los Franz Ferdinand inauguraron un escenario con ingredientes de recital y de plató televisivo, la entrevista a Juan Perro dejó nombres como el de Depedro, un joven músico al que el consagrado aseguraba admirar.
Otro descubrimiento fue el reportero Víctor Clares que recorrió los escenarios de las portadas de discos más icónicas, poniendo la nota viajera que está tan relacionada con la profesión musical.
El programa también dio voz al indie y su libertad creativa por encima del mainstream y su esclavitud mercantil.
Así lo explicaba Juan Perro que se posicionó contra el “cálculo” de la radiofórmula - “30 segundos antes del estribillo, un total de minutos, menos letra, ideas raras nada y el jazz maldito”- alegando que las “leyes del mercado” limitaban la creatividad.
Sin duda, La hora musa es la acertada respuesta a las súplicas de un público que ansiaba el regreso de la música a la televisión pública.