Análisis Vertele

Rusia no encuentra su lugar en Eurovisión

Rusia no encuentra su lugar en Eurovisión

Por Alberto Rodríguez

De nada han servido los desvelos por parte de la UER (Unión Europea de Radiodifusión) para convencer a las autoridades ucranianas de que permitieran la entrada al país de la representante rusa, Yulia Samoylova, vetada por su participación en un concierto en Crimea después de que ésta fuera anexada por Rusia en 2014. Una cuestión política que ha llevado al límite la imaginación de los responsables del festival, que han llegado incluso a proponer una actuación vía satélite con tal de que todos los participantes de la edición pudieran asistir y ‘celebrar juntos la diversidad’, tal y como reza el eslogan de este año.

Sin embargo, Ucrania –proclamada vencedora el año pasado gracias al televoto del público– no ha cedido ante las presiones de la UER, asestando un nuevo revés a su vecino en lo que algunas voces han bautizado como ‘la nueva guerra fría’ mediática. No en vano, este escándalo viene a completar una lista de episodios polémicos que han acompañado a la candidatura rusa en los últimos años.

En 2014, las gemelas Tolmachevy fueron completamente abucheadas por el público en el B&W Hallerne de Copenhague. Era el año de Conchita Wurst, y la noticia de que la televisión rusa censuraría la actuación de la artista por no considerarla un modelo apto para la infancia provocó el rechazo del público eurofan –con una gran presencia homosexual- que lució durante la actuación la bandera gay. El máximo responsable del evento, Jon Ola Sand, condenó los hechos: ‘Abuchearon a dos chicas de 17 años. Las encontré detrás del escenario y estaban completamente devastadas. Es lo peor que vi nunca. Fue algo tan horrible para esas chicas, que no habían hecho nada malo’ (Fidgen J 2016, BBC, 14 Mayo). Por lo menos, las hermanas quedaron en un honroso séptimo puesto.

En los dos años siguientes, los nuevos candidatos sufrieron la misma suerte: Polina Gagarina en 2015, aunque abucheada, quedó segunda con su ‘A million voices’. Y Sergey Lazarev –acusado de ser un intento burdo por parte del gobierno ruso de ofrecer un aspecto más gayfriendly– en 2016 quedó tercero y con el escozor de saberse vencido por la delegación con la que más tensiones políticas había. La polémica narrada por nuestra representante de ese año, Barei, contando cómo los agentes de aduana rusos se burlaron del representante israelí Hovi Star por ser homosexual fue otro de los hándicaps con los que Sergey tuvo que lidiar durante la promoción.

Paradójicamente, a pesar de las tiranteces de estos últimos años, la posición de Rusia no ha bajado del top ten desde el 2012, quedando segunda en dos ocasiones. Lo que quiere decir que ha conseguido la aprobación unánime de los expertos y del público que votan en el certamen. La delegación rusa suele rodearse últimamente de los mejores profesionales y dedica bastantes recursos a su candidatura. Es sabido que el propio Vladimir Putin se toma muy en serio el eurofestival, llegando a supervisarlo personalmente en 2009 –el año de Soraya– cuando Moscú fue la ciudad anfitriona.

Eurovisión del este

Tal es el interés de Putin en Eurovisión, que en 2014 –ante la victoria de Conchita Wurst– el Parlamento Ruso tanteó la posibilidad de crear un festival propio, sólo con países pertenecientes a la antigua Unión Soviética y algunos países de Asia. El evento, que llevaría por título, ‘La voz de Eurasia’, tendría como objetivo censurar cualquier manifestación de tipo homosexual en televisión.

Al parecer tal empresa no llego a llevarse a cabo. Aunque no hubiera sido el primer intento de crear una ‘Eurovisión a medida’ ya que en septiembre de 2013 se celebró la primera edición del festival de ‘Turkovisión’. El certamen, limitado a los países con población turca, lleva ya celebradas cuatro ediciones. Y a diferencia de ‘La voz de Eurasia’, lo que motivó su creación fue la no conformidad por parte de Turquía con el sistema de votaciones y la clasificación directa de algunos países, como el nuestro.

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