“La historia es demasiado increíble para ser cierta”, reflexionaba el miércoles Álvaro Ron, director de Palomares, en la presentación de la nueva serie documental de Movistar+ que se estrena este jueves 22 de abril. Pero cierto es que los habitantes de este municipio costero vieron cómo dos aviones del ejército estadounidense explotaron sobre su humilde vecindario, y cierto es que la historia de lo ocurrido nunca se había contado con tantos detalles como hasta ahora.
Varios son los motivos por los que esta docuserie producida por Movistar+ y 93 Metros aporta un relato completísimo y esclarecedor sobre la tragedia nuclear que se desató en la costa almeriense. Por la riqueza de sus fuentes, por los documentos inéditos recientemente desclasificados –casi 400 telegramas de las autoridades españolas– y por la maestría con la que se entremezclan los ingredientes que hacen de esta serie un thriller cargado de tensión y drama.
En cuatro capítulos de casi una hora de duración, Palomares se sirve de todo tipo de testimonios para acercarse cuanto sea posible a la verdad del desastre que se produjo cuando dos aviones norteamericanos, en plena maniobra de repostaje, chocaron y explotaron sobre las casas de los palomareños, que cultivaban los campos y cumplían sus quehaceres en el momento en el que empezó a llover fuego. Lo que ninguno de ellos sabía es que cuatro bombas nucleares con las que Estados Unidos amenazaba a Rusia se habían precipitado sobre aquellos terrenos que les daban de comer.
La gravedad del accidente fue percibida desde un primer momento por las autoridades de España y Estados Unidos, que aprovecharon la coyuntura política de nuestro país, bajo la dictadura de Francisco Franco, para ocultar la naturaleza de lo acontecido.
En este sentido son especialmente reveladores los testimonios de los periodistas entrevistados en la docuserie de Movistar+. Los corresponsales de la prensa extranjera –los únicos que pudieron alertar de la verdadera dimensión de la catástrofe– explican ahora cómo se las ingeniaron para burlar la censura de las autoridades militares. Las experiencias que relatan evidencian los esfuerzos que se hicieron para censurar a los medios y, de este modo, afianzar la versión oficial que negaba cualquier peligro para la población.
En cambio, los análisis de radiación decían justamente lo contrario: los niveles eran hasta 300 veces superiores. El equipo de Palomares ha podido hablar con algunos de los técnicos enviados por los gobiernos de España y Estados Unidos para trabajar sobre el terreno, fuentes privilegiadas que también quedaron expuestas a los peligros de la radiación y que en esta serie documental desmontan los engaños de sus superiores.
Un homenaje a la verdad y a las víctimas de la tragedia
El periodista Rafa Moreno aporta el testimonio clave de quien durante décadas ha investigado el accidente de Palomares. La nitidez con la que expone los detalles del trágico suceso ayudan a digerir la maraña de movimientos políticos y militares que se desarrollaron ante el asombro y la desconfianza de los vecinos del pueblo. Y son ellos, los habitantes de esta comarca costera del sur español, quienes sufrieron las peores consecuencias.
A ellos, por lo tanto, se ha querido prestar más atención en la docuserie de Movistar+. “Encontramos un pueblo estigmatizado por la historia”, asegura Marias Recarte, productora ejecutiva de 93 Metros. El régimen de Franco no quiso evacuarles pese a que sus propiedades quedaron envueltas en plutonio, sus campos devastados y su economía hundida. Lo que nadie puede perdonar es que se jugara con su salud, que se les expusiera deliberadamente a la radiación sólo porque convenía aparentar tranquilidad. “Espero haberles hecho justicia. Sin ellos no se podía contar esta historia”, reconoce Álvaro Ron, director del proyecto.
Darles voz para recordar la tragedia y desmontar las falsedades de las autoridades es una buena forma de hacer justicia mediante un documental que se sirve de todas las técnicas narrativas para ofrecer un producto que sea atractivo a la vez que didáctico. La música, el ritmo trepidante de algunas secuencias y las recreaciones con las que se revive la historia aportan ciertas dosis de tensión que nos recuerdan que, a fin de cuentas, lo que ocurrió durante aquellas semanas de enero de 1966 se gestionó como una operación política y militar de primer orden. Una delicada operación en la que mientras se intentaba localizar la cuarta bomba caída sobre la costa, se hacía todo lo posible por ocultar a los ciudadanos la gravedad del Chernóbil español.
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